Del chocolate al turismo
Isabel García Bardón, la mujer que internacionalizó el hotel que su marido inició en los restos de un fortín
Mecenas de artistas, figurante de la serie Don Quijote y besador de los pies de María Auxiliadora
¿Usted quiere llenar las habitaciones? Le lanzó el botones a su jefe, José Luque Manzano, como si se tratara del genio capaz de hacer realidad los deseos del dueño del hotel El Fuerte.
Pedro Guerrero, un muchacho 16 años, se plantó en la cercana carretera principal del pueblo, en el centro de Marbella, y se puso a parar los coches que por allí circulaban para desviarlos al hotel. Con tan elemental estrategia conseguía hacer clientes entre los automovilistas que procedían de Gibraltar, los llanitos que querían salir de la Roca para celebrar sus fiestas. Había comenzado la década de los sesenta y con ella la eclosión del turismo en Marbella. De Ojén bajaban caravanas de burros taxi, perfectamente pertrechados, para hacer un tanto cómodo el paseo de los excursionistas. La recua se alineaba a las puertas del hotel a la espera de los clientes apalabrados por algún agente.
–Este era un lugar entrañable donde no existía el robo. Un día me olvidé de cerrar la puerta del chalé de la zona de poniente, quedó abierta, y al día siguiente estaba igual. Marbella terminaba donde ahora está el Burger King, a la misma altura de donde estaba la gasolinera; el Marbella Club quedaba ya a las afueras. La gente era amable, todo el personal del hotel era de aquí y de la sierra, el maitre de Madrid y el jefe de cocina, un cocinero jubilado, que venía para formar a quienes trabajaban en la cocina. La clientela del hotel la formaban empresarios, profesionales de la banca y del sector inmobiliario. Hicimos un hotel para la celebración de convenciones de grupos de empresas, tuvimos el primer centro deportivo de Marbella. Los veranos venían familias enteras de Salamanca o Bilbao a pasar un mes con sus hijos y nietos, era un hotel muy familiar, del resto de clientes la mayoría eran ingleses, dice Isabel García Bardón presidenta del grupo El Fuerte Hoteles.
Isabel se casó a los 21 años con José Luque Manzano, un hombre emprendedor de Estepa que le doblaba en edad. Su padre era tocólogo, médico de partos, en ese pueblo.
–Mi marido me conocía de pequeña, cuando se me declaró pasó un rato hasta que me lo creí. Conocía Málaga de pequeña por mi madre, que venía a tomar baños de mar. En 1960 nos casamos en Sevilla, íbamos a ir de viaje a Venecia, pero fuimos a las Canarias para ver como se desarrollaba allí el turismo. Llegamos a finales de septiembre y terminamos de reformar el hotel de 45 habitaciones, que ahora tiene 266.
Mi marido provenía del ramo de la alimentación, tenía una fabrica de chocolate y un molino de aceite en Lora de Estepa, poseía un almacén de material de construcción y tierras, llegó a Marbella en 1954 a curar del estrés en el hotel Salduba, que luego fue el comercial. Vio que con la llegada de las casas internacionales de chocolate no podría competir. Era un emprendedor, que fue movilizado durante la Guerra Civil, de la que no participó, no pegó un tiro.
Tras siete días de descanso el empresario sevillano cerró la compra de El Fuerte de San Luis, propiedad de Elvira Vidal, por 1,2 millones de pesetas. Una finca de hectárea y media de terrenos al borde del mar, con un caserón grande, que antes fue una fábrica de harina. Luque se trajo a un jefe de obras y un arquitecto, encargados de realizar los primeros trabajos para convertirlo en el hotel El Fuerte, que le llevaron tres años y se inauguró en julio de 1957.
En 1949 Elvira Vidal había comprado la casona, que en su origen fue un fuerte defensivo, con sus alrededores poblado de viñedos y arboledas. Allí intentaba olvidar el fallecimiento de su marido. Ricardo Soriano le propuso dar alojamiento en su finca a un grupo de amigos: Maximiliano Hohenlohe y Piedad Iturbe, con sus hijos Alfonso y Max. No había muchos hoteles dónde alojarlos.
Soriano y Rodrigo Bocanegra, el influyente párroco del pueblo, no tardaron en animarla para convertir su casa en una pensión. Entre sus huéspedes contó con Edgar Neville, Jean Cocteau, Ana de Pombo, o las familia Parladé y los Gross. En los verano la pensión de Elvira, levantada frente al mar, al que entonces daba la espalda, se veía desbordada. Tenía fama de ser una excelente cocinera. Y a pesar de que la lista de clientes aumentaba las cuentas no cerraban y las deudas se acumulaban. Los buenos veranos no alcanzaban para cubrir los gastos que tenía el caserón en la inactividad de los inviernos. Elvira, malagueña de nacimiento, se vio obligada a la venta de su casa y volver a Málaga. Con 75 años de edad, sin recursos económicos y enferma, regresó a Marbella, recurrió a Bocanegra, quien le ofreció una plaza en la residencia parroquial, que gestionaba Maruja Espada. Allí pasó los últimos diez años de su vida.
–Confundía la residencia de la parroquia de la Encarnación con El Fuerte. Iba al mercado y compraba y en la residencia veía a los ministros o las recepciones que preparaba don Rodrigo y ella quería preparar la mesa.
Elvira mezclaba en el presente los recuerdos de las habitaciones que había alquilado a los Hohenlohe y a los ministros de Falange.
–Mi marido la ayudaba para cubrir las necesidades de doña Elvira y de los décimos de lotería que le gustaba jugar. Era muy gastosa, hacía gastos muy grandes, su marido había sido un abogado conocido en Màlaga como El Niño de los Millones. Ella siempre iba muy arreglada, delicada, pintada y con tacones.
Doña Elvira, a la que la historiadora local Ana María Mata, dio a conocer en su libro como la Dama de El Fuerte, el hotel la recuerda con una suite que lleva su nombre. Era mujer de misa diaria como lo es Isabel.
–Soy creyente, lo fui siempre, mi padre y mi madre me inculcaron la fe, todas las mañanas voy a misa a ver a mi mejor amigo, Jesús. En una ocasión me invitaron a un retiro, fue un encuentro muy fuerte con el obispo de Málaga, Ramón Buxarrais, que había puesto en marcha una serie de reuniones en nuestro hotel con el párroco Francisco Echamendi. El obispado se preguntaba dónde la iglesia no ayuda a la ciudad. El Proyecto Hombre no estaba pensado para tratar a personas dependientes de la droga, sino para atender a los padres que estaban perdidos en la educación de sus hijos. Pero la noche anterior a la reunión un joven muy conocido murió por sobredosis, Marbella nos obligó a atender a esta gente. Enviamos a nuestros técnicos a formarse en Colombia y en Roma, en la época de Juan Pablo II. Estaba basado en un proyecto de EEUU que se fijaba en los valores del evangelio y la disciplina de la Fuerzas armada americana. Nosotros lo adaptamos a nuestras circunstancias. Sin disciplina no hay cambio.
Isabel compartió 24 años de matrimonio, hasta que su marido falleció.
–Entonces me quedé al frente de mis cinco hijos y de la empresa. Fue muy duro, me reuní con mis hijos, alguno todavía estaba en el instituto. Tenía claro que teníamos que estar unidos, mi marido había dejado la proyección de la empresa a diez años, con la ampliación del hotel. Les pregunté qué querían hacer, vamos a seguir el proyecto de papá, me dijeron. Mis hijos tenían que seguir su formación, su madurez y terminar sus carreras. Yo no era una empresaria. Me rodeé de un buen equipo, mi hermano buscó a un director, cuando mi hijo Pepe terminó la carrera de Derecho y Empresariales me dijo o me quedo en la dirección del hotel o me marcho con un grupo de compañeros.
Yo le dije, te quedas de director, yo doy un paso atrás, tenía el legado de la obra de ampliación.
Isabel conoce muy bien la transición de una empresa familiar, es miembro activo y ponente de las asociaciones andaluza y madrileña.
–Cada empresa tiene que tener un protocolo propio. Si el fundador no crea un compromiso con la familia, una vocación, es muy difícil que la empresa continúe. En esto no se improvisa, Osborne va por la sexta generación.
Isabel ya tiene a algunos nietos incorporados en la empresa. Es la tercera generación, a los que les marca unas condiciones que tienen que cumplir, trabajar cuatro años fuera de la empresa familiar y cursar un máster de dirección antes de incorporarse al grupo empresarial.
En 2005 decidió dar un salto a la internacionalización de la empresa. La promoción de hoteles se extendió a la zona del Caribe, con hoteles en Jamaica, República Dominicana o México. Pone de relieve el enfoque de la empresa en la promoción en del Caribe y la gestión directa de sus marcas en España, donde el grupo tiene siete hoteles y dos complejos de apartamentos vacacionales.
Para Isabel el lujo es dedicar tiempo a las personas. En 2005 creó la fundación El Fuerte, una buena parte del presupuesto se destina a Proyecto Hombre y al programa de ayuda al desarrollo de los lugares donde se implanta la empresa, donde siempre se encuentra un área de necesidad.
–De la muerte y un legado no se habla, cuando morir no es negativo sino una realidad. La muerte la veo todos los días, confraternizo con ella, sin fe sería horrible. Con la esperanza de que luego hay vida, creo en un mundo cerca del padre, de Jesús, con mucha paz. Aquí hay que gozar de la familia, porque la felicidad completa no está aquí.
En 1798 Pedro Antonio de Casasola, un teniente de navío retirado, era el gobernador del castillo de San Luis de Marbella. El pequeño fortín se encontraba aislado de la población en su promontorio, desde el que denunciaba tener al menos dos problemas. Solicitó que le concedieran 25 varas en circunferencia alrededor de El Fuerte para dar solución al “arrimo del ganado de cerda y otro, al que también se añade la libertad de ponerse de noche en la inmediación mujeres y otras personas de poca satisfacción”. Casasola quería alejar de sus dominios a las piaras y a las prostitutas.
Durante la Guerra de la Independencia el castillo sufrió el asedio del ejército francés, que en 1812 fue volado por las tropas de Napoleón en su retirada. El proceso de degradación del edificio continuó en los años siguientes. En 1851 se derrumbaron los restos de las estructuras interiores que servían de albergue a varias familias pobres.
A principios del siglo pasado, Félix Jiménez de Ledesma, un médico conocido por dedicarse al cuidado de la salud de los pobres, levantó en el lugar junto a sus hermanos una moderna fábrica de harinas que una medianoche de 1918 fue devorada por las llamas. Aunque el médico achacó el siniestro a una chispa eléctrica, la gente en el pueblo aún defiende que el incendio fue provocado por orden de algún enemigo declarado.
En 1929 permanecían en pie unos 300 metros lineales de muro de mampostería con una media de 3,5 metros de altura. En la actualidad los restos del fuerte, muy modificados y que forman parte del jardín del hotel, se encuentran en plena restauración, que se realiza en parte con piedras propias del monumento.
–No hemos dado con el túnel subterráneo que lo conectaría con el castillo de Marbella, señala Isabel, que recuerda la decoración que Ana de Pombo hizo en el fortín con el dios Baco detrás de la barra, durante el tiempo que funcionó como bar, como también en los que albergó cursos de formación que impartía un hermano de Isabel, lingüista de la universidad de Lovaina (Bélgica). En la última reforma del hotel se hallaron centenares de restos humanos en los terrenos, que corresponderían a un enterramiento del periodo musulmán de la Marbella de la Edad Media.
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