Málaga C.F.

Felicidad sin restricciones

  • 12.831 personas acuden al primer partido de libre acceso para el público a La Rosaleda desde el 8 de marzo de 2020

  • Gran atmósfera en el estadio de Martiricos 90 minutos

La Rosaleda celebra el 1-0.

La Rosaleda celebra el 1-0. / Marilú Báez

El ritual de ir un domingo al fútbol engloba mucho más que presenciar los 90 minutos (cada vez más) de juego real. Son relaciones humanas, a veces exclusivamente entendidas en clave malaguista, es el único lugar común de, por ejemplo, los, oficialmente, 12.831 espectadores que acudieron más de año y medio después del 8 de marzo, aquel partido ante el Zaragoza en la semana previa a que se cerrara el país por la pandemia. Era el primero sin restricciones de acceso desde entonces. Se han jugado partidos de Supercopa, de fase de ascenso a Segunda, amistosos y partidos oficiales internacionales. Pero los estadios tienen su alma y vida propia. Y nada alimenta a La Rosaleda como el malaguismo unido viendo a su equipo.

En la perspectiva general, la disgregación de los aficionados da sensación visual de menor asistencia, pero La Rosaleda sigue sonando muy bien. Mete presión con la banda sonora continua de la grada de animación. Hay recuerdos sentidos para el capitán in pectore de este equipo, Luis Muñoz. Su lesión es un jarro de agua helada porque su presencia contagia y multiplica. Hay un recuerdo en el minuto 8 hacia él. Y el gol de Peybernes tiene un inmediato recuerdo de toda la plantilla hacia el de Nueva Málaga, que, con suerte, llegará para el tramo final de temporada. El central francés fue corriendo y pidió una camiseta con el dorsal 8 al banquillo y la mostró con el resto de compañeros a la grada de Martiricos para recordar al capitán caído en el entrenamiento del pasado jueves. “Dios da sus batallas más duras a sus soldados más fuertes. Fuerza Luis Muñoz”, decía una pancarta en la grada baja.

La gente se ilusiona con los requiebros de Kevin, con las carreras y el sentido del juego colectivo de Roberto, disfruta con los toques de distinción de Jozabed, también se entrega antes de recibir nada a cambio a Sekou Gassama, cuya entrada se celebra con efusividad, como esperando que sea el delantero de las dobles figuras de goles que eleve a otra dimensión al equipo. De momento, el catalán parece lejos de su mejor nivel físico. Pero el fútbol es ilusión y en el imaginario de buena parte del malaguismo está que pueda ser su Lukaku. También hay recuerdos para Álex Mula, al que la situación límite económica y la sanción llevó a un ostracismo que no merecía, pero que tampoco tuvo muchas luces para despedirse del club en que se formó desde cadetes y que le dio la oportunidad de debutar en la élite.

Y así, ya con las luces artificiales encendidas al final del partido, síntoma de que el otoño ya llegó, La Rosaleda sin restricciones de aforo disfrutó con un triunfo de su equipo. Cuando vio que su equipo sufría en los minutos finales y el Fuenlabrada llegaba con peligro, apretó y trasladó fuerzas a un equipo que las necesitaba. Un despeje sabía a gloria y un córner arrancado por Sekou, aún más. De momento son cerca de 13.000, pero ya hay libertad para llenar La Rosaleda. Lo más importante es que por fin se va ganando al partido a la pandemia. Permite disfrutar sin restricciones del Málaga. Y, si gana, la alegría se multiplica sin restricciones.

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