Pedro Molina, el pintor de Marbella que inmortalizó a su perro

Maestro de escuela que enseñaba a leer cantando, cantautor, escribió tres libros infantiles y se marchó a China para conseguir ser tercer dan de taichí

Carmen Piedra, la diseñadora de Marbella que vistió a princesas árabes y vedettes

Escultura del  perro de Pedro Molina
Escultura del perro de Pedro Molina / Archivo personal

–Mis niños querían tener un perro y una compañera del colegio nos trajo uno, mezcla de setter y cocker. En el sótano tenía un cuadro enorme que estaba pintando y el perro se orinó encima. Pensé: lo mato o lo hago famoso. Ideé todo lo que un perro puede hacer en un cuadrado. Me puse a hacer perros. Hice esculturas en planchas de acero que compré en Torremolinos. Cuando encargué los cortes creían que la escultura del perro, de puntas afiladas, era un arma de estrella ninja. Fue un intercambio, no hice millones, pero los perros me han llevado a Escocia, Portugal, Francia, Alemania o Italia.

Con doce años Pedro Molina visitó por por primera vez Marbella, a principio de los años setenta, cuando llegó de su pueblo Andujar (Jaén) a la casa de su tío.

–Aquí me quedo, me dije, y estuve un año. A Andújar volvía a ver a mis padres y me he quedado a dormir en la sierra. La sierra es muy bonita, pero prefiero el mar. En el curso de 1982–1983 volví a Marbella como maestro a la escuela Los Olivos. Pintaba, para mí, garabatos. Tenía una colección de pinturas hecha en cera y tinta china, mis compañeros me animaron a enseñarla. Juan Campos y Luis López me abrieron las puertas de la Universidad Popular para presentar mi primera exposición. Un año después pedí una excedencia y me fui a Sevilla, para dedicarme a pintar.

Con un puñado de Signal y Adler, las revistas de propaganda nazi –que heredó de su abuelo, un tratante de casas– que incluían en sus últimas páginas fotos de mujeres desnudas, se buscaba la vida como vendedor ambulante.

–Las vendí todas, los clientes eran los mismos, gente muy de derechas, los domingos en la Alameda de Hércules y los jueves en el mercadillo de la calle Feria. Y por las noches trabajaba de camarero en La Carbonería de Paco Liria.

El local más que un tablao era una casa de la cultura, donde se daban conciertos, se hacían presentaciones de libros, lecturas poéticas, representaciones teatrales o recitales flamencos con Naranjito de Triana, Chocolate, Juana la del Revuelo o José de la Tomasa. Por allí pasaron Frank Zappa o Nina Hagen, Serrat, Las Virtudes, o poetas como José Hierro, Félix Grande, Fernando Quiñones, Caballero Bonald, o María Victoria Atencia.

–Hice una exposición, Antología de dos años, y solo vendí un cuadro. Cuando recogí los cuadros de la exposición me faltaban dos. Me sentí orgulloso de que me los robaran porque suponía que gustaban, pero al salir a la calle me los encontré rotos en la basura.

Los fines de semana estaba hasta las dos o tres de la mañana. Por allí vi pasar a Julio Anguita, Lole y Manuel o Jesús Quintero. Un ambiente muy bohemio. Había una buhardilla encima del local donde a veces se quedaban unas noches cantantes o extranjeros. Había chicas japonesas y americanas que venían a aprender flamenco y se emparejaban con los gitanos, que terminaban derechitos como corderos. Liria era un mecenas.

Bar El Estrecho, en la inauguración de su exposicón
Bar El Estrecho, en la inauguración de su exposicón / Archivo personal

En los años 1985 y 1986 fui comisario de las exposiciones de pintura que se hacían en el local. Me llamaban Pedro Carpeta porque llevaba unos archivadores que personalizaba. Un profesor de lingüística me encargó para un congreso 50 carpetas a 500 pesetas cada una. Esa noche volví a casa con una bolsa repleta de monedas.

Estudié dibujo clásico y grabados en aguafuerte, que es muy toxico. No lo utilizaba y lo reemplazaba por plástico, acetato, que permite menos copias que las planchas con aguafuerte. Para el Museo del Grabado hice copias en CD con punta seca. Luego también estudié dos años de homeopatía, que se examinaba en Barcelona, intente estudiar medicina pero no me alcanzaba la nota.

Ser maestro era mi vocación y me aseguraba un sueldo fijo. Cuando volví a Marbella me asignaron la clase de infantil, que no la quería nadie. Hice un curso de 400 horas de educación infantil. Se produjo en mí una empatía con los pequeños. Estuve en varios centros de Fuengirola, Sabinillas y Marbella. Las clases las daba de una forma lúdica, enseñaba cantando. Para aprender a leer en pre lectivo utilizaba un método global: imagen, frases, palabras y sílabas.

Veíamos un conejo en el patio del colegio y le hacíamos una canción, lo mismo que a un coche amarillo que va camino de Gibraltar o cuando tocaba Halloween. Mucho después publiqué Pinchapapas fruto de los trabajos que hice de 1987 a 2016, que dieron lugar a tres libros destinados a los nietos y abuelos. El personaje Pirulín está dedicado a mí nieto, es para niños de tres a diez años. Se cuentan juegos de pequeños de los tiempos del abuelo, como el trompo o tirar piedras al mar.

En la galería Toro de Italia.
En la galería Toro de Italia. / Archivo personal

–Antes de ir a Sevilla trabajaba todo con cera, luego hice óleos, acuarelas y serigrafías. Con Ricardo Alario aprendí a hacer retratos.

Primero fueron los perros, luego los toros y los trajes de luces. Comencé con una colección de pinturas de la serie Minotauros, que expuse en el bar El Estrecho. Tuvo tanto éxito de público, la gente se amontonaba en la calle, que tuvimos que repetirlo.

El toro como animal me encanta, es bellísimo. El traje de luces es una metáfora, lo entiendo como una vestimenta de lucha para torear la vida. No mezclo el traje de luces con el toro. Con los minotauros empecé en los años 2000 en los veinte años después, me han venido ideas nuevas y las he vuelto a plasmar.

Expuse en una galería de la calle Virgen del Pilar donde hice amistad con la galeria Quattro, de Leiria, Portugal, donde hice dos exposiciones, minimalismo de los noventa. Llevé la muestra Minotauro a un lugar donde odian el toreo. El día de la inauguración nos encontramos con grasa en la puerta de la galería. Aprendí muchísimo, el portugués y el fado. Solo vendí un cuadro pequeño.

Francesco Toro me encargó el logotipo para su galería. Es un italiano que tiene una galería de arte contemporáneo en Sessa Aurunca, en Caserta, a unos 40 kilómetros de Nápoles. Un lugar con un circo romano 200 años más antiguo que el de Roma.

Le hice un toro y le gustó. Entonces me dije: también lo puedo reproducir en escultura, al día de hoy tengo una ganadería. Aunque he hecho algunas esculturas en madera soy pintor antes que escultor. En la inauguración de la galería italiana presenté la exposición Minotauros cambio de tercio, hice un minotauro en tela y la quema de un toro de madera. Luego participé en la Bienal de Arte de Caserta.

En Marbella he sido reconocido como artista, valorado, a Andujar no vuelvo. Allí he expuesto una vez en el bar La Galeria, de mi hermano, que también es maestro de escuela. Vendí un montón. Estaba crecido, hasta que la mujer que me los compraba se casó con mi hermano y entonces dejó de comprarme.

Pedro Molina y  su maestra Ying Ying Xu
Pedro Molina y su maestra Ying Ying Xu / Archivo personal

Después de empezar a exponer en la Universidad Popular lo hice en bares, en Istán, Estepona o San Pedro. En un tiempo vendí bisutería en el puerto deportivo, tenía unos muñequitos de madera que me los dejaban muy baratos y algunos dibujos míos. Quería vivir de la noche, cerraba el chiringuito y me iba de bares. En Benahavís expuse en el arresto municipal, donde no podía poner clavos en las paredes y entonces monté la muestra en veinte caballetes. Allí conocí a Maffini un escultor fuera de lo normal que tocaba muy bien la flauta.

En Marbella practicaba taichí con mi entrenador Gabriel Killer, el hermano del futbolista argentino Daniel Killer. Pero yo quería vivir el taichí en China y me fui con mi maestra, Ying Ying Xu, con la que aquí aprendí chino.

Conocí en Pekín, Liu Li Chang, un barrio de arte tradicional chino, donde había tiendas de papel o de tinta china. Estuve allí cuatro días en un taller aprendiendo a enmarcar cuadros. Aprendí el sui mo huci, la técnica de acuarela rápida, aguada, que influyó en mi obra. Conocí la ciudad prohibida.

De ocho a once de la mañana aprendía de mi maestro de taichí, que por veinte euros al día también era mi guía. Conseguí con él un trato como si fuera de la familia y ser tercer dan de taichí. El segundo año tuve de guía una directora de cine que hacia reportajes, vídeos y fotos de mi trabajo.

A veces la gente se asustaba cuando le hacía una pregunta en mandarín y no me entendían porque la mayoría hablaba un chino antiguo.

Un día que callejeaba solo, sin mi maestra, dos chicas se me insinuaron. Las invité a comer, se quedaron esperando en la puerta del restaurante. En las calles había mucha gente, me llevaron a un local vacío, Lady Mary. No quiero sexo, les dije, y de pronto toda la gente de la calle estaba en el local. Con treinta yuanes invité a todos a una ronda de refrescos y me marché.

Estuve en Hou Hai, un parque con un lago enorme, era un puerto con hidropedales. Un lugar con muchos locales de entretenimiento y con una marcha tremenda. Di con el Bar España, entré esperando ver a un español y me encontré con un chino que había trabajado en locales de hostelería de Puerto Banús.

–Si un español pasa por mi bar un domingo yo le invito, me dijo. Hacía tertulias sobre España, tenía jamón y vino Campo Viejo, nos pusimos a comer y beber.

Es el creador del colectivo de arte La Kavra, que reunió a un grupo de pintores con la pretensión de que fueran activistas de la defensa del patrimonio local, de la arqueología, las torres del cable, las termas o las bóvedas romanas. A partir de un libro de poemas, escrito por Manuel Peláez, una veintena de artistas participaron del proyecto ‘Quince meses’, que recibió la felicitación de Luis Alberto de Cuenca, por haber reunido tantas muestras plásticas en torno al relato lírico.

–También he tenido un grupo de música, yo tocaba guitarra, junto a Rudy, un gaitero, y Jores un holandés que dominaba como nadie la flauta traversa. Tocamos en Tanguito y en fiestas particulares. En El Frutero hemos grabado un directo, Pedro Molina y amigos, del que soy autor de la letra y la música. Sigo cantando para niños con la grabación de Pirulín que se puede encontrar en internet.

Mi maestra, que entró casada a la cervecería Gambrinus y salió viuda, se llamaba la viuda negra. Después se casó con otro millonario. Para no perder el idioma ahora practico chino con el hombre de la tienda de abajo de casa.

El panorama artístico está muy seco. Poco más que las exposiciones que organiza Paco Sanguino en el hotel Lima o las que hice yo en los hoteles El Fuerte y el Hapimag. En éste he sido comisario de muestras de pinturas y lo soy del Cortijo de Miraflores, por lo que no cobro, aunque desde enero no hemos podido organizar nada.

Molina posa junto a la entrada del Centre Pompidou de Málaga con su perro.
Molina posa junto a la entrada del Centre Pompidou de Málaga con su perro. / Archivo personal

En 2014 Molina fue elegido para realizar el grabado de conmemoración del aniversario del Museo del Grabado Español Contemporáneo de Marbella y desde el 2016, cuatro de sus obras forman parte de la exposición permanente del Centro Pompidou de Málaga.

stats