La emocional redención de David Larrubia
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David Larrubia es uno de esos malaguistas de corazón, de los que no necesitan darse golpes en el pecho, ni presumir de su sentimiento de pertenencia, porque sus actos respaldan sus palabras y marcan un camino muy exigente para el extremo, que muchos ya lo visualizan en el futuro como una leyenda del club de Martiricos, que haga su carrera completa en La Rosaleda.
Esas lágrimas tras el gol son las de una persona que se quita un peso de encima, de la que siente un peso sobre los hombros que no lleva por obligación, sino porque es el camino que ha elegido seguir en su vida. Cada fracaso no es una simple caída deportivo, sino también emocional, porque defraudar a los suyos, es también hacerlo a él mismo.
Por eso mismo, el extremo malagueño es de esos jugadores a los que los cánticos de "jugadores mercenarios", aunque entendibles por la situación y la desesperación e impotencia por la sucesión de derrotas con el oasis de la victoria ante el Deportivo de La Coruña de aquel momento, no le hacían justicia, porque sí es cierto que su rendimiento no se correspondía con el de pretemporada, pero no sería por desidia o falta de compromiso, sino por cualquier otro motivo, que le dolía al jugador de la barriada de La Luz tanto como a los miles de fieles hinchas de la entidad afincada en Martiricos.
El Málaga CF, como equipo, necesitaba ese gol por sus intereses deportivos, pero Larrubia lo necesitaba para poder llevar a cabo un ejercicio de liberación y hacerlo en La Rosaleda delante de los suyos pudo llegar a tener un valor doble. Ese tanto puede marcar el inicio, si se le da la continuidad necesaria, de un cambio de tendencia necesario que puede llevar a que los males, que tanto distanciaron a la afición y al equipo en Butarque, puedan quedar en el pasado.
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