Un traductor que estuvo cinco horas retenido en la cárcel o recibe pésames por desconocidos
Miguel Maldonado lleva siempre encima dos baterías porque el teléfono móvil no para de sonar. "Me pueden llamar infinitas veces a lo largo del día", subraya. Es el único intérprete de lengua de signos del Ayuntamiento de Málaga -ahora cuenta además con dos becarios durante seis meses- y tiene la agenda llena. Su trabajo consiste, básicamente, en atender a las personas sordas en su quehacer diario, aunque también traduce un informativo en Onda Azul o películas en el Festival de Cine Español, entre otras cosas.
Su modus operandi es el siguiente. Un familiar de una persona sorda -o esta misma a través de mensajes- le llaman y piden una cita con él para ir a Gestrisam, a Emasa, etcétera a una determinada hora. Maldonado tiene que cuadrar todas las demandas en su horario laboral que, en principio, es de 8:30 a 15:00 y una tarde. "A costa de los años he aprendido dónde están todos los servicios municipales y sus recursos, por lo que ahorramos tiempo", comenta. No es necesario señalar que Maldonado es un empleado conocido en la casa y que tiene centenares de anécdotas.
En el Festival de Cine, por ejemplo, interpreta en lengua de signos la gala de inauguración y clausura pero, además, si algún ciudadano tiene interés en ver una película concreta, se coloca en una zona baja del escenario y la traduce de manera totalmente gratuita.
Un clásico son los entierros. Maldonado explica que se pone al lado del sacerdote e interpreta la misa completa. "Normalmente voy vestido de negro para que haga más contraste con las manos y se vean mejor, por lo que varias veces el cura me ha dado el pésame pensando que yo era uno de los familiares del fallecido", indica. En el polo opuesto acude con cierta asiduidad a bodas civiles del Ayuntamiento. Recuerda que hace poco tiempo interpretó una boda entre dos personas sordas junto al concejal que la ofició y tradujo el contenido de las cartas de afecto de amigos y familiares.
Una vez estuvo cinco horas retenido sin poder salir de la cárcel de Alhaurín de la Torre. "Tenía que atender a un preso y, tras atravesar varios niveles de seguridad, me quedé en una sala con el recluso y con un policía que lo custodiaba. Cambió el funcionario y el nuevo no me dejaba salir cuando terminamos porque no sabía quién era yo. Le expliqué que era el intérprete de signos, pero no pude irme hasta que no se aclaró todo y pasaron cinco horas", relata.
También le ha ocurrido varias veces que le envían citas para ir a recoger escrituras o notas simples que no son suyas, sino de personas sordas a las que ha acompañado a la notaría a firmar una hipoteca o cualquier otro acto.
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