"La vida y la muerte tienen un concepto diferente con este deporte"
Manuel gonzález. alpinista
Con varios 'ochomiles' a sus espaldas, Lolo ha tenido tiempo de disfrutar de los éxitos conseguidos y de lamentar la pérdida de algunos compañeros
A pesar de haber nacido al pie del mar, en San Pedro Alcántara, en la Costa del Sol, Manuel González, más conocido por todos como Lolo, siempre tuvo la vista puesta en la montaña. Desde muy joven se sintió atraído por la naturaleza. Primero fue la espeleología y después la montaña, que se ha convertido en su droga desde hace ya más de 30 años. Con varios ochomiles a sus espaldas, Lolo ha tenido tiempo de disfrutar de los éxitos conseguidos y de lamentar la pérdida de compañeros en algunas expediciones. Él mismo estuvo a punto de perder la vida en el Lhotse, donde pasó una noche completa a la intemperie a más de 8.000 metros de altura. Volvió a nacer, como él siempre repite. A pesar de los pesares, Lolo sigue calzándose las botas porque el alpinismo es su forma de vida. Inmerso en el proyecto Andalucía 8.000 pretende promover que el deporte andaluz consiga conquistar las pocas cumbres que le quedan para completar las 14 más importantes que existen en el mundo con esa altitud. Sampedreño apasionado y uno de los promotores del segundo club alpino más antiguo de la provincia, el Ama Dablam, ahora inicia sus aventuras cámara al hombro para traer a nivel del mar la esencia de las expediciones que le llevan a tocar el techo del mundo.
-¿Cómo se introduce en el mundo del alpinismo?
-De forma autodidacta. Yo hacía espeleología con Miguel Ángel Mateo hasta que cayó en nuestras manos un manual de escalada. Nos entusiasmó e intentamos ponerlo en práctica en Benahavís. Esa fue nuestra primera aventura, que por cierto resultó ser un desastre. Después seguimos y cruzamos a Marruecos en el año 1983. A raíz de ahí formamos el club alpino Ama Dablam y así hemos llegado hasta hoy.
-¿Qué tiene la montaña que hace tan difícil dejarla?
-Es difícil de explicar. Allí tenemos la oportunidad de disfrutar de un entorno muy especial y disfrutar de unos valores como la solidaridad, el compañerismo, el saber apreciar cosas muy pequeñas que se han convertido en vanalidades y que son muy importantes… Te transforma la personalidad.
-¿Aparecen capacidades del ser humano que uno no pensaba que pudiera desarrollar?
-Sí. Al existir la posibilidad de que se produzcan situaciones límite hay cuestiones que el ser humano tiene adormecidas en condiciones normales y que allí pueden aflorar.
-Empezó con unos 18 años. ¿Cómo lo vieron sus padres?
-Al principio se oponían, como cualquier familiar de alguien que practica este deporte, pero pensaban que era una moda pasajera inducida por las compañías.
-En aquella época no había afición al alpinismo.
-Había muy poco movimiento de escaladores en la comarca. Había un chico de San Pedro que hacía escalada y falleció en la cueva del Gato. Nosotros empezamos a divulgar la escalada, a darle cuerpo a través de la creación de una entidad deportiva. En aquel momento era complicado, sobre todo a la hora de solicitar ayudas a las administraciones que nos veían como locos. Hoy ya se ve como un deporte, considerado de riesgo, pero no una locura. En estos momentos, en Málaga, somos el segundo club más antiguo de la provincia. En la capital sí que había más movimiento.
-Dentro de esa labor de divulgación que pretenden realizar en torno a la escalada se incluye la reciente presentación del documental 'De cero a 8.000' en el que recogen la experiencia de sus dos últimas expediciones.
-En realidad llevamos grabando las tres últimas salidas, pero hicimos el documental con dos para recoger dos montañas, dos países y dos culturas diferentes, una en Pakistán y otra en Nepal. La escalada no se limita solo a subir a la montaña. Durante mucho tiempo convives con la gente del lugar, con los porteadores, las personas que viven en las aldeas. Es muy enriquecedor y lo que mostramos es un compendio de situaciones que nos llevan a ir a esos lugares.
-Hablamos de las últimas expediciones, que son las que se pueden ver en el documental, pero la primera fue hace 20 años y le enfrentó al Aconcagua.
-Aquello fue el punto de inflexión. A nivel local sorprendió. Éramos tres chavales que nos íbamos en invierno a enfrentarnos al Aconcagua. Aquello fue muy especial. Tuvimos que mantener reuniones con políticos de la época para solicitar ayudas y en esos encuentros incluso se rozaba el insulto. Sin embargo, a la vuelta, cuando habíamos culminado la expedición y volvíamos a casa nos hicieron un recibimiento que incluso daba vergüenza. Hasta nos pasearon en un Rolls Royce… Al margen de esto la experiencia fue maravillosa y muy dura. Una de las experiencias de montaña más inolvidables que he vivido.
-Tanto es así que si le digo Aconcagua y paquete de tabaco, ¿qué le viene a la cabeza?
-Me perdí por una tormenta. Fueron 36 horas muy duras. Ya no me quedaba ni material ni comida, solo dos paquetes de cigarrillos. Me fumé uno y me comí el otro. El desenlace fue bueno aunque todos lo pasamos bastante mal.
-¿Cuál es la montaña más complicada?
-De las que conozco el K2. He ido en dos ocasiones sin conseguir la cumbre.
-Ahora las comunicaciones son mejores, pero también han pasado lo suyo por malas comunicaciones. ¿Qué sucedió en Katmandú?
-Esa vez realizamos el séptimo intento mundial al Makalu en invierno. Hasta ese momento el medio de comunicación que utilizábamos era una persona que bajaba hasta el campo base lo que suponía estar tres o cuatro días andando. Él llevaba la correspondencia y subía las de los familiares. En aquel momento conseguimos un teléfono vía satélite, pero no lo ocultamos debidamente y en la aduana de Nepal nos lo retuvieron. Aquella expedición fue especialmente dura. Fallecía de un edema pulmonar un sherpa nepalí y al estar incomunicados tuvimos que ser rescatados por un helicóptero de una zona próxima del campamento base.
-En el Makalu fue la primera vez que experimentó la desgracia de perder a uno de los miembros de la expedición, pero en 2011, en el Lhotse, el que pudo perder la vida fue usted.
-Tengo mucha suerte de seguir vivo. Sobreviví una noche a la intemperie a 8.000 metros. Tengo que estar muy agradecidos a los que vinieron a rescatarme. Venían a buscar un cadáver pero aún me quedaban fuerzas para ayudarles a ser rescatado y gracias a ellos lo puedo contar.
-¿Qué es lo que pasó?
-Yo hice cumbre bien. A las 19:00, cuando iba bajando, llamé con el teléfono satélite para avisar de que iba atrasado. La montaña era excelente, el tiempo era buenísimo y 15 minutos después perdí la conciencia. Todo eso puede venir provocado por el cansancio, por la altitud, por la deshidratación. Yo creo que sobreviví porque tenía alucinaciones y estuve deambulando por la zona con la suerte de no despeñarme. Finalmente los hermanos Benegas y Matoco me encontraron en un rescate en el que participaron otras expediciones que se encontraban en el lugar.
-¿Se tienen ganas de seguir cuando se ha visto morir a amigos en la montaña como por ejemplo Miguel Salazar?
-Es muy duro. Algunas veces comento que por la cantidad de expediciones en las que hemos visto determinadas situaciones la vida y la muerte tienen un concepto diferente al que pudiera tener antes de practicar este deporte. Lo más lamentable de esto es comprobar como aumenta la lista de amigos y conocidos que se quedan en la montaña. En momentos tan duros como la muerte de Salazar, que me pilló en China, te planteas el seguir o no seguir.
-Entre los proyectos que tiene entre manos se encuentra el programa Andalucía 8.000. ¿En qué consiste?
-El proyecto Andalucía 8.000 surge porque a Andalucia le quedan 6 ochomiles para completar los 14 ochomiles, es decir las 14 cumbres principales de más de 8.000 metros que hay en el planeta. Iniciamos ese ciclo y nos gustaría contribuir a cerrarlo aunque no voy a entrar en la carrera de los ochomiles porque me parece estresante y desvirtúa el valor que yo le doy a la escalada en gran altitud.
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