Málaga C.F.

Sin perdón

  • El partido en Andorra fue una estocada casi definitiva para todo el malaguismo

  • Las matemáticas aún sostienen al equipo, pero con la mecha muy corta

  • Perdón para Ndiaye

Ramón Enríquez, en Andorra.

Ramón Enríquez, en Andorra. / La Otra Foto

El malaguismo había acumulado algo de optimismo y fe después de los partidos con Las Palmas, Levante y Leganés. Fueron tres buenas actuaciones, acordes a lo que se imaginaba en verano, ante equipos de la primera mitad de la tabla, dos de ellos en play off. Eran tres partidos sin perder y cinco puntos con los que se había imaginado construir algo distinto de manera exprés en este sprint imposible por la salvación. Pero en Andorra se volvió a las andadas con un partido infame.

El Málaga tuvo un 28% de posesión, no tiró entre los tres palos (los cinco fueron desviados) y ofreció muy poca sensación de peligro a lo largo del encuentro. Quizá sólo en el último tramo del primer tiempo tuvo algo de continuidad merodeando el área rival, pero no sirvió para inquietar a Ratti, que vivió los mayores momentos de tensión cuando asumía riesgos a la hora de sacar el balón jugado cuando el Málaga intentaba apretar en la presión. Pero el meta andorrano mostró destreza para iniciar el juego como le pide Eder Sarabia.

Además del resultado, que es lo que importa ahora, la sensación de inferioridad fue latente. El rival juega a otra cosa distinta que la mayoría de los que componen la Segunda. Una capacidad de asociación y para atacar en estático y ser agresivos desde el campo propio que no se suele ver. Y sucede que el siguiente partido, ante el Villarreal B, es otro equipo cortado por un patrón muy parecido, desde esa superioridad con la bola que hace a los rivales perseguir sombras.

El Málaga asumió que tendría que correr mucho tras el balón y que no habría muchas oportunidades. Así sobrevivió en un primer tiempo que se interpretó como de desgaste antes de que en ese momento entraran Rubén Castro y Escassi para cambiar el sistema y plantear algo distinto, más agresivo. Pero la realidad es que se desequilibró el duelo, se convirtió en algo más de ida y vuelta y el Málaga de deshilachó. Tuvo quizá la mejor opción en una jugada en la que Febas se llevó a trompicones un balón y servía un pase de la muerte a Rubén Castro cortado por la zaga. Poco que llevarse a la boca. El mazazo del 1-0 propició que el Málaga ya no se levantara del suelo, no volvió a pisar el área rival en los 15 minutos finales de partido, en un ejercicio de impotencia bastante significativo.

Las matemáticas aún no condenan al Málaga porque los resultados de los otros partidos no fueron malos mayoritariamente, pero cada vez la sensación es mayor de que se hacen trampas al solitario. Con 30 puntos en 34 partidos pensar que se van a ganar en torno a 20 de los 24 que quedan en liza para tener unas mínimas opciones de salvación es de una gran osadía. No es sólo el que marca la salvación (Racing, con 38 puntos), es que la Ponferradina, cuarto por la cola, está a cinco puntos ya (35) y el Ibiza viene por detrás (29) recortando. Mientras el Leganés siga hundido o el Racing continúe atascado habrá opciones, pero lo lógico es que acaben carburando y sumando puntos en algún momento. El Málaga sigue estando a ocho puntos más el average perdido con los cántabros de la salvación.

Villarreal es la próxima estación del vía crucis. Hay quien piensa en el malaguismo que, de perdidos al río, y mejor un descenso estruendoso a muchos punto de la salvación para tener manos totalmente libres y depurar una plantilla que ha decepcionado profundamente con tres entrenadores bastante diferentes y con ideas distintas. El vestuario ha dejado bastante que desear en distintos tramos de la temporada y, pase lo que pase, habrá que desinfectarlo. Más allá de que contractualmente se libere en torno al 80% de la plantilla de seguir la próxima temporada en una rescisión automática recogida en los contratos, habrá que plantearse muchas cosas. De la plantilla, del técnico, del staff al completo y de las distintas áreas del club. La idea es aguantar el nombramiento del director deportivo que debe refundar el proyecto hasta que se consume el descenso para que no se queme. Cabe preguntarse si es la mejor opción perder un tiempo que es clave, ya en abril los clubes están inmersos en planificación de futuro a tope.

Aún queda un hilo de vida que conecta con el césped, pero se va acortando y cada vez haciéndose más tenso. No hay perdón para un equipo que pedalea hacia un lugar que el Málaga Club de Fútbol no pisa desde hace 25 años, un pozo de fango y barro tras un cuarto de siglo en el fútbol profesional. Tienen aún un margen para arreglarlo. Pero, tras la visto en Andorra y el partido perpetrado, no hay argumentos que no sean extraterrenales que permitan mantener la fe.

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