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El tecnonacionalismo, la nueva guerra en las fronteras digitales

El tecnonacionalismo, la nueva guerra en las fronteras digitales. El tecnonacionalismo, la nueva guerra en las fronteras digitales.

El tecnonacionalismo, la nueva guerra en las fronteras digitales.

Escrito por

Juan Pablo Castillo Cubillo

Hace pocos días saltó la noticia de que tanto la Federación de Rusia como la República Popular China habían decidido dejar de usar el Sistema Operativo Windows a favor de desarrollar el suyo propio partiendo del código abierto en Linux. Puede que estas declaraciones no nos sorprendan, pero quizás si nos haga arquear la ceja un poco más que Francia hace ya un año suspendiese en sus ministerios el uso de la conocida suite ofimática Office 365 por el temor a que sus datos en la nube de Microsoft fuesen compartidos con el gobierno americano y en estos momentos muchos paises europeos se plantean medidas similares.

La idea principal detrás de todas estas acciones es la independencia digital, y es que con la rápida evolución tecnológica que vivimos, casi nada está a salvo, desde cualquier tipo de instalaciones hasta la información sensible de cada país podría verse comprometida a golpe de click.

Actualmente, en muchos casos, las soluciones que se suelen ofrecer son las de mantener dichas infraestructuras “sensibles” en complejos estancos, alejados de una posible conexión al ciberespacio, junto con determinadas políticas de seguridad muy restrictivas. Sin embargo, el Sistema Operativo de estos equipos puede ser un pequeño caballo de Troya en una fortificación informática de este calado.

Existe todo tipo de recolección de datos por parte de millones dispositivos y programas con fines no del todo aclarados.

¡Recordemos que ya ha sucedido! Como en Irán, con su programa nuclear y el virus informático Stuxnet o las de sobra conocidas y más que posibles injerencias rusas en las elecciones generales de Estados Unidos de 2016.

Existe todo tipo de recolección de datos por parte de millones de dispositivos y programas con fines no del todo aclarados. Pensemos por ejemplo, ¿A dónde van los datos de reconocimiento facial para fichar a la llegada al trabajo de algunas empresas? o en la capacidad para recolectar datos de todo tipo de los dispositivos. Amazon, propietarios de Ring y Alexa y que recientemente ha comprado I-Robot, responsables de la tecnología de identificación de Roomba, gestionan ellos solos un nivel de información que haría palidecer al mismísimo sistema de Hacienda.

Así pues, este nuevo movimiento encaminado a la independencia digital puede parecer a ojos externos una medida descabellada, pero lo que se juega el gigante asiático es mucho más, solo su economía digital sería cercana a los 50 billones de yuanes, más de 7 billones de euros. Dichas cifras podrían verse afectadas en un futuro próximo debido al cambio de postura de los Estados Unidos y sus aliados en la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN), algo que ya hemos comenzado a ver con la guerra de Ucrania o la visita de Nanci Pelosi a Taiwán.

También podemos analizar lo sucedido en Alemania donde se ha prohibido la venta de los móviles de las empresas OnePlus y Oppo a raíz de una denuncia de la finlandesa Nokia en relación con una disputa sobre la tarifa por la patente de producto de las anteriores. Si medidas similares se extendiesen a más países del viejo continente, las pérdidas para China podrían representar un duro golpe.

La respuesta por tanto preparada por China ó Rusia de poner barreras al campo podría llamarse como se ha ido manifestando “tecnonacionalismo” y representaría parte de un plan bien estudiado que cubre hasta finales de esta década.

Resulta irónico que finalmente el “código libre” pueda ser la herramienta para poner fronteras digitales e impedir un futuro metaverso unificado.

En este lucha por la independencia digital entraría lo que se conoce como Sistemas Operativos de “código abierto” ó “código libre”, lo cuales se entienden como modelos de desarrollo descentralizado, ajenos a cualquier empresa, que distribuyen su código fuente de una forma transparente de manera que puedan ayudarse entre usuarios de una forma colectiva y altruista; el más conocido por el gran público es Linux, y aplicaciones tangibles por esta vía serían proyectos como el polémico Bitcoin. Este software tiene como filosofía la libertad intelectual y el colaboracionismo, ya que el fin perseguido no sería el monetario, sino construir algo más grande que las personas individuales lo harían posible. Resulta irónico que finalmente el “código libre” pueda ser la herramienta para poner fronteras digitales e impedir un futuro metaverso unificado.

Tanto China como Rusia estarían en sintonía con estas ideas. Su premisa principal sería evitar ciertos bloqueos o poder avanzar sin tener que estar atentos a las posibles decisiones geopolíticas de países que no fuesen percibidos como aliados. Es por ello que la inversión que significa la construcción de un proyecto de esta envergadura les saldrá más que rentable a medio-largo plazo.

La “diplomacia digital” o “ciberdiplomacia” es la traslación de la diplomacia al quinto dominio, el ciberespacio.

El resto de las naciones del mundo deberíamos estar atentos a lo que estas maniobras significan, ya que si una de las características del ciberespacio y el futuro metaverso es la transnacionalidad (desplazarse entre países con nuestros dispositivos), esto podría representar un serio obstáculo.

Y aquí es donde entra en escena la “diplomacia digital” o “ciberdiplomacia”. Un concepto surgido hace pocos años y definido como “la diplomacia en el dominio cibernético”, una traslación de la aplicación de la diplomacia en el quinto dominio (detrás de tierra, mar, aire y espacio) de cara a asegurar y afianzar los intereses nacionales de cada país.

Cada día vemos con más claridad como el futuro metaverso va a tener fronteras territoriales basadas no solo en las diversas leyes de los países, si no directamente orográficas, es decir dependientes de cómo se construye el código de la red en las diversas zonas del planeta, lo cual nos va a obligar a disponer de esta novedosa variante de la diplomacia para poder cruzar los límites regionales en vehículos para los que estas nuevas redes no serán diseñados.

Aspectos como la promoción y la protección de los Derecho Humanos en el ciberespacio, aplicación de la legislación vigente en cuestión de seguridad internacional, o la capacidad de aumentar la competitividad y la prosperidad en el ciberespacio, eran ya objetivos principales dentro de la diplomacia española ante el reto digital propuesto en 2015 pero es ahora con los nuevos acontecimientos cuando vemos su necesidad más que nunca. Bienvenidos a la era de las fronteras digitales.

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