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Caro se reconoce

  • El tocaor catalán Juan Ramón Caro publica su primer disco en solitario caracterizado por el intimismo y la melodía

Juan Ramón Caro. Dirección y producción: J. R. Caro y Cristian Costa. Discmedi.

La guitarra de esta grabación suena a madera, no a metal. La guitarra de Juan Ramón Caro es flamenca y no está enojada. Entronca, por pulsación y también por melodía, por la intimidad de sus composiciones, con la guitarra romántica de salón decimonónica. Es decir que, siendo flamenca por los cuatro costados, se retrotrae a los orígenes del toque flamenco solista, esto es, Ramón Montoya. Caro se gusta en la melodía y no necesita usar la disonancia para sentirse jondo y de hoy. Su guitarra puede adscribirse con todos los honores a ese movimiento de intimismo flamenco que nació hace más de una década como un movimiento estético de cante, que bauticé entonces con el nombre de nueva sensibilidad flamenca. Representaban esta tendencia los entonces jóvenes valores llamados Mayte Martín, Miguel Poveda, Estrella Morente y Arcángel. Y, de hecho, Juan Ramón Caro fue compañero de viaje de algunos de aquellos intérpretes, secundando a la catalana Mayte Martín en el segundo de sus tres discos flamencos.

Representa pues esta obra un tiempo nuevo para la guitarra flamenca, que se convierte en movimiento si pensamos en otros tocaores contemporáneos que escapan, en alguna medida, de la estética impuesta por Paco de Lucía desde los 70. Es decir, esa técnica feroz, esa velocidad en el mástil, esa contundencia en los remates: Paco de Lucía asumía y ampliaba, desde la rabia según declaraciones propias, el legado del Niño Ricardo y Sabicas. Desde Paco la guitarra estaba enojada y no conseguía detenerse jamás en el mástil. Vicente Amigo ya anunció un interés distinto por la melodía, asumiento las enseñanzas románticas de su maestro Manolo Sanlúcar. La guitarra flamenca está ya madura, gracias a Paco y también a la generación posterior (Gerardo Núñez, Tomatito, Cañizares...), así que ya se puede permitir desenfadarse. Y se desenfada en las manos y los corazones del Cano, por la vía del intimismo, del dominio técnico y del toreo parao. Se desenfada en las cuerdas de Miguel Ochando, dando una vuelta de tuerca a la tradición flamenca. Y se desenfada en las manos de Caro, en este debut discográfico. Al margen, obviamente, queda la obra descomunal de ese pájaro solitario y visionario genial llamado Rafael Riqueni.

No renuncia Caro al intimismo ni en toques tan contundentes, tan marcados por la generación tocaora precedente, como los tangos o las bulerías. Aunque, obviamente, su guitarra se crece en los toques románticos, o que él hace románticos: la deliciosa guajira que abre el disco o la soleá. Caro dialoga con la tradición con la misma naturalidad con la que dialoga con su auditorio: sin imponer condiciones, recreándose en el discurso, permitiendo que el tiempo y el silencio pasen, se instalen, tomen la voz. Hace suyo el legado clásico a fuerza de naturalidad, esto es, a fuerza de no forzar. El artista Caro sabe quién es, como intérprete y como compositor. Ese es el secreto de todo arte, de toda vida, conocerse y reconocerse. Y Caro se reconoce, es él para nosotros, para él mismo, en cada una de sus falsetas. Por eso en la soleá no necesita más ayuda que la voz de Juan Manuel Caro. Y es que este disco es también un homenaje al cante (el toque de concierto contemporáneo se reconcilia con sus orígenes) en las voces de Arcángel, Poveda y Morente.

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