Málaga CF

"El abrazo en La Rosaleda con mi padre y mi hijo vale más que la Champions"

  • La vuelta de la afición dejó historias emocionantes en las gradas como la de los Ocaña, tres generaciones de malaguistas que vivieron de una manera especial el Málaga-Mirandés

Los Ocaña, en La Rosaleda.

Los Ocaña, en La Rosaleda. / M. G.

Ahora quizás no se es consciente de lo que sucedió el lunes en La Rosaleda, pero fue un día histórico, especialmente para los aficionados. Después de temporada y pico silenciados por la pandemia, muchos volvieron a cumplir el ritual para un partido que no olvidarán jamás y que es un nido de futuras anécdotas divertidas y entrañables. Como el de la familia Ocaña, que unió tres generaciones en el coliseo de Martiricos con motivo del encuentro contra el Mirandés.

Santiago Ocaña (1961) es un malagueño y un malaguita por los cuatro costados, que no en vano ganó hace años un concurso de disfraces de Cervezas Victoria emulando al célebre alemán. Es un loco de su tierra y sus tradiciones (¡Quién no conoce a alguno!) y de su familia, por supuesto. Al estadio va andando, le pilla cerca porque vive en el corazón de la ciudad. Abonado “desde antes de irse a la mili”, el Málaga es una de sus pasiones. Juegue en la categoría que juegue, se llame como se llame.

Así que cuando llegó su hijo Adrián (1989) comenzó una saga de malaguistas. Era inevitable que calase en los huesos. Pasaron los años y nació Manuel (2015), primogénito de Adrián y primer nieto de Santiago, que no esperó a que naciera para sacarle su primer carnet. Todos son Fieles Malaguistas, claro.

En el momento en el que el club anunció que se ponían en venta las entradas no dudaron lo más mínimo, aunque hubiese que pagar por el pequeño a precio de adulto. Los tres, abuelo, hijo y nieto, se enfundaron algunas de sus muchas equipaciones blanquiazules (la de Santiago lleva el nombre de Manuel) y pusieron rumbo a La Rosaleda. Tranquilos, disfrutando el momento, saboreando cada instante previo. Con la liturgia de tomar un refresco tranquilamente mientras se van dando los pasos hacia la entrada.

Ya en el interior del estadio, emociones aflorando. No era sólo estar en la grada de nuevo, era lo simbólico que tenía el verte allí después de todo lo pasado desde que estalló la pandemia. “Justo después del minuto de silencio, nos fundimos en un abrazo mi padre, mi niño y yo. Eso no se me olvida a mí en la vida. No hay Champions que gane ningún equipo como el abrazo que me di con mi padre y con mi hijo”, confesó Adrián a Málaga Hoy mientras crecía un nudo en su garganta. Todavía hay quien no entiende lo que significa el fútbol para las personas. No todo es tan frívolo.

Recuerda Adrián que de regreso a su casa, en Torremolinos, Manuel se quedó dormido y cuando despertó lo hizo dando palmas y excitado. Más consciente de todo (de marzo de 2020 a agosto de 2021 se nota en un niño de esa edad), disfrutó como nunca antes de ir al estadio. Como su padre y su abuelo.

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