Crítica teatral

Cuando el teatro te acaricia

Una escena de ‘Amore’ de Pippo Delbono.

Una escena de ‘Amore’ de Pippo Delbono. / Compañía Pippo Delbon

El escenario es un lugar sin barreras. Es un reducto mágico donde pueden transcurrir guerras que se representan en silencio, donde el amor se grita. Es sobre las tablas del teatro donde el dolor se baila y el silencio tiene voz propia. Afirma Pippo Delbono, director del espectáculo que tuvimos la suerte de vivir en el Teatro Cervantes, que el escenario del teatro es un lugar sin leyes. Yo creo si las tuviera, Amore, las habría roto todas.

La producción de la Compañía Pippo Delbono, en coproducción con ERT Emilia Romagna Teatro, es poesía viva. Poesía que se mueve, se canta, y se siente. La voz del narrador te guía en esa continua búsqueda del amor en todas sus proyecciones; un amor que duele, un amor que nace, un amor que acaricia y un amor que se pierde. Todos buscamos el amor, esa es la premisa del director, a pesar de los continuos tropiezos en la vida, lo que nos mantiene a flote, dice Pippo, es esa búsqueda del amor.

La obra se estructura a partir del fado; estilo elegido por el director al tener esa melancólica mezcla de dolor y ternura con la que se impregna todo el espectáculo, convirtiéndose en uno de los principales valores del montaje. Pasión y nostalgia en las voces cálidas y en las guitarras que acompañan una serie de cuadros vivientes que nos acercan al rito, al inicio del teatro, a una forma de comunicar tan primitiva como el amor. El escenario se convierte en el lugar en el que el creador desnuda su alma a través de unos textos de gran belleza, poéticos y cargados de imágenes poderosas. Qué importante es la imagen en este espectáculo, no solo la que ves, recortadas en un fondo que recuerda a las creaciones de James Turrell, sino también aquellas que te provocan los fados, la danza y las diferentes acciones performáticas que van sucediendo una tras otra. Lo mejor es dejarse llevar y no perderse tratando de buscarle el sentido a lo que se ve en escena, ni buscarle un orden al sentimiento más humano que existe. No pierdan el tiempo reduciendo el Amore a normas y conceptos racionales.

En el escenario, una caja escénica de color rojo intenso como la sangre y la pasión, enmarca el espacio donde transcurre todo. En un lado, un árbol blanquecino y seco con sus ramas inclinadas hacia el centro del escenario como si el viento las hubiera llevado a permanecer así eternamente. Es muy llamativo el juego de sombras que la iluminación propone con el árbol; proyectándola en las paredes rojas, con distintos tamaños y formas dependiendo de cuál fuera el origen de su fuente de luz. El árbol refleja dos realidades; una concreta, la propia, la que se ve, y otra más abstracta, la ajena, la que percibimos según su sombra proyectada.

¿Acaso no somos así nosotros? ¿No es así el amor? El amor es algo que todos podríamos definir, algo concreto, pero del mismo modo, todos lo sentimos de forma diferente, algo abstracto. Incluso él se manifiesta de múltiples formas, tan distinto como lo es el amor maternal del amor pasional. Quizás nunca sepamos qué era ese árbol, lo que sí sabemos es que florece, cuando se cuida y se es constante, florece. El vestuario juega a dos colores, el blanco y el negro, como el árbol y su sombra. Con la pureza y el dolor. Todo está en completa consonancia. No hay ningún elemento que distorsione el orden estético y escénico. Todo está estudiado al milímetro para despertar emociones y provocar el asombro en un público hipnotizado por la belleza y armonía de la puesta en escena.

Poder experimentar la pérdida, el encuentro, el reencuentro, la angustia, la calma, el respeto y la pasión del amor es una suerte que se vio reflejada en el caluroso aplauso que el público, en pie y de forma unánime, le brindó de vuelta al equipo que nos regaló tanta belleza. Hacía mucho tiempo que no veía algo tan hermoso, sensible y verdadero sobre las tablas de un teatro. Una puesta en escena total; poesía, danza, teatro, música y artes plásticas. Como si Wagner fuera minimalista. Si algún día se cruzan con una obra de Pippo Delbono, por favor, entren y déjense acariciar por su teatro.

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