Málaga

"He visto a deudores que hasta se han cambiado de sexo para evitar pagos"

  • La crisis agudiza la picaresca para idear estrategias que son, cuanto menos, curiosas

Los detectives privados se enfrentan cada día a una amplia casuística para descubrir las tramas más inverosímiles de los presuntos infractores, que pretenden, en la mayoría de los casos, eludir las obligaciones de pago. Pactar un supuesto choque para fingir un latigazo cervical y hasta renunciar a la identidad de uno mismo. La realidad supera con creces la ficción. “Un empresario con una importante deuda bancaria decidió cambiarse de sexo y ponerse pecho. Pasó a llamarse Margarita”, recuerda el vicepresidente del colectivo que reúne a los detectives asociados.

El investigador Javier Ruiz, experto en fraudes que ha recorrido Europa y parte de América durante sus 25 años de experiencia en el sector, es además profesor de Criminología en la Universidad de Málaga. Allí proporciona las claves a sus alumnos para que se conviertan en auténticos detectives, que deben ser capaces de encontrar la punta del hilo, tirar de la madeja, localizar a los morosos y descubrir las estafas. Paciencia, constancia, sacrificio y, sobre todo, mucha intuición son, a juicio del docente, las cualidades que debe poseer todo buen investigador.

Ruiz, que se expresa con la misma prudencia que caracteriza al resto de los detectives, rehúsa profundizar en qué tipo de gadgets utiliza durante las persecuciones, pero subraya el avance tecnológico. “Hay artilugios muy sofisticados. Cada día son más económicos. He llegado a comprar equipos de 36.000 euros. Ahora, tenemos grabadoras rusas de cerámica que son indetectables”, dice.

Aunque no le falta trabajo, este colectivo, estereotipado en las películas americanas con una imagen que poco o nada tiene que ver con la realidad, asegura que el sector se encuentra de capa caída. El boom que los detectives vivieron hace unos años parece ser historia. “En épocas de bonanza llegué a tener unos 30 o 40 servicios al mes. Ahora, registramos un 50% menos”, se lamenta uno de los profesionales del sector.

El director de la agencia Dea Detectives, Javier Ruiz, asegura haber destapado numerosas falsificaciones, entre ellas la de un hombre que fingió haber sido víctima de un siniestro. “La compañía de seguros lo demandó porque supuestamente era invidente y se le pilló a 140 kilómetros por hora con el coche por la autovía. Hacen auténticas barbaridades”, expresa. Entre sus clientes destacó también un multimillonario holandés que contrató sus servicios durante siete años para seguir a una amante. “Teníamos un dispositivo las 24 horas. La chica, que le era infiel, se movía por todo el mundo y él quería conocer su día a día”, afirma. El currículo de este investigador, de 54 años, incorpora además numerosas historias que le han obligado a hacer de tripas corazón, como con el caso de niñas que, recién llegadas de Madrid, se prostituían.

Otro de los casos que llamó especialmente la atención de la agencia Detectys fue el de un empresario que, sin escrúpulos, para esquivar las responsabilidades asociadas a su empresa buscó por hospitales hasta encontrar lo que necesitaba: un extranjero sin familia conocida, y con una enfermedad terminal avanzada, que aceptó por un módico precio convertirse en el administrador único de varias sociedades... El plan del empresario era sencillo, que las deudas, y su responsabilidad, murieran con él.

Vigilar a un hijo en la calle cuesta unos 1.800 euros

Los adolescentes, junto a los morosos, se han convertido en los nuevos protagonistas de las pesquisas de los detectives, a quienes las familias encargan informes sobre las andanzas de sus hijos. La factura puede ascender a unos 1.800 euros. Julio Sánchez, que preside la agencia malagueña de investigación privada Madepol, recuerda el caso de un menor. “Tenía 16 ó 17 años. Le seguí con mi vespino hasta que vi cómo compraba droga. Consumía heroína. El chico lo reconoció y se echó a llorar. La historia acabó bien, aunque son los casos más difíciles que hay”, destaca.

Pero si se limitaran a perseguir amantes, los investigadores correrían el riesgo de no llegar a fin de mes. Con la reforma del Código Civil, ya no es necesario aportar pruebas que acrediten la infidelidad de uno de los cónyuges para justificar la ruptura. De ahí que las indagaciones sobre la vida privada hayan experimentado una fuerte caída en los últimos años. Casi en el 90% de los casos, las sospechas de los que creen ser engañados acaban siendo ciertas, un dato que provoca que muchos “se lo piensen dos veces antes de solicitar este servicio, que además no es barato”, explica el vicepresidente de la asociación de detectives. Otro investigador cuenta que, hasta hace poco, la demanda para descubrir aventuras amorosas era tal que se veía obligado a rechazar peticiones. Ahora, las guerras entre padres tras conseguir uno de ellos la custodia de sus hijos hacen que los teléfonos suenen con frecuencia en los despachos para contratar a una persona que analice la situación económica de su ex pareja. “Nos contratan para comprobar los ingresos, de los que depende la pensión compensatoria”, dice el detective.

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