La última sesión

El videoclub El Torcal cerrará el día 15 después de 33 años Los dueños, Rafael y Diego, que ya se jubilan, reconocen el declive del sector y aseguran que sólo quedan seis abiertos

Rafael y Diego, dueños del videoclub El Torcal, posan junto a las películas, que han puesto a la venta con grandes descuentos.
Rafael y Diego, dueños del videoclub El Torcal, posan junto a las películas, que han puesto a la venta con grandes descuentos.
Celina Clavijo Málaga

03 de febrero 2016 - 01:00

"Este negocio ya no tiene futuro. Lo hemos mantenido por tradición, pero desde hace dos años le estamos perdiendo dinero". La sentencia es de Rafael, que regenta junto a su concuñado Diego el videoclub El Torcal. El goteo de bajas de empresas del sector no cesa. La próxima ya tiene fecha y se certificará en apenas dos semanas. El local de estos familiares -que con 350 metros cuadrados se erige en el más grande de Málaga- cerrará sus puertas el próximo día 15 tras 33 años acercando el cine a los vecinos, no sólo de la zona sino también de otros puntos como el centro, Ciudad Jardín, Churriana, Alhaurín de la Torre y Torremolinos. "Son muchos los que nos conocen. Somos una institución del videoclub. Fuimos de los primeros en abrir y hemos llegado a tener 23.000 clientes dados de alta", explica Rafael, que reconoce la tristeza que para los que todavía acuden, algunos ya con hijos y nietos, supone la despedida de este histórico negocio en la barriada de El Torcal.

Fue el pasado mes de diciembre, con un nuevo balance negativo, cuando los dueños adoptaron la decisión de jubilarse. "Ya estamos en edad de dejar de trabajar, pero podrían haber seguido con el negocio nuestros hijos o nosotros hasta que nos lo hubiera permitido la salud. Esto ya no funciona", se lamenta Rafael, que achaca el cierre a la caída de clientes motivada por la visualización masiva de película a través de internet y a la irrupción de la nueva tecnología digital, que ha cambiado abruptamente el escenario. "El 90% era antes público joven. Un sábado se llevaban cuatro o cinco películas. Han sido los primeros que se han perdido porque son también los primeros que se las descargan. Ahora vienen los más mayores o niños pequeños con sus padres para alquilar un videojuego o una cinta infantil", detalla el comerciante.

Los propietarios del videoclub recuerdan la época en que la demanda derivaba en que se formaran largas colas para el alquiler de una película. "No se ve algo así desde hace más de 10 años. Empezamos con un local de 60 metros cuadrados, que se ha ido ampliando. En realidad, fue un boom. Éramos siete personas trabajando. El videoclub ha ido muriendo poco a poco con la piratería, que ha sido un palo muy grande, pero también con las televisiones, que ofrecen muchos productos en casa", precisa Diego. Los dueños reivindican, en este sentido, más control por parte del Gobierno. "Han tardado siete años, entre unos y otros, en hacer una ley contra la piratería, que la aplican sólo cuando a ellos les interesa. Nos han tenido engañados. Cuando uno ve que no tiene posibilidades de futuro, lo mejor que puede hacer es cerrar", añade Rafael.

Las razones para poner fin a un negocio de más de tres décadas no distan de las que, a lo largo de estos años y con cuentagotas, han obligado a decenas de videoclubs a colgar también el cartel de liquidación. Según las cifras que manejan estos empresarios, en Málaga llegó a haber cerca de 200. Ahora no quedan más de seis. "Los pocos que hay se están reiventando. Hay quien vende hasta muebles y ropa. La mayoría se está sumando al negocio de la telefonía. Cuando la empresa funcionaba bien, vendíamos caramelos a granel, postales y música. Lo hemos intentado de todas las formas posibles", recalca Diego, convencido de que el videoclub, en dos ó tres años, dejará de existir.

Con la perspectiva de darle salida a la mercancía, desde hace una semana, el del Torcal tiene todos sus productos a mitad de precio. Hay películas que van de los 50 céntimos a los 5 euros. El local está a la venta, aunque los socios ya han recibido una oferta para convertirlo en un gimnasio low cost. "Ahora viviremos y descansaremos. Cerramos por aburrimiento y no por ganas", apostilla Rafael.

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