Málaga

La vida, mejor en familia

  • Más de 150 hogares malagueños sirven de amparo para niños tutelados por la Junta de Andalucía

"Qué bien que hayas llegado a casa, te estábamos esperando". Esas fueron las primeras palabras que escuchó Agustín cuando hace casi dos años llegó al seno de la familia Gutiérrez Pascual tras su paso por un centro de protección. Bajo el programa de acogimiento profesionalizado de Infania, institución malagueña colaboradora de la Junta de Andalucía en este ámbito, Yolanda y Manuel decidieron recibir a Agustín, que sufre parálisis cerebral, para proporcionarle el ambiente de una familia durante el tiempo en el que su madre biológica no puede hacerse cargo de él.

La experiencia de esta familia en el acogimiento se remonta a 2008, cuando tras ver un anuncio de Infania decidieron dar el paso. "La primera bebé que acogimos venía inexpresiva, pero tras una semana con nosotros comenzó a responder a los estímulos. Ahí vimos que el acogimiento era útil, que merecía la pena", asegura Manuel. Tras esta primera vez, se sucedieron otras tres más: dos bebés y Agustín.

"Un día nos llamaron desde Infania y nos hablaron de este caso. Al principio todo era un desconocimiento, pero poco a poco te das cuenta de que es algo natural, necesitas más tiempo pero no es difícil", explica esta familia que optó por el acogimiento profesionalizado, es decir, aquél destinado a menores con algún tipo de necesidad especial, discapacidad física o intelectual, enfermedad crónica o simplemente con hermanos que han de ser acogidos en conjunto. "Para ellos el programa era ideal no sólo por su experiencia anterior, sino porque Yolanda tiene preparación académica para poder tratar al niño", reseñan desde Infania.

No para todas las familias resulta tan fácil dar el primer paso. La mayor incertidumbre que les asalta es pensar que tendrán que dejar a los menores, ya que el acogimiento nunca puede derivar en adopción. "Al principio teníamos la duda de si nos iba a costar o no, pero las charlas de Infania nos abrieron otra visión: antes de empezar teníamos asimilado que se iba a ir, pero el tiempo que está en nuestra casa es tiempo que no se encuentra solo en una residencia y podemos cuidarlo", indica la familia. Un momento también complicado es explicarle a los propios hijos la decisión. "Mis hijos están aprendiendo unos valores con Agustín que no lo harían de otra forma", dice Yolanda. Y añade que muchos de los progresos del menor han sido "gracias a la presencia de otros niños en casa".

El dolor y la alegría son las dos caras de la moneda del acogimiento, lleno también de incertidumbre. "Tienes el miedo de ver dónde va después y quieres juzgar si es lo mejor para él; pero la familia biológica o de adopción tiene su derecho y estamos preparados para cualquier cosa. Tenemos claro que nuestro papel es temporal", aclara Manuel. "Pensaba que iba a ser un acogimiento en el que sólo iba a dar y con el tiempo encontré que recibo mucho más. No hace falta que hable para saber lo que quiere", añade emocionada la madre.

Durante el tiempo que los menores pasan con las familias, éstas han de mantener vivo su desarrollo a través del llamado libro de vida. "Recogemos toda la información del niño, la conservamos y protegemos hasta que se marcha y se le hace entrega de este pedacito de sus memorias", agrega Yolanda. Cualquier detalle puede ser recopilado: fotografías, vídeos u objetos de momentos importante en su vida, con la misión de proporcionar al acogido sus recuerdos. "Es un proceso que sirve para entender psicológicamente que se termina el ciclo y se marcha el menor", añade una de las psicólogas de Infania.

El encuentro con las familias biológicas supone otro de los puntos espinosos del acogimiento ya que podría ser un conflicto para los propios menores. No obstante, sólo se promueve el contacto cuando las circunstancias son adecuadas.

Para los encuentros se utilizan lugares clave. "Él se dio cuenta de que su madre y la familia estaba unida. Lo importante aquí es el niño, y la reacción de Agustín fue de alegría pletórica, para él es bueno el ver que tenemos ese contacto", remarca Manuel. De esta forma, además, la madre biológica puede mantener el vínculo con el niño y ver cómo evoluciona.

En el proceso es clave el papel de Infania como mediadora entre ambas partes para que la familia biológica no vea a la ajena como un enemigo ni viceversa. Durante el acogimiento, las familias reciben soporte de cualquier tipo por parte de la entidad. "Es nuestra obligación resolver dudas o hacer reuniones para que los padres puedan reconducir su actividad y no se confunda el objetivo del acogimiento", explican en Infania, con la cual trabajan en este momento alrededor de 90 familias de acogida.

Todos los niños con los que se lleva a cabo el acogimiento son menores tutelados por la Junta de Andalucía -que incluso aporta en algunos programas ayuda económica- y entidades como Infania u Hogar Abierto tramitan el servicio a determinadas familias -que han sido seleccionadas como aptas por técnicos y especialistas- para evitar que sean institucionalizados. "La evolución de los menores cuando viven integrados en un ambiente de hogar es sorprendente. Además, los conocemos a todos y sabemos qué es lo que puede ofrecer cada familia según las necesidades del menor", explica una de las psicólogas de Infania.

Como Yolanda y Manuel, más de 150 familias malagueñas participan en este programa. "Nosotros no somos una familia de grandes recursos, pero aquí nunca faltará un dormitorio para el niño, alimentos, educación y cualquier otra cosa que necesite. Nosotros seguiremos siempre que podamos, ¿no?", sentencia Yolanda mirando con complicidad a Manuel.

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