Málaga

La vida que entra al abrir la puerta

Es pequeña y de colores. Está entre bloques y pasa un poco desapercibida en el trasiego diario de la calle Ferrándiz, en el barrio de la Victoria. Pero esa puerta, que siempre se abre generosamente a todo aquel que quiera aportar algo, es el umbral de un colegio diferente. Hace ya 12 años, un grupo de docentes consideró que este centro de compensatoria, cuyas familias son de escasos recursos económicos y culturales, tenía que convertirse en una escuela abierta al barrio, que fuera seña de identidad y orgullo de la comunidad, que tuviera a madres, a voluntarios participando activamente del aprendizaje de los alumnos, con mentes abiertas al diálogo y proyectos compartidos con escolares desde los 3 a los 12 años. "Se trata de aprovechar los saberes de cada uno", como dice la directora, Maribel Serralvo. El CEIP Nuestra Señora de Gracia es una de las nueve comunidades de aprendizaje que se desarrollan en la provincia. Y los resultados son tan positivos que los niños son felices en sus aulas y sus progenitores continúan apegados al cole cuando éstos se marchan al instituto.

"Éste era un colegio con bastante inestabilidad en la plantilla, había cierta desconfianza entre las familias, en el centro existía un régimen estricto que provocaba un gran absentismo y se rumoreó su posible cierre", recuerda la directora. En 2003 presentaron a la Delegación de Educación el proyecto La ilusión de vivir y crecer en compañía y ocho docentes llegaron en comisión de servicio. Entonces se vivió un cambio radical. Cuando la Consejería de Educación abrió en 2012 la convocatoria de comunidades de aprendizaje, el centro entró a formar parte del primer grupo "porque compartíamos desde hace años esa filosofía", apunta Serralvo.

"Se trabaja con la familia, haciendo especial hincapié en la figura de la mujer y se ofrece un acercamiento a la cultura desde una perspectiva más amplia, en la que caben todos, queremos que alumnos y familias se sientan satisfechos del centro y deseosos de venir a la escuela a aprender", dice Mercedes Jiménez, maestra del centro. "Una comunidad de aprendizaje significa que un centro se abre al entorno y que la comunidad entra a trabajar en el centro", agrega la directora.

El alumnado llega al CEIP Nuestra Señora de Gracia desde Cruz Verde, Lagunillas, Pinosol y Barcenillas, principalmente. Existe un porcentaje alto de escolares de etnia gitana y de padres extranjeros. En general las familias tienen un poder adquisitivo bajo o muy bajo y más del 90% tiene bonificado totalmente el comedor y los otros servicios. Desde Infantil hasta 2º de Primaria trabajan por proyectos y sin libros de texto. En el resto de cursos, aunque utilicen manuales, también se persiste en una forma más libre de aprender y los proyectos implican a todo el centro desarrollando ideas al unísono.

El arte y las relaciones, entre iguales, entre profesores y alumnos de otras tutorías, entre niños de cursos diferentes, entre docentes y familias, son los dos ejes fundamentales sobre los que gira la vida en este centro. "El arte como herramienta pedagógica que libera y que ofrece una visión de la vida", cuenta Inmaculada, una de las maestras veteranas y explica, junto a Isabel Cardona, su compañera, que "en la mayoría de los centros la presencia de la familia en la vida escolar es muy limitada y aquí es objetivo prioritario, todas las mañanas entran en clase con los niños, los acompañan, charlan un rato con los maestros... ese contacto es muy importante".

"Antes percibían que la escuela no era amiga y ahora notan que son parte de ella", considera Isabel. "También influye la mirada que tengas hacia la familia, hay muchas maneras de respetar, aceptar y, también, poner límites", agrega Inmaculada. En el Gracia, como ellos mismos denominan al centro, entendieron que si no educaban también a los padres no avanzarían con el alumnado. Por eso tienen un taller de alfabetización, las charlas con café, el aula de teatro, un curso de cocina y todo tipo de recurso que se les ocurra para convertirlo en un centro activo de aprendizaje para cualquier edad.

Virginia Guerra trabajó durante años en un circo y sus hijas cambiaban de colegio cada semana. Cuando se estableció en Málaga volvió a su barrio. Su familia quiso que las pequeñas estudiasen en el colegio El Monte, como ella hizo en su infancia, pero las únicas plazas libres estaban en Nuestra Señora de Gracia. Todavía celebra ese cambio de planes, porque se enamoró del colegio al conocerlo. Participa en el aula de teatros, en las audiciones en las que leen cuentos a los niños, es vicepresidenta del AMPA, está en el consejo escolar y en la comisión de Ayuda en Acción. "Mientras tenga tiempo estaré aquí", dice esta auxiliar administrativo que ahora limpia casas por horas.

A su lado, Maribel Gaviero explica que aún sin tener a sus hijos en el colegio sigue vinculada a él. "Cuando eché la solicitud y me dijeron que entró aquí se me vino el mundo encima", reconoce. Estaba viejo, era pequeño y tenía mala fama. Pero la tutora de su hijo la convenció de que las cosas iban a cambiar y le dio un voto de confianza que se ha alargado una década. Su activa participación en el centro no cesó cuando sus hijos se marcharon al IES Vicente Espinel y comparte entusiasmo con Loli Illesca, con Mar Redondo e Inmaculada Quintana. "En un grupo de terapia familiar conoció a madres que tenían a sus hijos aquí, fui valiente y cambié a mi hija de colegio, y mi hija está feliz, en dos años ha cambiado mucho", asegura totalmente convencida de que su decisión fue la mejor que pudo tomar.

"A mis hijos les encanta el cole, hacen sus tareas cuando llegan sin tener que decirles nada y sacan muy buenas notas", reconoce Mar. "Aquí encontramos un colegio diferente", añade Inmaculada. La mayoría de estas madres no tiene estudios superiores, algunas tan sólo el graduado escolar o ni siquiera eso. Sin embargo, se esfuerzan y ponen todo de su parte para colaborar en el aprendizaje de sus pequeños. Loli, por ejemplo, viene al taller de alfabetización y los martes asiste a clase. "Ayudamos a los alumnos a hacer sus ejercicios, debatimos los temas y estoy aprendiendo mucho", apunta.

Dos madres que hablan inglés pasan el miércoles en el centro para trabajar junto a la profesora en pequeños grupos. Virginia, que sabe alemán, va a ofrecer introducir esta lengua en el colegio. "A mi esto me ha dado la vida", dice Loli. Mar destaca que "aquí se hacen muchas asambleas" y que el diálogo es fundamental en la resolución de conflictos. El apoyo a los que les cuesta más, la complicidad que existe entre todos, el cariño y el respeto mutuo son herramientas básicas para afrontar los retos diarios. Es la vida que se deja entrar cuando se tienen las puertas abiertas.

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