Cultura

El artista que hizo el pino en la casa de Lorca

  • Leonard Cohen visitó el hogar del poeta en Fuente Vaqueros para rodar el vídeo de la adaptación del poema 'Pequeño vals vienés'.

Leonard Cohen apareció en el otoño de 1986 en la Casa-Museo Federico García Lorca de Fuente Vaqueros, elegante como un lord. Tenía 52 años, un matojo de canas adueñándose de su cabeza y una pasión desmedida por el autor de Poeta en Nueva York. Hablaba poco y miraba mucho; pero lo que más hizo aquella mañana fue respirar hondo para irse con los bolsillos llenos de la energía de su poeta. Como recuerda Juan de Loxa, director de la Casa-Museo por entonces, le enseñaron una exposición sobre iconografía lorquiana que se exhibía en la sala granero. Pidió que le dejasen solo un momento y fueron pasando los minutos. Cuando Loxa volvió a asomarse se topó con Leonard Cohen haciendo el pino en mitad de la estancia. Pero no era una excentricidad de estrella, estaba meditando, como si pudiera hablar con los muertos o, al menos, escuchar un eco que para él era más que cercano.

Leonard Cohen llevaba unos días en Granada para rodar el vídeo promocional de Poetas en Nueva York, un disco en el que también participaron otros artistas como Chico Buarque, Georges Moustaki o Mikis Theodorakis. Cada uno musicó un poema de Lorca y el canadiense compuso Take this waltz, la adaptación del Pequeño vals vienés que le costó, según reconoció el artista, más de un centenar de folios tirados a la basura y una galopante depresión. El tema acabó formando parte del disco I'm your man y además sembró la semilla de su posterior encuentro con el cantaor granadino Enrique Morente.

El director del Patronato de la Alhambra le negó la posibilidad de rodar en el monumento nazarí, así que Juan de Loxa ofreció raudo la casa de Fuente Vaqueros para tener una ventana de par en par al mundo a través de la voz de Cohen. "La respuesta fue inmediata y entusiasta", recuerda Loxa. Inmediatamente se presentó un equipo de producción con el autor de Hallelujah al frente. Hasta que llegó a la exposición para hacer el pino ante el retrato del poeta que puso su mundo patas arriba, una imagen que acabó siendo portada de una de las revistas musicales más influyentes de Reino Unido. El artista Alejandro Gorafe fue el fotógrafo improvisado. Pero por entonces no existían los teléfonos móviles y no había ninguna cámara de fotos a mano. Así que dejó al canadiense haciendo el pino y corrió a casa de un vecino para pedirle prestada su cámara. Después fue a una tienda de fotografías del pueblo para comprar pilas y un carrete. Cuando volvió con el aliento fuera, 20 minutos después, seguía poniéndose el mundo por montera.

Cohen se fue de la casa de Lorca con un disco de Enrique Morente con poemas de Miguel Hernández bajo el brazo. Era la semilla de lo que llegó después, una alianza eterna entre "seres irrepetibles que no mueren". Después dibujó en el libro de firmas una guitarra con sus iniciales y las del autor de Yerma, atravesadas por una única flecha. "Gracias por mantener su casa abierta", escribió en inglés Cohen. "Lorca le deslumbró porque vio la desesperación del poeta en la ciudad de Nueva York, ese mundo interior tan profundo como su propia voz", recuerda Loxa sobre una fascinación que le llevó a poner Lorca a su hija.

En su discurso de recepción del Premio Príncipe de Asturias de las Letras, en 2011, Cohen no tardó más de un minuto en mencionar al autor granadino: "Ustedes saben de mi profunda conexión y confraternización con el poeta Federico García Lorca. Puedo decir que cuando era joven, un adolescente, y buscaba una voz en mí, estudié a los poetas ingleses y conocí bien su obra y copié sus estilos, pero no encontraba mi voz. Solamente cuando leí, aunque traducidas, las obras de Federico García Lorca, comprendí que tenía una voz. No es que haya copiado su voz, yo no me atrevería a hacer eso. Pero me dio permiso para encontrar una voz, para ubicar una voz, es decir, para ubicar el yo, un yo que no está del todo terminado, que lucha por su propia existencia".

El encuentro definitivo entre Cohen y Morente fue por intermediación de su traductor al español y biógrafo Alberto Manzano. Fue en 1993 en Madrid, con motivo de la presentación de The future. Y escogieron para el encuentro un lugar lorquiano, el bar del Palace. Dos roncos, uno del Albaicín y otro de Montreal, unidos por un poeta que corría por sus venas. "Cuando se conocieron fue mágico, porque eran dos personalidades muy fuertes, muy sensibles y de una elegancia especial, así que juntos compondrán su música y nuevos temas allí arriba", señaló ayer la viuda del cantaor, Aurora Carbonell.

Morente planeaba con los granadinos Largartija Nick fabricar una bomba de relojería con los textos de Poeta en Nueva York que acabaría llamándose Omega. Y Leonard Cohen se coló en el set-list. Aunque hicieron cerca de quince adaptaciones de letras del autor de I'm your man se incluyeron finalmente Hallelujah, Priests y First we take Manhattan, además de la versión de Pequeño vals vienés.

Antonio Arias, líder de Lagartija Nick y hermano de Jesús Arias, el gran ideólogo de Omega, no tuvo la oportunidad de conocer en persona a Leonard Cohen hasta el festival de Benicàssim en 2008. Le recuerda como un hombre "cercano" aunque con una postura de quien va a lo justo, "a la esencia de las cosas y las personas". "Granada pierde a Leonard Cohen, Lorca fue el nexo de nuestra generación y el que nos llevó a unirnos a todos", señala el artista. En Benicàssim Leonard Cohen actuó casi como telonero de Lagartija y Morente. "Quería cenar esa noche en Niza a las diez", recuerda con humor. Mitómano irredento, terminó haciéndose lo que después acabaría llamándose un selfie con el músico canadiense. "La gente decía que parecía un político en campaña porque se paraba con todo el mundo", continúa Arias sobre un hombre que "buscaba la síntesis", que no es otra cosa que la poesía desnuda.

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