La crisis del Málaga CF no sólo desgasta a Pellicer: Muñoz, Kike Pérez y Loren Juarros, señalados
Las cabezas visibles del club, también en la diana por la deriva y el posible descenso
Los agentes ofrecen a sus entrenadores

Las crisis deportivas se suelen llevar por delante en primer término al entrenador de turno. En esta coyuntura, es Sergio Pellicer el que está absorbiendo mayor parte de críticas y su posición está más que cuestionada, hasta el punto de que su puesto corre peligro serio. Suelen servir estos escenarios, paralelamente, para que se observe alrededor y se vean otras carencias, problemas y malos hábitos de los clubes. El Málaga no se libra, de hecho, una cosa suele ir aparejada a la otra. Si va mal en el campo es porque en los despachos algo falla. Casi siempre se cumple. Es más, suele ser el balón -cuando entra- el que opaca las taras. Sin embargo, de esta crisis no se libran los tres máximos responsables del club malacitano: José María Muñoz, Kike Pérez y Loren Juarros.
El administrador judicial, aunque ahora está en modo perfil bajo y cada vez se ahorra más fotos, sigue siendo el máximo responsable de todo. No hay decisión de calado que no tenga su rúbrica o, como poco, su autorización. Más de cinco años en el cargo erosionan a cualquiera, pero Muñoz ha pasado de ser idolatrado a perder las simpatías de casi todos los sectores (incluso de gente que en su momento fue cercana a él). Es frecuente escuchar en La Rosaleda cánticos pidiendo su marcha.
Más allá de sus ademanes presidencialistas, poco estéticos, le merma su política de austeridad es un tanto desmedida pese a que el Málaga no goza de mala salud y se ha ido encontrando ingresos adicionales e inesperados por el camino. Hay dos operaciones que le señalan:la mala venta de Roberto y el pacto por Ricardo Horta. Ambos con el Sporting de Braga como denominador común.
En la plantilla no ha gustado cómo ha tratado algunos asuntos particulares. Tampoco al técnico. Pero a quien menos, a Loren Juarros, que en no pocas ocasiones trata de aguantar al máximo antes de comunicar novedades sobre ciertas operaciones tanto a Muñoz como al director general, Kike Pérez. Eso por no hablar de las limitaciones con las que transige a la hora de enfrentarse al mercado.
El director general no escapa ileso. Sus atribuciones están limitadas precisamente por la extensa sombra del administrador. Tiene funciones ejecutivas en cuestiones del día a día, con empleados de oficinas, y extiende su trabajo especialmente en el capítulo comercial. Tiene más voz que voto después en otros asuntos.
En esta marejada blanquiazul, también se le empieza a pedir rendición de cuentas a Juarros. Es su segunda temporada y algunos de sus peores defectos tienen transferencia al verde. Perdió mucha credibilidad en el mercado invernal, donde tras ver cómo le cerraban algunas puertas se conformó con no firmar cuando, al menos, se necesitaba un delantero. La falta de calidad y desequilibrio ofensivo del Málaga es alarmante.
Como si fuera una cebolla, a partir de ahí se van retirando capas y viajando hacia atrás. Algunos de sus fichajes de este año están lejos del rendimiento esperado, pero son losas aún más pesadas las hipotecas de los contratos firmados para Primera RFEF y que han condicionado una plantilla, sobrepagada en algunos jugadores concretos.
Las no renovaciones de Roberto y Cordero son más munición contra su labor, acertada sin embargo en otros aspectos, especialmente los relacionados con los jóvenes y La Academia, pese a que haya mucho mejorable.
Pellicer puede ser el primero en caer porque los números y las sensaciones son más elocuentes que cualquier otro valor que se pretenda destacar. No puede servir, no obstante, de chaleco antibalas para Muñoz, Pérez y Juarros. El Málaga, con el octavo límite salarial más elevado de Segunda División (casi 12 millones de euros), hace cuentas con los dedos para ver cómo esquiva la bala del descenso a Primera RFEF nuevamente.
El peor de los desenlaces debería suponer la salida inmediata de todos ellos. La permanencia, de lograrse, no puede celebrarse como un éxito sino como un aviso a navegantes. La falta de ambición y la mediocridad solamente conducen a un destino.
También te puede interesar
Lo último