Una vida truncada al nacer

Una familia denunciará al SAS por los presuntos fallos cometidos durante el nacimiento de una niña que ahora necesita costosos tratamientos de estimulación

Miriam, ayer, en un parque de la capital.
Miriam, ayer, en un parque de la capital.

Cuando Marta Cabeza empezó a notar las primeras contracciones que anunciaban la inminente llegada al mundo de su segunda hija nunca imaginó que la historia no iba a terminar con el final que tantas veces había soñado. Un cúmulo de mala suerte y un presunto fallo del protocolo seguido por el Hospital Materno Infantil de Málaga en los días previos al nacimiento hicieron que la vida de Miriam no haya sido hasta ahora un camino de rosas. La familia denunció los hechos ante el Servicio Andaluz de Salud (SAS), que todavía no se ha pronunciado al respecto, y próximamente lo hará ante los tribunales en busca de que la Justicia les reconozca la verdad que defienden.

Dos años cumplirá esta niña, de tierna sonrisa, el próximo jueves y dos años habrán pasado ya de aquel fatídico día en el que tuvo que ser sacada de urgencia del vientre de su madre al haber entrado en una parada cardiaca tras haber ingerido meconio -la materia fecal que se acumula en el colon fetal durante la gestación- antes de nacer. Hubo que reanimarla hasta en tres ocasiones y el daño cerebral fue irremediable en parte de los dos hemisferios. Los médicos fijaron una lesión del 79% en su cerebro y, aunque ha evolucionado positivamente en sus dos años de vida gracias a la estimulación constante e incansable que recibe de su familia y los profesionales a los que acude, hace cuatro meses que empezaron a aparecer los primeros visos de la epilepsia que los neurólogos advirtieron que sufriría.

Marta, su madre, está convencida de que todo este calvario por el que está pasando su hija y su familia se podría haber evitado si aquel 26 de junio de hace dos años los médicos del hospital Materno hubiesen llevado a cabo la cesárea programada que solicitó, pese a que aún le faltaban tres semanas para salir de cuentas, debido a las contracciones que sufría desde hacía varias semanas y que le hacían presagiar que algo no iba bien.

"Me dejaron todo el día ingresada y preparada para la operación y cuál fue mi sorpresa que a mediodía me dijeron que me fuera a casa porque estaba todo bien y que no volviera hasta el lunes", narró la mujer. En ese momento, Marta no sabía que en los monitores que le habían puesto el día anterior, y que pudo comprobar cuando posteriormente llegó a sus manos el informe médico hecho entonces, "ya se detectó alguna anomalía", dijo.

Aún así, Marta se fue a casa como le recomendaron y el domingo por la tarde ingresó para someterse a la cesárea al día siguiente. Pero no hubo tiempo de esperar y a última hora de la tarde los médicos la intervinieron de urgencia iniciando así el periplo que le ha tocado vivir en este tiempo. Este periódico intentó ayer sin éxito conocer la versión del SAS. A los problemas a los que se ha tenido que enfrentar por la salud de su hija, se le une la odisea burocrática y administrativa que ha tenido que seguir para tratar que la Administración reconozca que "el sistema sanitario falló en aquel momento". La denuncia ante el SAS no prosperó y, ante el silencia administrativo, Marta prepara junto a su abogado la demanda que interpondrá por la vía penal al hospital cuando disponga del informe pericial que ha encargado a un ginecólogo.

Pero su prioridad indiscutible es Miriam. Una niña alegre, comunicativa, sociable y muy cariñosa que se deshace en besos y abrazos con todo aquel que le rodea. Marta es una madre incansable que busca hasta debajo de las piedras cualquier resquicio de esperanza que le permita a su hija mejorar una calidad de vida que sabe que tiene mermada, pese a que ya anda, responde a cualquier estímulo e incluso se atreve con un tierno mamá y papá.

"No tengo tiempo de lamentaciones, sólo de buscar soluciones", aseguró con la fortaleza que le ha permitido embarcarse en un reto del que no piensa desistir. Su esperanza está puesta en el Instituto Fay, ubicado en Madrid y especializado en la estimulación multisensorial de niños con este tipo de daños. El problema es el alto coste del tratamiento, pero mucha gente se está volcando con esta familia. Mañana un grupo de antiguos alumnos del colegio de San Bartolomé de capital representarán una obra de teatro para recaudar fondos para ella. Aún hay entradas sin vender y Miriam no podría recibir mejor regalo de cumpleaños que un aforo repleto en su honor.

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