Venezolanos en Málaga

El alma en vilo a 7.100 kilómetros de Venezuela

  • En Málaga residen más de 2.800 venezolanos, un 40% más que en 2017, que viven con gran preocupación la situación actual de su país natal y sus familias

Venezolanos, este pasado viernes, en un comedor social en la localidad colombiana de Cúcuta, junto a la frontera con Venezuela.

Venezolanos, este pasado viernes, en un comedor social en la localidad colombiana de Cúcuta, junto a la frontera con Venezuela. / Mauricio Dueñas Castañeda/ Efe (Cúcuta (Colombia))

Una de las cosas más duras por las que puede pasar un ser humano es tener que abandonar su país ante el temor de ser asesinado, torturado o secuestrado, y dejar allí a sus padres, hermanos, tíos e incluso hijos sin saber si sufrirán algún tipo de tormento o si los volverán a ver en persona. El exilio forzoso es otra sentencia, máxime cuando al país al que uno se dirige normalmente no le recibe con los brazos abiertos y tiene que sortear numerosos trámites burocráticos para, al menos, estar de forma legal. Por mucha formación académica y experiencia profesional que se tenga, si encuentra trabajo será en lo que nadie quiera, al menos al principio.

En pleno siglo XXI, esta situación la viven millones de personas, desde los subsaharianos que intentan atravesar prácticamente a diario el Mediterráneo para llegar a Europa –perdiendo la vida muchos de ellos en el camino–, a los sirios o los rohingyas. Ahora la están atravesando también los venezolanos, que han visto como las sucesivas dictaduras de Hugo Chávez y Nicolás Maduro han esquilmado un país antaño rico por el petróleo y dejado a la población en la ruina. Sin alimentos, sin medicinas, sin seguridad, con una inflación disparada, sin futuro y, por ahora, sin una solución a corto plazo porque Maduro no abandona el poder pese a la insistencia de la comunidad internacional.

Miles de personas han abandonado el país, muchos de ellos jóvenes que probablemente ya nunca regresarán si consiguen asentarse en otros destinos. Una generación entera perdida. En Málaga había, según el INE, 2.851 venezolanos censados en 2018, un 40% más que en 2017 y casi el doble que en 2016. Este diario se ha puesto en contacto con cuatro de ellos. Sus historias ponen los vellos de punta, pero tienen un denominador común: la esperanza y la alegría por poder contarlo.

Vanesa Leidy Néstor en Málaga Vanesa Leidy Néstor en Málaga

Vanesa Leidy Néstor en Málaga

Leidy Vanessa Fernández. Administrativo. 32 años

“Estaba fichada por la policía y no podía comprar ni un kilo de carne con mi sueldo”

Llegó a Málaga el 4 de diciembre, por lo que apenas lleva dos meses en la provincia. Trabajaba como administrativo en la Universidad de Los Andes, una de las más importantes de Latinoamérica, “pero con mi sueldo no podía comprar ni un kilo de carne o un cartón de huevos”, apunta. Vivía en la localidad venezolana de Mérida y, al ayudar a jóvenes en contra del régimen de Maduro, estaba fichada. “Los guardias entraron en mi residencia, me robaron el móvil e intentaron agredirme”, recuerda. Tiene familia española y decidió venir a Málaga para sobrevivir porque “Andalucía se asemeja mucho a mis raíces y tenemos el mismo idioma”. Es licenciada en Educación pero, por ahora, solo ha podido trabajar como jardinera, limpiadora o cuidando a personas mayores. Ha iniciado los trámites para pedir asilo por protección internacional y, pese a todo, afirma que está “contenta”. “La acogida en España ha sido muy receptiva”, indica. Su madre falleció en 2014 de leucemia por falta de medicamentos y está “muy preocupada” por su familia. “La delincuencia en Venezuela es cada vez mayor, no hay comida y me cuentan que hay hasta 40 apagones de luz al día”, narra.

César Castillo, cuando participó en un programa de talentos en Portugal César Castillo, cuando participó en un programa de talentos en Portugal

César Castillo, cuando participó en un programa de talentos en Portugal

César Castillo. Economista, mago y empresario. 

“Me detuvieron y torturaron por una protesta estudiantil en 2014 y muchas noches aún no puedo dormir”

Era un dirigente estudiantil en la facultad de Económicas de la Universidad Central de Venezuela. Maduro retiró la selectividad para enchufar en las universidades a los estudiantes de su cuerda y los alumnos se rebelaron. En una de las protestas, la Guardia disparó a una amiga suya y al ayudarla le arrestaron. Era el 14 de febrero de 2014. “Me quitaron todo y me tuvieron dos semanas preso de calabozo en calabozo para que mi familia no me pudiera encontrar”, explica. Allí fue torturado y acosado sexual y psicológicamente. Le imputaron 12 cargos y al ir al juicio estaba tan golpeado que la jueza, finalmente, le condenó a un año de trabajo social y le recomendó a su padre que se fuera del país porque podían arrestarle en cualquier momento con algún pretexto. “El maltrato fue muy fuerte y hay muchas noches que no puedo dormir. Sigo en tratamiento psicológico y cuando veo policías en Málaga lo paso mal”, añade. Está declarado persona non grata por el gobierno venezolano y huyó a Portugal en 2015 junto a su novia, ya que ella es de ese país. No tenía papeles, entró en Portugal como turista y para ganarse la vida, pese a ser economista, hacía espectáculos de magia por la calle sin hablar nada de portugués.  "Una noche conseguí 200 euros, mi novia daba saltos de alegría cuando llegué a casa", rememora sonriente. Salió incluso en el programa Got Talent de Portugal como mago en 2016, aunque no pudo firmar ningún contrato porque no tenía los papeles de residencia ni la nacionalidad. Un amigo le habló la posibilidad de abrir en Málaga un negocio de estética y se lanzó a ello junto a su ya esposa portuguesa. Llegó a Málaga hace apenas tres semanas -su mujer lo hizo en diciembre- y han abierto un establecimiento llamado Avila Nails en el centro comercial Málaga Plaza. Tiene una cuenta en Instagram (elmagoypunto) con 10.000 seguidores en los que habla de sus espectáculos y de toda la información posible sobre Venezuela, por lo que se ha convertido en un altavoz internacional para denunciar la represión en su país. También ha escrito un monólogo denominado Como tu sobre su vida que ya ha sido estrenado en Miami por un actor amigo suyo y que él mismo representará el próximo 2 de marzo en la sala Bonanza en Benalmádena. Lleva tres años sin ver en persona a su familia y asegura que "espero que el negocio crezca, me dé estabilidad y pueda traerme a algún familiar". Su vida ha sido dura y afirma que "no deseo que nadie pase por lo que he pasado yo", aunque precisamente esa experiencia negativa le hace ser más optimista de cara al futuro. "Hay que vivir el presente y disfrutarlo, vivir todos los días al máximo de alegría con positividad", destaca. 

Gustavo González y su esposa en Málaga esta pasada Navidad Gustavo González y su esposa en Málaga esta pasada Navidad

Gustavo González y su esposa en Málaga esta pasada Navidad

Gustavo González. Diseñador Gráfico. 44 años

“Me aterraba que pudieran secuestrar a mis hijos. Irte de tu país era duro, pero quedarte era peor”

Es diseñador gráfico y vivía en Venezuela junto a su esposa y sus dos hijos mellizos. Con la muerte de Chávez, el país entró en una espiral de delincuencia y secuestros que “me aterraba, sobre todo cuando tienes hijos”. Tras meditarlo durante año y medio, decidieron dejar el país por seguridad y emigrar a España porque su esposa es hija de asturianos que fueron a Venezuela en los años 50 y tiene, por tanto, la nacionalidad española. Probaron primero en Valencia en 2015 pero no les convenció y llegaron a Málaga hace diez meses. “Es duro irte de tu país, pero quedarte era peor”, señala. Desde Málaga trabaja on line para una empresa estadounidense haciendo diseños. “Nos vimos contra la espada y la pared, con 44 años y dos niños por lo que teníamos que reinventarnos porque si no produces dinero rápido no puedes vivir aquí”, comenta. Sus padres, varios hermanos y sus suegros siguen en Venezuela. “Estamos preocupados porque el país ha regresado a la Edad Media, un salario medio es de 10 dólares al mes y hay problemas de nutrición en los niños. Se está minando a generaciones, por lo que la desolación es económica y social”, destaca.

Franklin Vargas en Málaga Franklin Vargas en Málaga

Franklin Vargas en Málaga

Franklin Vargas. Peluquero y profesor de baile. 

“Cuando me llaman desde Venezuela es porque han matado a alguien o no hay comida. Vivo en zozobra”

En 2004, en plena ebullición chavista en Venezuela, quería comprar una casa y se empezó a hablar de expropiar la propiedad privada. Prefirió irse del país y se vino a España. Aquí lo pasó fatal al principio. Una mujer le ofreció un supuesto trabajo de profesor de baile cuando, en realidad, le puso a trabajar en un locutorio donde dormía en un colchón hinchable, se duchaba con una manguera en un jardín y solo comía productos enlatados al no tener cocina. “No podía denunciarla porque estaba ilegal. Mi primer año fue muy duro”, recuerda. Una israelí que iba al locutorio le invitó a irse a su casa a vivir, por lo que cogió un colchón de la basura y dormía en la terraza. “Empecé a dar masajes a prostitutas y clases de baile en Benalmádena”, relata. Poco a poco le fue mejor y, hoy en día, tiene una barbería, es profesor de baile, está casado y tiene hijos. “Todos tenemos familiares en Venezuela. Cada vez que me suena el teléfono y veo que es de allí me dicen que no tienen para comer, para vestirse o que han matado a alguien, por lo que vivo con zozobra. Hace dos años pude traerme a mi hermano y, al menos, sé que a él no lo van a matar en Venezuela”, afirma.

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