"¿Cuánto vale este cuadro?"

Como un gran taller a la intemperie, la Plaza de la Merced sirvió ayer de contenedor artístico para cerca de 40 alumnos de primer y segundo curso de la Facultad de Bellas Artes de Málaga. Lienzos, pinceles, lápices y acrílicos acompañaban el talento en ciernes de jóvenes que se estrenaban así ante la crítica. A partir de las 12:00 y hasta las 16:00, curiosos, sabedores de esta iniciativa, despistados, padres y niños paseaban alrededor de cuadros a medio hacer, atentos a una experiencia novedosa en Málaga y que se repetirá durante todo el curso académico los cuartos domingos de cada mes.

Alfredo Romero ultimaba su obra de arte con una sonrisa de satisfacción dibujada en el rostro. Mientras se pintaba en tonos naranjas jugando al billar un hombre se le acercó interesado en su lienzo y en otros trabajos que pudiera tener. Sorprendido, el joven accedió a la propuesta, y le ofreció su número de teléfono con idea de continuar la posible relación comercial. Como la mayoría de sus compañeros de suelo, el trabajo que ponían en marcha a la vista de todos respondía a un encargo de sus profesores de plasmar una serie cromática sobre la rutina.

Álvaro Liñán no se lo pensó dos veces. La rutina que le vino a la cabeza era El barbas, su compañero de clase. Con una pequeña fotografía de su amigo pegada en el borde superior del lienzo se dedicaba a retratarlo al óleo con el gesto "alegre" que, al parecer le caracterizaba. "Aún me queda. Voy por la segunda mancha. Tiene que haber más", explicaba. Durante la mañana una pareja se le había acercado para pedirle un retrato por encargo. "Le di mi teléfono pero le dije que mejor en verano, cuando termine las clases", recordaba el estudiante.

En el otro extremo de la plaza Curro Cerezo y Javier Valverde ofrecían la estampa de una pareja artística bien avenida. Acostumbran a hacer trabajos juntos en clase preparan una instalación conjunta como trabajo de fin de curso. Para ambos la experiencia de ayer no sólo les venía bien para darse a conocer como artistas en potencia, sino "para reunirte con los compañeros" y, sobre todo, como "excusa perfecta" para pintar. Y, además, para relacionarse con sus retratados. Javier, por ejemplo, comenzó a retratar a bolígrafo a una señora que estaba sentada en un banco hasta que ésta se dio cuenta y le pidió, halagada, que se lo regalase. "Me dijo que lo iba a enmarcar y colgarlo en su casa", rememoraba el joven. La anécdota del día de Curro también le devolvía una gran satisfacción en forma de pregunta. "¿Cuánto vale?", le inquiría un hombre, al tiempo que señalaba uno de sus cuadros ya acabados. "Me quedé un poco cortado, me puse nervioso. No sabía qué decir", resumía el alumno.

La jornada de ayer tuvo su inauguración oficial de manos del alcalde y la decana de la Facultad de Bellas Artes. Rodeados de público -el día acompañaba- compartieron por unos momentos las impresiones de protagonistas y viandantes. Uno de ellos llegó a proponer a los responsables que la iniciativa no se limitase sólo a los estudiantes, sino que se extendiera a otros aficionados extraacadémicos.

Por lo pronto, una de las pocas quejas escuchadas en el debut de Bellas artes en La Merced aludía a la posible gratuidad de los materiales que usan los jóvenes. "Los traemos nosotros de casa. Ellos nos han repartido sólo lápices y cuadernos", comentaba uno de los alevines de Picasso.

Esta nueva actividad se regula a través de un convenio entre el Ayuntamiento y la Universidad de Málaga. El objetivo pasa por apoyar a los artistas universitarios y promocionar su creatividad en un entorno singular como la Plaza de la Merced, tan cercano a la cuna del autor del Guernica. Hasta que finalice el curso, un domingo al mes, el talento menos mediatizado sale a la calle con el arte como argumento para ocupar por derecho la vía pública.