juan josé padilla. torero

"El vestido de torear queda colgado para los restos"

  • La decisión de retirarse causó diversas opiniones dentro de su familia

  • Afirma que el valor no está en ponerse delante de un toro, sino de la vida

Juan José Padilla.

Juan José Padilla. / manuel bruque / efe

Será la última vez que el maestro Juan José Padilla pise el ruedo de La Malagueta vestido de luces. Es difícil despedirse de 25 años de historia en una sola temporada. Tampoco hacer balance en 5.112 caracteres. Sin embargo, el ciclón de Jerez no quiere perder ni un solo minuto de esta intensa campaña. Comenta sus sensaciones sobre la corrida de San Sebastián al inicio de la conversación. No le ha gustado "ni un pelo" la actitud del cuarto toro. Lo pasó mal. Aun así se encuentra feliz con el cariño del público de una plaza en la que ha sido galardonado con tres Conchas de Oro. Afirma que algún día explicará porqué, durante un tiempo, vistió con aquellas monteras anchas y los añejos vestidos con los que más de un niño se aficionó a los toros.

-¿Por qué decidió que este era el último año?

-Después de la temporada pasada en la que realicé una gran campaña, quedando líder del escalafón y realizando un recorrido precioso, maduré en un viaje de vuelta de Zaragoza y decidí que era la decisión que debía tomar. Se lo comuniqué a mi mujer y a mis hijos. Cumplía 25 años de matador con un año maravilloso y una etapa de mi vida inolvidable en la que conseguí mucho más de lo que podía haber soñado. Pienso que es el momento.

-¿Es un adiós o es un hasta luego?

-Estaré cercano a la fiesta siempre pero no tengo pensamiento de vestirme de torero. Sin embargo, lo que tengo claro es que no voy a volver a hacer campaña. Tiene que ser algo fuera de lo habitual. A lo mejor una beneficencia, a lo mejor alguna rememoración especial... Lo que tengo claro es que el vestido de torear queda colgado para los restos.

-¿Qué le dijo a la familia?

-Ellos fueron los primeros en enterarse. Mi mujer Lidia estuvo de acuerdo aunque ella no suele pronunciarse mucho, sino apoyarme en todo lo que hago. Mi hijo Martín, encantado con que esta temporada sea la última. Sin embargo, Paloma se enfadó. Ella es muy aficionada, me ha acompañado a muchas plazas y quizá se pensó que esto sería para siempre y que ahora se acaba el mundo.

-Cuando usted se levanta y se mira en el espejo con el cuerpo cosido de cornadas, ¿piensa que mereció la pena?

-Siempre. He pagado un alto precio que me ha sido muy recompensado con el mundo toro. Mi trayectoria ha estado marcada por dos etapas. En la primera tuve que enfrentarme a las ganaderías más duras del campo bravo, cargándome a mis espaldas muchos toros de Miura, Adolfo, Escolar, con las que me defendí bien. Y después de Zaragoza comencé a vivir la parte alegre compartiendo cartel con las figuras, que es algo que había soñado desde siempre. Por supuesto, con todo el respeto del mundo hacia el escalafón. Me he sentido muy recompensado, empezando por poder vestirme de torero.

-¿Por qué no guarda rencor al toro?

-Porque fue una decisión que tomé yo. Desde muy pequeño adoré a los toreros y supe que quería estar ahí, en el ruedo, delante del animal. Me marcó mucho la muerte de Paquirri, alguien que me había ayudado mucho en mis comienzos, con quien había comido y estado en su casa... Aquello me afectó y desde entonces supe que a mí también me podía ocurrir.

-¿Cómo le explica a alguien que no le gustan los toros que el animal que casi le mata fue el que le dio la vida?

-Es muy difícil de comprender. Zaragoza me dio a conocer por la espectacularidad de la cornada y de las consecuencias: la pérdida de un ojo, de la audición de un oído... Pero no ha sido la más grave. He tenido otras peores como la de Huesca, que estuve un mes y medio en una UCI intubado. Ahí es cuando tuve que ponerme de pie y reponerme del golpe para poder salir adelante. El valor no está en enfrentarse a un toro, está en enfrentarse a la vida.

-Tras su cornada de Zaragoza volvió a vincularse el concepto de héroe con el de torero.

-Lo había leído en la prensa pero no me considero como tal. Conseguí salir adelante de mi percance apoyado en la fe y en muchas personas anónimas y que también han tenido que afrontar circunstancias muy duras, parecidas o incluso más complicadas. He podido rehacer mi vida, mi profesión e integrarme en todos los sentidos. Pero si mi cornada ha sido útil para que alguien que estaba en la cama haya hecho un sacrificio para ponerse en pie, me llena de orgullo. Esto me ha servido para valorar la vida. Tenemos muchísimas cosas que hacer y no podemos quedarnos en un sofá. Tenemos la obligación de levantarnos cada vez que caemos.

-¿Hubiera sido posible salir adelante sin la fe?

-No me he conocido nunca sin fe. Siempre he tenido presente al Altísimo y siempre me he apoyado en Él. He depositado toda la confianza en el Señor y le he ofrecido cuanto consigo. Sinceramente, no lo sé. Todo lo vivo en la fe y en Dios.

-¿Qué ha sido lo más grande que le ha dado el toro?

-El toro ha sido una universidad para mí. He conocido lo que es la ética, el respeto, y los valores de la disciplina, la vida y la calidad humana tan inmensa que existe en este arte.

-¿Le cortará su hija la coleta?

-No creo porque nunca tomé esa decisión. Solo la de dejar de torear. Al final, uno es torero toda su vida.

-¿Y, después de esto, qué?

-Dios dirá.

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