El parqué
Continúan los máximos
–¿Esto también es tuyo?, le inquirió Francisco Franco cuando el camarero se dispuso a servirle a su anfitrión una copa de JB.
La etiqueta del whisky coincidía con las iniciales de su nombre: José Banús. No se trataba de una broma. Quien había adquirido mil hectáreas de suelo para crear un gran parque temático del turismo bien podría destilar su propio whisky. Banús se proponía desarrollar su ciudad de diversión en una lengua de terrenos de Marbella que bajaba de la sierra hasta el litoral encauzada entre los ríos Verde y Guadaiza. La superficie quintuplicaba a la del principado de Mónaco, el centro del ocio en el que se había mirado y al que se propuso emular. El constructor, buen amigo de Franco, se había propuesto a principios de los sesenta levantar la mayor ciudad turística.
El ágape tenía lugar en la antigua finca El Ángel donde los camareros ofrecían canapés de caviar o salmón.
–De caviar, zanjó Franco.
En la reunión también estaba el alcalde de Madrid, Carlos Arias Navarro. Pilar Calvo, proveniente de una familia acomodada, que había estudiado canto en Italia, y esposa del constructor, no quiso bajar, ante todo era monárquica. Banús excusó su ausencia por una indisposición. Desde lo alto de una ventana de su habitación Pilar se quedó observando la escena. Tenía su residencia en una suite del hotel.
Carmen Polo, la mujer de Franco, se alarmó al descubrir una torre a medio construir en la zona de Aloha, vecina a los campos de golf.
–Qué feo. ¿Eso cómo se puede corregir?, preguntó.
–Poniendo un cañón, ironizó su marido.
El ambicioso proyecto incluía la construcción de hoteles, campos de golf, casino, plaza de toros y el puerto deportivo, que sin ser este la parte principal del proyecto se convertiría en su emblema. El dictador le vaticinó a Banús que su proyecto de ciudad turística subiría como la espuma.
El grupo de trabajadores, que hace más de cincuenta y cinco años se conformó en Marbella para poner en marcha el mayor proyecto turístico de la Costa del Sol, se reúne desde hace catorce años una vez a la semana para recordar anécdotas de su paso por las obras de Puerto Banús.
–Es una hermandad, que les une el orgullo y el esfuerzo de haber sido parte de este gran proyecto, resume Marcos Sáinz, discípulo de Noldi Schreck, el arquitecto de Puerto Banús, y que ha participado en estas reuniones.
En 1962 se comenzaron a levantar las primeras viviendas sociales para alojar en la zona de La Campana a los trabajadores que procedían de distintos lugares. En el verano de 1970 le siguió la inauguración de la marina.
El Casino de Puerto Banús fue uno de los tres primeros que se abrió en España cuando se legalizó el juego, después de la muerte de Franco. Se construyó en cinco meses, se trabajaba en tres turnos, mañana, tarde y noche, se inauguró en 1978 en la Torre del Duque. Donde también se instaló la discoteca Mau Mau del bonvivant y empresario argentino José Lata Liste, el inventor de la discoteca como un salón, con mesas bajas y sofás, que llegó a Marbella antes de construirse el puerto.
“Era una época de refinamiento. A pesar de que era un pueblito de la Costa, iba gente maravillosa de todo el mundo”, recordaba meses antes de morir en su ciudad natal, Buenos Aires.
La empresa matriz de José Banús tenía filiales para atender el puerto deportivo, la administración, la constructora, el abastecimiento de agua y la planta hotelera.
–Era la única empresa de Andalucía que abonaba 14 pagas a sus trabajadores, con una de beneficios, apunta Paco Díaz, quien ha ejercido de aparejador y es el alma del grupo, que se encarga cada semana de recordar la próxima reunión a sus compañeros.
Con todo el suelo que había por urbanizar, los empleados soñaban con poder trabajar allí hasta su jubilación. Banús, un hombre hecho a sí mismo, nació en 1906 en La Masó, Tarragona. Abandonó la escuela y su pequeño pueblo a los catorce años para dedicarse a la venta de grava en Madrid y adentrarse en el mundo de la construcción, donde supo tejer excelentes relaciones con el Gobierno franquista.
Martín trabajó 14 años en la recepción y como personal de seguridad. Se recuerda como un buen delantero del equipo de fútbol del Casino de Nueva Andalucía. Saltaba por encima del mostrador, como un ejercicio diario para estar en forma.
–Un día me pilló don José.
–Nunca lo hago, solo atiné a decirle.
–Cosas de juventud, me respondió y se fue.
El grupo mantiene un gran aprecio por José Banús. Lo recuerdan como un hombre paternalista, que se mostraba muy próximo con los empleados y sondeaba su opinión.
La obsesión de Banús pasaba por dar a conocer su obra al mundo con la celebración de grandes espectáculos, conciertos, óperas o campeonatos del mundo de golf.
–Trajo a Liza Minelli, en exclusiva para Europa, recuerda el director hotelero del proyecto de Banús, Manolo Cardeña, que estaba en contacto con las estrellas en la organización de las galas.
A ella la había visto antes, se alojaba en el Marbella Club, venía y bailaba sola en la discoteca Nacho's del puerto, hablaba un perfecto español. Cuando vino movió a todas las empresas del puerto para montar el escenario y el vestuario. Se puso una moqueta beige y como buena estrella, quería un baño con mármol. Para el catering pidió un bourbon (un whiskey estadounidense madurado en barricas nuevas de roble americano) que aquí no había y hubo que encargarlo a un piloto de Iberia. Se pusieron a su disposición todas las plantas de la jardinería y se cubrió con madera la piscina de la Torre del Duque.
–No me gusta esto, prefiero vino tinto y pescado frito, dijo al ver el catering.
Para la presentación del festival de una semana de ópera, que incluía Aida, se ofreció un cóctel en la Torre del Duque. Lo servían los alumnos de la escuela de hostelería que dirigía Leonardo Llorente. Uno de los chicos con un bandeja preguntaba con insistencia por la prima de doña Pilar.
–Aquí no hay ninguna prima de doña Pilar, le dije.
–Si me pidió que a su prima no le faltara de nada.
–Le había encomendado que atendiera bien a la prima donna, a Montserrat Caballé.
En la promoción de Puerto Banús también actuó el tenor Pedro Lavirgen.
–Para La Traviata compramos unos muebles usados, entre ellos una cama. Cuando Caballé ensayaba la muerte de Violeta consumida por la tuberculosis, la cama no resistió su peso y se rompió una pata. Tuvimos que poner como soporte cajas vacías de coca cola para la gala.
–En el Hotel del Golf, Banús presentaba a Franco a todo su equipo, yo como director del hotel era el último mono. Para la ocasión se compraron varios cochecitos para el campo de golf. Franco prefirió ir andando, antes que montarse en un coche. Fue caminando a lo largo del campo y todos detrás de él y su escolta. Llevaba a la guardia mora, capaz de desenfundar en milésimas de segundo la metralleta, que llevaban en sus espaldas, y ponerse en posición de tiro. Todo el campo de golf estaba rodeado de agentes de la Guardia Civil. Los servicios de seguridad supervisaron antes el listado del personal del hotel.
En el restaurante de la Torre del Duque, el constructor siempre tenía una mesa reservada.
–Un día vino su chófer y me dijo: De parte de don José, que disponga de su mesa que hoy no va a venir.
Poco después llegó Josefina –la hija que tenía Banús fuera del matrimonio– con su madre y unos amigos. Los acomodé en la mesa de don José.
Al rato volvió el chófer para decirme que necesitaba la mesa porque iba a venir doña Pilar. Me acerqué entonces a la mesa y le dije a doña María, la madre de la niña, en pleno mes de agosto: está un poco fresca la terraza. La señora, que sabía mucho, me dijo: pues sí, y las cambié a una mesa en el interior. Era una señora que, con sus turbantes, también se hacía notar.
Cuando llegó doña Pilar, miró por todos lados y se sentó.
–De esta nos hemos librado, me dijo don José.
–Se habrá librado usted, le respondí.
La Campana, que albergó a los primeros trabajadores de Puerto Banús, también acogió a una importante población foránea. Las viviendas H1 de los trabajadores de La Campana salían a la venta para los extranjeros. Y comenzaba a llegar el turismo belga, a través de una agencia con estancia pagada, y también los suecos, para quedarse un mes.
–El 31 de agosto los extranjeros se iban formando filas, como hormigas. Las casas que se vendían en La Campana daban derecho al uso de la piscina del club La Siesta de Puerto Banús, hasta que se colapsó de bañistas y se cortó la promoción. Manuel Fraga vino a inaugurar el club de playa y se sacó entonces en exposición todo el parque móvil. Ahí estaban hasta los camiones destinados al movimiento de tierra.
Paco Ortíz, topógrafo, y buen acordeonista en sus ratos libres, también forma parte de la hermandad que se reúne todos los martes. Después de su paso por Puerto Banús pudo crear una empresa con su hermano que tiene 17 empleados, y a sus hijos como ingenieros topógrafos.
–En Puerto Banús he estado muy a gusto.
De los años setenta a 1982, Manuel trabajó de aparejador con el ingeniero Alberto Díaz Fraga en puertos de todo el mundo, en las Filipinas de Ferdinand Marcos, Estados Unidos o España
Paco Díaz vino de Lebrija (Sevilla) en 1970 gracias a un colega para trabajar en la construcción de las primeras viviendas agrupadas .
Recuerda el ocaso de Banús, arrastrado por la crisis del petróleo, primero; la muerte de Franco después, y la definitiva presión de los bancos por el impago de créditos.
–En los años ochenta ya no había nada que hacer, se vendían parcelas para pagar las nóminas. Venía un tal Madera a comprar los terrenos, de tres en tres, aprovechaba y se los quedaba por unos precios de saldo. Yo estaba a la espera de que me liquidaran la indemnización en 1981/1982. Cuando me enteré de una venta fui a la oficina del Andalucía Plaza a reclamar mi indemnización. Una pena.
Alberto Vidiella, fontanero en los talleres de Banús en Madrid, se casó con una sobrina de la mujer de Banús y se convirtió en su preferido. Como vicepresidente de Puerto Banús sucedió al constructor, tras su muerte en 1984.
–Hay que tener iniciativa propia, me decía el sobrino de doña Pilar, que empezó como electricista en los talleres, recuerda Luis Silván, quien trabajó como delineante en las oficinas de Banús en Madrid antes de recalar en Marbella.
En poco más de cien años la camaleónica finca El Ángel mudó varias veces de piel. En el siglo XIX la finca albergó a una de las primeras ferrerías del país, para luego convertirse en colonia agrícola y finalmente, con el boom del turismo, transformarse en el valle del golf. Con la construcción de dos embalses, que transformaron la zona de secano en regadío, pasó de ser tierra siderúrgica a agrícola industrial, con una fábrica de harina primero; ingenio azucarero después, para más tarde producir naranjas de reconocida calidad.
–Las naranjas existieron hasta los años setenta. La empresa de frutas Yagüe las compraba y las vendía a Valencia y allí se revendían como propias, también había pomelos y limones, sostiene Manuel Álvarez, que trabajó en la empresa del servicio de agua que creó Banús para abastecer al complejo turístico .
Se hicieron los pozos y teníamos la mejor agua desde los Pirineos hasta el Sur porque tenían varias napas, ocho. Eso fue hasta que vino Gil que pinchó los pozos hasta los 50 metros y los secó. Se cargó los tres mejores pozos de agua.
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