La diáspora de serbios en Marbella: un vendedor de humo y tres médicas
Una neuróloga del hospital comarcal, la fundadora de una ONG y una radióloga incansable
El desconocido arquitecto brutalista que moldeó el urbanismo de Marbella

Soy un talentoso vendedor de humo y espejos, aunque de una manera positiva (...) Nada es para siempre, eso me recuerda al humo y a los espejos. He intentado formular mi vida de esta manera”, confesaba el serbio Bob Petrovic a una revista de música de su país, al reconocerse amante del fútbol, la música, las fiestas, los Rolls Royce y las piernas interminables. Su filosofía de vida encajó muy bien en la Marbella de los noventa. Se presentó como un millonario estrafalario que se hizo con el club de fútbol Atlético de Marbella por unos 800.000 euros. Leyenda del funk en Belgrado (Serbia) de finales de los setenta y principios de los ochenta, donde aún se le recuerda como uno de los grandes organizadores de fiestas privadas y de los primeros en abrir en su ciudad una discoteca .
Pero no siempre fue así. Vivió en Jatagan Mala, un barrio pobre y abandonado de Belgrado, habitado por gitanos. Donde desde temprano hasta la noche todo era caos. Presumía de las cicatrices de cuchillos que surcaban sus manos, producto de peleas. “Había mucha música porque esos pequeños gitanos, mis amigos, siempre estaban golpeando algo. Podía ser una caja de zapatos, les encantaba. De niño sentí que ellos y yo teníamos el mismo sentido del ritmo. Éramos como hermanos. En el funk hay algo que sale si sientes que te estás muriendo, y tocas esa nota justo antes de que estés a punto de morir”. Y esos sonidos Petrovic lo encontraba allí.
En Marbella fue vecino de Sean Connery y amigo del cantante Toni Dalli. A través de este pudo comprar un Lamborghini Countach por 450.000 dólares, con el que solo recorrió unos pocos kilómetros antes de regalárselo al delantero Vladan Lukić, después de que le marcara dos goles al Real Madrid. Una noche mandó a descorchar 450 botellas de Dom Perignon para animar a 4.500 clientes aburridos de la discoteca Pachá de Ibiza. Su obsesión por las piernas femeninas –gusto que aseguraba compartir con el escritor yugoslavo y premio Nobel de literatura Ivo Andrić, capaz de asistir regularmente a Kalemegdan para ver a las jugadoras de baloncesto– le llevaba a hacer medir los centímetros de las piernas de las bailarinas que animaban su discoteca, Long Legs, en Puerto Banús. En esta marina descansaba su yate Blue Crystal, donde celebraba conciertos privados del grupo Kool and the Gang, poseía un avión y por las calles de Marbella se paseaba a bordo de alguno de sus dos Rolls Royce.
“Que tengas y luego no tengas”, es el refrán judío con el que se identificaba. “Ni yo ni mi familia teníamos nada, ocho o nueve personas viviendo en dos habitaciones en Jatagan Mala. Cuando compré todo lo que en este planeta se puede comprar con dinero –porque nunca esperé tener siquiera una pequeña parte de ese dinero– tuve la impresión de que instintivamente me dirigía a gastarlo todo, pero no lo hice a tiempo. La gente suele pensar que cuando ganas algo de dinero te vuelves un cretino. Yo seguí igual. Nada cambió en mi comportamiento, pero los que me rodeaban todos se fueron”. Tras cuatro años de gestión al frente de Atlético de Marbella, el club desapareció y también el vendedor de humos y espejos.
Suzana Oliver es una médica neuróloga de Serbia que desde hace 23 años trabaja en los servicios de Urgencias del Hospital Costa del Sol de Marbella. Llegó a España en 1995 de una Yugoslavia destrozada por la guerra, que había dejado a muchos pueblos separados y propiciado entre ellos un mal ambiente.
–Toda la gente lo pasaba mal, sentí que para mí allí no había futuro. La guerra dejó a Slobodan Milošević al frente del país. Si tu proyecto personal no encajaba con su partido se consideraba que estabas en contra.
Suzana había venido en 1994 al hospital La Paz de Madrid para hacer prácticas, ese año volvió a Belgrado para el examen final después de cuatro años de su especialidad.
–Me enteré que en el piso que ocupaba en Madrid antes había vivido una médica de Serbia. Ese año conocí a mi marido, un abogado americano, que también había estudiado Derecho en España. Yo estaba en la biblioteca de la iglesia anglicana en busca de libros en inglés. Me quedé a la misa del domingo y lo conocí, él vivía en Madrid, donde tenía su despacho. De vuelta a Belgrado pude contactar con la médica serbia, se trataba de Jovanka, a quien no conocía. Me dijo que en la Costa del Sol necesitaban médicos con idiomas. Era una época mala en Serbia, la OTAN había embargado a nuestro país.
En 1995 vine a trabajar en la Costa, en una clínica en Calahonda (Mijas) que tenía como pacientes a residentes extranjeros, ingleses , finlandeses, europeos, yo trabajaba en guardias, avisos de hotel y timesharing.
Desde 2002 trabaja como neuróloga el hospital público de Marbella, donde manejar más de cinco idiomas es una ventaja. En ocasiones las jornadas en Urgencias se doblan y de ahí nacen anécdotas que dibujan una parte de esta zona.
–Cuando hay pacientes provenientes de la antigua Yugoslavia, o a veces búlgaros o ucranianos me llaman para ayudar a la traducción. Una vez atendimos a un paciente serbio que venía herido de una pelea. Dos meses después yo iba por el pasillo del hospital y veo a un hombre, que estaba detenido, iba esposado, acompañado por dos policías, y desde lejos me grita:
–Hola doctora, ¿qué tal?
Era el mismo al que había visto herido de una pelea, entonces una cree que tiene que pensar dos veces con quién habla, dice con ironía Suzana Oliver, sobre su compatriota.
–En una ocasión ingresó la mujer de un capo de los narcos colombianos, a la que habían intentado asesinar. Llegó al hospital con varias heridas. Protegida por la Policía, fue ingresada en una sala separada ante el temor de que volvieran a intentar acabar con su vida.
También ha tenido que examinar cadáveres de mafiosos, muertos de forma violenta, a los que la Policía llevaba al hospital para que le hicieran una prueba de imagen, un TAC.
–Ellos estaban interesados en determinar el lugar exacto por donde había ingresado el proyectil para analizar su trayectoria. Entonces terminábamos haciendo medicina forense.
Los conflictos provocados entre delincuentes acaban con heridos de bala o armas blancas. En más de dos décadas en Urgencias Suzana atendió a heridos con tiros en las rodillas, en los glúteos o de muerte, mafias chinas, rusas o albanesas.
–No cambia mucho.
En una ocasión un etarra, que era trasladado a un juicio desde la cárcel de Alhaurín de la Torre, alertó a los policías que lo custodiaban acerca de un fuerte dolor en el pecho. Inmediatamente fue trasladado al hospital de Marbella.
–Al servicio de urgencia llegó esposado, lo atendimos rodeados por policías que portaban armas automáticas. Se creó un ambiente demasiado tenso para la sala de un hospital. Pudimos determinar que no había ninguna dolencia, que había fingido. Como un mafioso en silla de ruedas que dijo sufrir un ataque epiléptico.
En cuatro años fue madre de tres hijos, en los que conciliaba sus cuidados con las bajas temporales.
–Fueron muy intensos esos años para atender a los niños.
Jovanka Manojlovic llegó a Madrid en 1992, vino dos veces como becada para hacer prácticas en diversos hospitales, como el actual Gregorio Marañón, La Paz, Ramón y Cajal, la antigua Mutua La Fraternidad y el desaparecido Hospital Militar del Aire. Antes, a los veinte años, ya se había interesado en aprender flamenco y castellano en su país. Es médica especialista en medicina deportiva y rehabilitación, preventiva, estética, y antiedad.
–Sentía una gran afinidad con España. Estaba en el mejor hospital de mi país, pero quería vivir aquí. Tenía unos amigos bosnios, que habían venido a Fuengirola en 1992 a raíz de la guerra, que me comentaron que una clínica de Calahonda solicitaba médicos. Me dijeron que empezara el lunes siguiente, pero mis papeles de convalidación tardaron dos años.
Ya en Belgrado conocí a Suzana y le comenté la oferta, ella es especialista en Neurología, pero aceptó trabajar en medicina general. Yo confiaba en el destino. En la clínica me dijeron que mi oferta de trabajo seguía en pie. El 80% de pacientes eran ingleses, yo hacía de intérprete a los médicos españoles.
En Serbia los servicios de salud y educación eran excelentes. El Estado entregaba las viviendas gratis, con un mantenimiento muy bajo, había servicio de guardería, actividades extra escolares, como ballet, gimnasia rítmica, inglés, yo hacía tres o cuatro actividades. Los sueldos eran bajos, pero el Estado brindaba la oportunidad de formarse. No tenía ninguna necesidad de salir del país pero mi alma buscaba otro terreno en la que desarrollar mi capacidad.
De pequeña vi como mi padre ayudaba a los demás. Un día de diciembre llegó a casa sin abrigo y me dijo que se lo dio a una persona indigente, para mí era un ejemplo de solidaridad. En 2000 una amiga, Anette, me propuso hacer un curso de yoga y de medicina ayurvédica en la India. Antes, ella iba a entrevistar a la decoradora Charo Hallin, quien todos los años iba a la India y conocía a Vicente Ferrer. Como su fundación estaba cerca del lugar al que íbamos fuimos a visitarlo. Nos quedamos impresionadas de la figura de Ferrer, emanaba una luz que se podía tocar. Mi amiga decidió dejar la vida cómoda que llevaba y quedarse allí, yo he vuelto todos los veranos a la fundación de Ferrer para ayudar a niños discapacitados.
La fundación de Ferrer se encargaba de medio ambiente. mujer, minorías y niños y crecía de manera exponencial. Mi amiga vio la necesidad de crear una ONG. Dio con una que llevaba 50 años en la India, impulsada por Cáritas y la iglesia católica, y no tenían suficiente fondos para la educación de los niños. Utilizamos la infraestructura de esta ONG y creamos la asociación Diksha España para la integración de los niños. No tenemos gastos, todo el dinero recaudado va para el colegio de los niños, comida y cuidados médicos. Hoy tenemos 350 niños apadrinados y dos orfanatos.
A un niño apadrinado le pregunté qué quería que le regalara en su cumpleaños, que era en septiembre, ropa, útiles o un móvil. A fin de año le he vuelto a preguntar qué necesitaba y me dijo: no quiero nada, ya tengo mi regalo de cumpleaños. No tienen deseo de recibir regalos, sino de estudiar. La avenida mas grande de Nueva Delhi, comparable a los Campos Elíseos de París, se llama Responsabilidad y Deberes, cada uno sabe cuál es su deber con el país. Aquí su responsabilidad empieza por un proyecto que involucra a la gente. Diksha en sánscrito significa transmisión de conocimientos del maestro al alumno sin pedir nada a cambio. El voluntario tiene la vocación de servicio en su ADN, la felicidad aumenta con la felicidad en los demás.
Jovanka también forma parte de la junta directiva de Mujeres Empresarias de Marbella, de la Asociación Mujeres Universitarias, participa en acciones de Rotary, Cudeca y de la Asociación Contra el Cáncer.
El único día que libra Sladjana Obradovic es el domingo. Por la mañana trabaja en una clínica en Marbella, por la tarde en otra clínica como radióloga y todas las noches hace guardia en Mijas Pueblo.
–Trabajo mucho, es mi forma de vivir. No lo veo como trabajo, me gusta ayudar a la gente. La Costa del Sol ha sido mi destino, aquí está mi camino. En España la gente es como en Serbia.
En 1999 decidió con su marido, también médico, establecerse en la Costa del Sol. Es médica general y radióloga de Serbia. La pareja había vivido cinco años en Atenas, donde se dedicaban a los productos naturales que presentaban en España.
–En Grecia trabajaba en un gran hospital, y en España, tras convalidar mi título, trabajé en la Seguridad Social y en clínicas privadas
El Ayuntamiento de Mijas, donde trabaja en medicina general, radiología y tratamiento de la unidad familiar, le concedió en 2019 la distinción de hija adoptiva y en 2016 ha recibido la medalla de oro del Foro Europeo Reyes Católicos, en reconocimiento a su labor profesional.
La colonia serbia, que no supera las 200 personas, alquiló una sala de la iglesia El Calvario de Marbella para celebrar las ceremonias religiosas de su iglesia ortodoxa. Ahora ya tiene la propia
–Es la primera iglesia serbia ortodoxa de España, llevamos un año y pico, es importante para abrirla a la cultura, la tradición, habitamos en el mundo pero hay que cuidar las raíces. De Serbia he tenido como amigos a cinco médicos, algunos ya jubilados. Desde hace 25 años mantenemos un grupo de unas 20 personas, somos una familia que compartimos distintas actividades.
Sladjana ha sido madre de dos hijos. Sara estudiaba en el colegio Saint Laurent de Grecia, a los siete años sabía griego, serbio, inglés, español y estudiaba francés. Había pintado más de 40 cuadros en dos años.
–En España me llamó la atención que sus dibujos fueran más oscuros. Le hice una analítica y detecté que tenía leucemia, pasé cuatro meses en el hospital ingresada con ella. Su hermano era compatible para hacer un trasplante de médula, durante tres años estuvo perfecta, hasta que empeoró y falleció. Para mí fue un gran absurdo, hasta entonces en la vida todo era perfecto. La vida enseña el dolor pero yo creo en Dios. La personas en una situación límite saca una energía infinita. He aprendido a celebrar la vida. Mi resiliencia viene de ahí, estoy bien, no sufrí depresión, la energía universal me ayuda.
–Voy a morir, siento que no tengo nada para hacer aquí, tú trabaja para ayudar a la gente, me dijo Sara y me dejó una nota.
Pienso que hay que solucionar las cosas y dar un paso adelante. Los serbios, somos fuertes, la historia la llevamos en la sangre, luchamos mucho. Me han regalado un icono de nogal de Santa Sara de Abrahan que para mí es muy especial.
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