Cuenta atrás para que los vecinos recuperen el Parque del Oeste de Málaga: "Estamos fritos por que se vayan"
Los operarios retiran las últimas vallas y es "cuestión de días" que el espacio vuelva a ser de uso público
Entregan más de 5.000 firmas contra "la privatización" del Parque del Oeste al Ayuntamiento de Málaga
El cielo amenaza lluvia. El Parque del Oeste invita a pasearlo. O mejor dicho, la parte que no está vallada por el Festival de las Linternas anima a recorrerla. Unos operarios retiran las últimas vallas de la polémica; las que han cerrado a cal y canto desde octubre un espacio que era el pulmón de una de las zonas más densamente pobladas de la ciudad de Málaga. Muchos vecinos pasean con sus perros, un hombre hace músculos en la plaza de multideportes, un grupo de adolescentes se divierten con espadas inocuas en una de las pistas, un par de jovencitas hacen piardas resguardadas de ser vistas en un rincón apartado, una barrendera quita las hojas que todavía se desprenden de los árboles, un par de cisnes nadan en el estanque, las palomas hasta cansan con su repetitivo arrullo, los pájaros trinan anunciando la cercana primavera... Es media mañana, hora de colegio. Los parques infantiles están vacíos, sin las risas y la alegría de los niños que les dan sentido.
Trabajadores que recogen los materiales del contestado festival estiman que es “cuestión de días” que todo el parque vuelva a ser de uso público, como siempre. Como antes de que se vallara, arrebatando a los vecinos el disfrute de la principal zona verde del entorno.
Ezequiel Dionisio, vecino de Santa Paula, ha sacado a sus perros. “Estamos fritos por que se vayan; nos han confiscado la zona de paseo, nos la han quitado”. Opina que se podrían haber llevado tanto despliegue al Jardín de la Concepción o al Paseo del Parque, “cerquita del Ayuntamiento”. Aplaude que “la lucha de los vecinos” haya conseguido que el festival no se repita en esta ubicación. “El alcalde se dedica nada más que a las grandes torres y mira poco por la ciudadanía. Porque nosotros también pagamos impuestos, pero por aquí no limpian igual que en la calle Larios”, se queja. Añade que un poco más allá, en los antiguos terrenos de Repsol, también se proyectan “más torres”, pese a la gran necesidad de zonas verdes que tienen todos los barrios de la Carretera de Cádiz. Cuenta que ha estado en Munich (Alemania) para ver a su hija, y que allí hay grandes parques para disfrute ciudadano. Aquí, en cambio, son pocos, reflexiona.
Y, encima, parcialmente “privatizado”, se quejan los residentes de la zona. “El parque ha estado confiscado a los vecinos por negocio”, protesta Manuel, que viene desde Puerta Blanca a pasear con Pepe, su perro. Alega que es un espacio para disfrute de los abuelos con sus nietos, de los vecinos con sus mascotas, de los niños... Esgrime que si la pérdida del parque para uso ciudadano hubiera sido por una causa benéfica, “hubiera sido comprensible y habría tenido sentido, pero por negocio es... chocante”.
Mientras los testimonios se suceden, los operarios siguen retirando vallas y la barrendera continúa quitando hojas, el trasiego de gente va en aumento a medida que avanza la mañana. Cerca de la puerta entrada de lo que fue el Festival de las Linternas, alguien ha escrito en tiza, en una decena de idiomas: “¡Nunca más, adiós!”. En un lateral, puede leerse “Fuera vallas, parque libre”.
Sigue sin llover. Y los pájaros a lo suyo, con sus arrullos y sus trinos. Ellos sí que pueden disfrutar de todo el parque. José Luis Medina pasea con su mujer. Han salido a dar una vuelta con Lucky y Lola, los perros de la familia. “La señora Teresa Porras ha tenido la poca vergüenza de decir que éramos violentos. Que lo demuestre ¿Dónde están los contenedores quemados? Eso es un delito de calumnias”, argumenta. Y aclara que sabe de lo que habla porque ha sido policía. “Contra los chinos no tengo nada, pero sí contra el alcalde y contra el uso privado de un espacio público”, dice del tirón. Opina que podrían haberse llevado el Festival de las Linternas al Real de la Feria o al Campamento Benítez, “que los tienen muertos de risa”. Además, considera que si al final el evento ha sido un fracaso no es por culpa solo del rechazo vecinal, sino también del alto precio de las entradas. Tres o cuatro veces más caras que otros espectáculos similares que se han desplegado en Madrid donde, comenta, la entrada costaba “unos tres euros”.
Ana Fernández confiesa que está “encantada de que se vayan”. Vio el festival con las entradas gratis que regalaron a los residentes del entorno. “El espectáculo es bonito, pero este es un espacio público orientado a las personas, para que paseen. El rechazo vecinal ha sido la clave para que no se repita”.
Encarnación y Miguel viven cerca. Están jubilados y acuden a este espacio a diario. “El parque es para disfrute de los vecinos, no para que esté vallado”, sostiene ella. Sobre el hecho de que las protestas hayan logrado que el festival no se repita aquí, él acota: “Mejor así, que no vuelva”. Luego afirman que les regalaron entradas para asistir al polémico espectáculo, pero que no fueron. Por boicot, por convicción. “A mi hija, que vive fuera, cuando vino, le dijimos si quería ir con esas entradas regaladas y tampoco quiso”, agregan.
Cerca de allí, Concepción, Eusebio y “compañía” (prefiere mantener su anonimato) charlan aprovechando que aún el cielo no descarga lluvia. Una de ellas va con el carro de la compra. Una cuarta vecina las saluda y se aleja con prisa. “Voy a comprar fruta”, se excusa. Los tres son los únicos entrevistados que no expresan quejas del uso privado del parque para el Festival de las Linternas. Dicen que no tienen objeciones y achacan las movilizaciones a “intereses espurios”. Porque, “como gobierna quien está, los contrarios tenían que reclamar”, manifiestan. Tras dar sus opiniones, siguen enfrascados en la charla bajo un cielo ligeramente encapotado.
Después, una intermitente llovizna va marcando la mayor o menor afluencia al parque. Un espacio de 45.000 metros cuadrados que dentro de pocos días los vecinos podrán volver a disfrutar al completo, como antes, como siempre...
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