La vocación no tiene precio
El parlamentario del PP Miguel Ángel Ruiz renuncia a su sueldo público de casi 3.500 euros brutos al mes para poder dar clase en un instituto por menos de 800
Veinticinco años, malagueño, parlamentario del PP -el más joven de la Cámara andaluza- y desde hace unas semanas, valiente y sensato para unos, y con un punto de excentricidad para otros. Miguel Ángel Ruiz, número ocho de la lista popular por Málaga en las últimas elecciones autonómicas y parlamentario casi por sorpresa tras la victoria sobre el PSOE, ha renunciado a su sueldo público para poder dar clases en un centro educativo de El Palo. Ruiz ha encontrado la forma de compaginar sus "dos grandes vocaciones", la docencia y la política, y está satisfecho con la decisión tomada. Aunque eso le toque el bolsillo.
"El dinero no lo es todo en la vida", afirma. Parece tenerlo claro y los atestigua el hecho de que deje de percibir los casi 3.500 brutos que como parlamentario ha cobrado mensualmente a los menos de 800 euros que percibirá dando nueve horas de clase a la semana a los alumnos de Tercero y Cuarto de Educación Secundaria Obligatoria (ESO) del prestigioso centro San Estanislao.
¿Por qué ha tomado esta decisión? Licenciado en Historia, nada más terminar la carrera hizo el Curso de Adaptación Pedagógica (CAP) y comenzó a prepararse las oposiciones. Al mismo tiempo, intentó probar suerte y echó currículos en varios colegios privados. Esto fue el año pasado. En enero, le ofrecieron y aceptó ocupar el número 8 de la lista del PP de Málaga al Parlamento andaluz. Salió elegido y se convirtió, de esta manera, en el diputado más joven del Parlamento andaluz.
Cogida ya carrerilla y asentado como político, Ruiz recibió en julio una llamada del director de San Estanislao para una entrevista de trabajo. La oferta no estaba mal y, sobre todo, le apetecía entrar en las aulas, pero existía incompatibilidad con su cargo público. No se frenó y cursó su petición a la Cámara andaluza: "Me quiero dedicar a la docencia, gratis, sin cobrar las nueve horas a la semana que voy a impartir", reclamó.
Después del agosto inhábil, la respuesta llegó en septiembre y no era del todo grata. Una de cal y otra de arena. Le comunicaron que no tenía vía libre para hacerlo a no ser que renunciara a su sueldo de parlamentario. Lo pensó, lo consultó con su familia y con su novia y tomó la decisión. Renunció.
"Estoy acostumbrado a hacer las cosas en las que creo, y ha sido una decisión difícil, pero no muy difícil".
La sorpresa en el Parlamento ha debido ser mayúscula porque, asegura, nadie hasta ahora había hecho una cosa igual. Da clase a alumnos de entre 14 y 15 años los lunes, martes y viernes, de 08:00 a 11:00. Los martes a mediodía se traslada a Sevilla y regresa a Málaga los jueves por la noche. "Cumplo completamente con mi trabajo como parlamentario, sigo con el mismo número de iniciativas y participo en los mismos debates".
"Lo importante es realizarte como persona y no me arrepiento", asegura. Eso sí, lo que se han resentido son sus horas de sueño y ahora anda con más prisas de un lado para otro. "Hay veces que tengo que enlazar directamente con Sevilla tras salir de clase". Un pequeño efecto colateral para una decisión de relevancia. Bueno, el ajetreo inesperado y el tener que cambiar alguna vez la hora de una reunión en el instituto.
¿Y qué le dicen sus compañeros del centro? "Los profesores saben que soy parlamentario, pero no que he renunciado a mi sueldo para poder dar clase; ahora lo sabrán con el reportaje". Un día, un alumno levantó la mano y le preguntó si era diputado del PP, respondió de sí y se inició un debate que Ruiz recibió encantado.
¿Y qué le han comentado sus compañeros de partido y de escaño? "Hay algunos que me dan la enhorabuena y me felicitan, y otros que me preguntan si lo he pensado bien o si estoy loco".
De loco nada. Muy cuerdo y completamente consciente del paso que ha dado. "No lo he hecho por ser ejemplo de nada, sino por porque me hace ilusión". Ruiz también precisa que su objetivo no es vivir de la política y que su aventura en este mundo tiene fecha de caducidad, que se trata de una etapa más de la vida.
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