Dean Huijsen, algo más que postureo malaguista

El internacional español causó sensación con sus visitas a La Rosaleda y La Academia y mostró su agradecimiento al club donde se formó

"Entró botando al vestuario"

Dean Huijsen, celebrando en el vestuario
Dean Huijsen, celebrando en el vestuario / MCF

Lo de Dean Huijsen es algo más que postureo, no va de malaguista de cara a la galería. Cuando habla del Málaga CF lo hace desde el corazón, desde la gratitud. Más de uno lo ha puesto en duda en estos tiempos, especialmente desde que regresó a España. Luego llega el chico, todo chill, y confirma con sus actos lo que jamás se puede considera impostura.

A algunos les revienta su naturalidad, que tenga esa cara de que le resbalan muchas cosas, que no parezca ni viva amargado. ¡Pero cómo va a estarlo con lo que lleva vivido con apenas 20 años! Un lustro que ha sido un carrusel de experiencias y acontecimientos que han forjado al que probablemente sea -si las lesiones le respetan y él no se tuerce- un central de época en España y en el mundo.

Y todo comenzó entre Marbella y el Málaga CF, bien arropado por su entorno y aconsejado por su padre, que ya se asombró en su día cuando su hijo adolescente prefirió irse a la Juventus antes que al Real Madrid o al Barcelona porque era más difícil y aprender un nuevo idioma, fútbol y cultura le harían más fuerte.

Antes de marcharse a Turín, llegó a entrenar bajo la batuta de Sergio Pellicer siendo un cadete de 15 años. Sorprendió al de Nules su madurez, su coordinación, su todo. Juventus, Roma, Bournemouth y Real Madrid, con un cambio de selección por el camino, porque antes de decantarse por España, era la estrella más prometedora de los oranjes. Aunque todo esto ya se sabe.

Dean Huijsen, talismán: Vibra con su Málaga CF
Dean Huijsen, talismán: Vibra con su Málaga CF / Carlos Guerrero

Lo que sucede es que pese a todo, sigue ejerciendo un malaguismo militante. Lo lleva con tal orgullo que no se esconde, aun sabiendo que está bajo un foco que ha devorado a talentos y genios durante años. Aun teniendo cerca a compañeros que prefieren no mojarse o pasar de puntillas por su pasado, como si nunca hubiese existido. De malagueños que hayan volado tan alto, en estos años se ha visto algún guiño de Isco, alguna referencia de Brahim, pero con esta contundencia y demostración de amor a unos colores, ni hablar.

Ha traspasado la barrera de las entrevistas, donde se mostró siempre agradecido y dejó algún deseo futuro de vestir la camiseta malaguista. Porque las palabras, sin hechos que las respalden, son viento. Lo del Día de la Hispanidad, que también celebró con orgullo pese a nacer en Ámsterdam, rompió moldes, cerrando la jornada como un hooligan infiltrado en el vestuario con sus ídolos.

Bueno, pues cada gesto, desandando los pasos del domingo, visto como Memento, cobra aún más valor. Una foto en el centro del vestuario colado como uno más de la plantilla fue el cierre. Antes había entrado botando al camerino, como desveló Pellicer orgulloso. Venía de vivir en el palco (otras veces, siendo menos famoso, ha estado infiltrado en la grada) de la mano de su padre el partido, donde charló con un histórico presidente como Federico Beltrán. Cantó el himno antes del comienzo. Se enfundó la camiseta con su nombre abrazado al abuelo de todos los canteranos, Abdallah Ben Barek.

Dean Huijsen, talismán: Vibra con su Málaga CF
Dean Huijsen, talismán: Vibra con su Málaga CF / Carlos Guerrero

Más pasos hacia atrás, más valor añadido a la visita. Porque antes de plantarse en La Rosaleda, donde pudo acudir merced a sus problemas físicos que le sacaron de la concentración con España, estuvo en La Academia. Él fue uno de tantos chicos que vivía de prestado en los campos de la capital cuando estaba en la cantera. Pisó la ciudad deportiva, donde ayer jugaban infantiles y cadetes. Se hizo fotos con quien se lo solicitó. Con entrenadores y también con dos hombres a los que guarda gran cariño por estar al frente del fútbol base en su época: Duda y Gordillo.

Dean Huijsen en La Academia
Dean Huijsen en La Academia / M. G.

Hay sentimientos que son imposibles de imitar. Se puede ser impostor durante un tiempo limitado, justo lo que duran los actos en delatarte. No es el caso.

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