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Isco abre su casa

  • La Rosaleda se volcó con el gran partido de su ídolo, pero también disfrutó con una España de dulce

  • Los pitos a Piqué tuvieron réplica de cánticos de apoyo

Fiesta. Fiesta en La Rosaleda. Fue dulce el partido de España en el feudo blanquiazul, todo salió rodado. El partidazo de Isco vino de la mano del triunfo de la Roja, el homenaje pecador a Chiquito de la Calzada… Incluso los pitos y aplausos a Piqué, que dejaron dividido al estadio, pero que nadie se sintió solo, ni partidarios ni detractores del catalán.

En Málaga nadie falló, días antes del choque ante Costa Rica, ante la que España respondió con excelencia y con triunfo, las entradas se habían agotado. El lleno estaba asegurado entre una afición que añoraba ya a su selección, que no pisaba el verde de Martiricos desde febrero de 2012, ante Venezuela (5-0).

Desde bien pronto el rojo inundó los aledaños de La Rosaleda, habitual hervidero blanquiazul que ayer no dudó en cambiarse la chaqueta para animar a su otro equipo. Se podían ver familias enteras engalanadas con sus mejores ropajes de la Roja. Desde bufandas hasta trompetas con los colores de la selección, pasando por camisetas y banderas. Estaba todo listo para disfrutar.

Media hora antes de que empezara el choque, Martiricos ya era una fiesta. No había quien no portara una de sus mejores sonrisas, repletos de felicidad para ver al equipo que ha ganado un Mundial y dos Eurocopas en los últimos diez años. Los malagueños descolgaron las miles de banderas que lucen estos días en los balcones de media capital para llevárselas al estadio. El campo parecía un manto rojo, además de por las miles de banderillas que se repartieron, por las banderas, bufandas y camisetas que traían de casa los aficionados.

La alineación que se cantó por megafonía ya avisaba de cuál iba a ser la tónica habitual: corear cada paso de Isco y pitos para un Gerard Piqué que también tiene detractores en Málaga. El minuto de silencio para los exinternacionales Manolo Sanchís y Feliciano Rivilla fue extensible también para Don Gregorio. Un Chiquito de la Calzada que se llevó, allí donde esté, la ovación más atronadora de la noche.

Tras el pitido inicial, Jordi Alba no tardó en poner al límite el júbilo de los malagueños con el primer tanto a los seis minutos de juego, el cual dedicaba con el balón en el vientre a su futuro hijo. Ya se dieron las primeras olas alrededor de todo el estadio y también los primeros olés. España estaba cómoda, sentía el calor de su público y se gustaba.

La Rosaleda, que pitó a Piqué cada vez que tocó el esférico, también le arropó coreando su nombre. Eran pocos los que le silbaron, pero repetitivos. Más al unísono sonó el "¡Piqué, Piqué!" que aplaudió gran parte del estadio. Tras él llegó el gol de Morata, y otra explosión de satisfacción de los aficionados. Así como con cada filigrana, córner o libre directo del de Arroyo de la Miel. El benalmadense estuvo entregado y participativo, al menos, hasta que se lo permitieron.

Corría ya el segundo tiempo cuando Waston segó a Isco. A La Rosaleda también le dolió la fea entrada del costarricense sobre su protegido. El grito del benalmadense lo reprodujeron los 29.300 espectadores que había en el estadio como si el golpe se lo llevaran ellos. Se pitó con fuerza la sustitución del tico acto seguido. Este dejaría tocado al malagueño, que sería el siguiente cambio de Lopetegui. Todo el estadio se puso en pie para despedir a su hijo pródigo, al canto de "¡Isco, Isco!" y un atronador aplauso. Entró en su lugar Asensio, al que La Rosaleda demostró un particular aprecio.

Los goles de Silva, por partida doble, e Iniesta terminaron de despertar a La Rosaleda más imaginativa. Desde el "eo, eo, eo, e" entre ambos fondos del estadio hasta un manto de flashes que desplegaron los aficionados con sus móviles. El templo malaguista se gustó, como gustó España e Isco. Sin lugar a dudas, el mejor homenaje que podía recibir en un día como el de ayer, un Gregorio Esteban Sánchez Fernández, que siempre llevaba la fiesta a cada lugar que pisaba.

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