Iñaki Castañer: regatista amigo del rey, que reivindica la vela como deporte popular
Fue nueve veces campeón del mundo, integró las tripulaciones del Bribón del rey Juan Carlos y el Aifos de Felipe VI
Lamenta la ausencia de una industria náutica en la Costa del Sol
Soy un año mayor que el rey Felipe. Lo conozco desde muy joven, cuando él empezó como guardamarina, con sus cursos en la Comisión Naval de Regatas de la Armada de Palma de Mallorca, yo estaba allí haciendo el servicio militar. Y empezamos a navegar en la clase crucero. Tengo mucha relación con él, nos vemos mucho, siempre relacionado con la náutica. Me llama la atención la memoria que tiene, se acuerde de los nombres de tu familia.
–¿Qué tal Selma y tus hijos, Nacho y Beltrán?, me preguntó cuando me vió. ¡Fíjate a la gente que conocerá!. Creo que tienen un entrenamiento especial, para llamar a la gente por su nombre, cuando se tiene un cargo institucional es muy importante. Luego le dije a mi mujer: el rey me ha preguntado por ti, y no te ha visto en cinco años, cuenta Iñaki Castañer sobre su último encuentro con Felipe VI.
Comencé a navegar con ocho o nueve años, en Puerto Banús. Era una marina absolutamente diferente, maravillosa, fantástica, todos los que lo vivimos tenemos ese recuerdo de Banús, donde empecé a montar en bicicleta y a navegar, como aficionado, junto a mi padre. Él era un empresario de Madrid, que se vino con la familia en 1978. La primera casa fue en Puerto Banús, donde mi padre tuvo el segundo atraque. Y aquí empezó mi carrera como navegante, en Marbella, con un velero pequeño, después en otro más grande, y comencé a navegar hasta terminar el colegio.
Para el servicio militar, tuve la suerte de que me reclamó la Comisión de Regatas de la Armada, en Palma de Mallorca. Tenían un presupuesto importante, se promocionaba mucho el mundo de la vela, estuve dos años navegando a un altísimo nivel con barcos de la Armada en campeonatos nacionales y del mundo. Cuando acabé el servicio militar supe que ése era el mundo que me gustaba. La Armada, luego me contrató para la construcción de un barco de regatas muy grande, Hispania, de 25 metros. Como civil, a cargo del Hispania, hicimos campeonatos del mundo de Maxis, la Ruta del Descubrimiento, mi primera ruta del Atlántico; un año y medio en un barco ciento por ciento de regatas. Después fui con Tabacalera para dar la vuelta al mundo a vela en el Fortuna Extralight. Con 21 años ya tenía una experiencia fuera de casa, que me hizo madurar como profesional.
En España, la gente relaciona un barco de vela con un yate, es un problema cultural. Cuando la vela, si no es el deporte más exigente y duro del mundo, poco le falta. Es mucho más que una camiseta bonita y un cinturón de colores. En los últimos veinte años, en España hemos organizado las mayores competiciones de vela: cuatro salidas de la Volvo Ocean Race, la regata oceánica más importante; tres copas América, todos los circuitos más importantes del mundo. Es como, si te gusta el fútbol y en tu país se celebrase el Mundial, la final de los Juegos Olímpicos, y de la Champions League. Todo eso en un año.
En Francia, la gente antes de tener un coche de alta gama prefiere un barco. El precio de un velero es el de un coche de alta gama, que en Marbella ves mil. Una cosa es tener un superyate, y otra un velero que lo compra un señor y navegan diez. A pesar de la historia de navegación que tiene España y de vivir en una península, en uno de los países con mejor clima y condiciones para navegar, se sigue pensando que la vela es un deporte elitista, mientras que en países como Francia, Italia, Dinamarca, Noruega, Suecia o Alemania es un deporte absolutamente popular.
La gente, aquí, no se plantea navegar fuera del verano. En Francia o Inglaterra navegan durante todo el año. En Dinamarca o Suecia, en febrero, veías velitas a lo lejos, mientras estaba nevando. Al club náutico llegaban los chavales con las manos congeladas, rompiendo el hielo para salir a navegar, porque existe una cultura de navegación.
“Vivir de la vela es complicado”, dice Castañer, nueve veces campeón del mundo en esta disciplina, y en una treintena en trofeos nacionales. Realizó trece veces la travesía del Atlántico, casi siempre a vela, e integró la tripulación de las embarcaciones del rey emérito y del actual, en varias ocasiones.
Cuando no hago regatas vendo barcos, tengo una empresa de compraventa de embarcaciones, lo veo y lo vivo. Nunca llegué a hundirme pero muchas veces estuve cerca de abandonar el barco. He vivido situaciones de caídas de tripulantes al agua, por suerte siempre con rescate, y accidentes, dentro del barco, con lesiones importantes. En la Copa América rompí trece palos, perdimos la quilla y volcamos. Hubo roturas de timones, de doce botavaras y de todo tipo de velas. He aprendido a ser consciente de que el peor enemigo del navegante es la rutina, sentir que estás seguro. La falta de concentración del navegante que cae al agua ha provocado la perdida de mucha gente. Ver el accidente como parte de la vela y llevarlo lo mejor posible.
Los que vivimos el mundo de la vela, reconocemos su patrocinio. Gracias a la presencia del rey Juan Carlos se ha beneficiado este deporte durante muchos años. Las empresas se querían ver relacionadas con la familia real, participaban en los campeonatos donde estaban ellos. Los años dorados de la vela fueron cuando el rey emérito navegaba y estaba en todas las regatas. Hoy en día, desgraciadamente, el rey Felipe, por sus compromisos, puede navegar muy poco, a pesar de que es una de sus principales aficiones. He navegado mucho con ellos. Con el rey Juan Carlos en el Bribón y con el rey Felipe en el Aifos, que es de la Comisión de Regatas de la Armada. El trato con ellos es muy similar. La imagen que tiene la gente es la real. A bordo del barco son uno más, se integran rápidamente. He tenido la suerte de navegar mucho con los dos. Con el rey emérito he hecho los tres últimos campeonatos del mundo, donde ha ganado en la clase clásicos de seis metros. El primer título lo consiguió en Vancuver (Canadá), [prueba en la que Castañer ayudó al patrón del Bribón a convertirse, casi a los ochenta años, en campeón mundial de vela].
Con el rey Felipe he navegado recientemente una Copa del Rey a bordo del Aifos. Tienen una magnífica tripulación, la del rey emérito es buenísima, gente que lleva navegando con él muchísimos años, a mí me hacía mucha ilusión navegar en el Bribón con Pedro Campos, Jane Abascal o Ib Andersen, auténticas leyendas en España, un lujo. Yo empecé muy joven a navegar con ellos; estar integrado en el equipo del Bribón me hizo mucha ilusión. Y a bordo del barco del rey Felipe, que también tiene una tripulación excepcional, casi todos de la Armada española.
El rey emérito lleva el barco, siempre que haya condiciones. Con él he navegado desde el año 1992, mucha veces llevaba la caña, especialmente ceñida, cuando iba contra el viento; a favor del viento, no. En el Aifos, el rey Felipe lleva siempre la caña, de hecho le llamamos patrón. Al rey Juan Carlos lo he visto en casi todas las regatas que ha participado. Me ve de lejos y me llama para hablar, tiene un trato muy cercano y cariñoso. El lunes pasado me mandó un mensaje felicitándome la Navidad.
Muchos creen que la vela es tomar el sol, o cuando llega el rey con la reina y las infantas. Lo que sale en la tele. Cuando la vela es todo lo contrario. Somos un ochenta por ciento pasión y un veinte por ciento interés económico, los que vivimos de ello.
En televisión la vela es la Copa del Rey y parece que todos los que salimos somos aristócratas o miembros de la nobleza. Cuando en esta prueba participan 120 barcos de todo el mundo, es el campeonato más importante del Mediterráneo. La pena es que en lugar de darle la trascendencia deportiva que tiene, solo se hable de la presencia del rey, a quien le gustaría que se hablara más de la regata. Falta más difusión, falta cultura náutica; a los medios deportivos especializados les falta ver lo que pasa en otros países, donde la vela es más popular y tiene mucho más tirón. En Francia la vela es el tercer deporte más importante, tras el fútbol y el baloncesto. Aquí, por número de federados, somos poquísimos.
En Marbella la gente vive absolutamente de espaldas al mar. En la Costa del Sol hay una industria náutica que no es nada profesional. Tenemos puertos deportivos, pero los medios y los servicios que ofrecen son muy básicos, no han evolucionado como sí sucedió en Baleares, Palma Mallorca, Ibiza o Barcelona. Como aquí sigue viniendo gente por el clima y la geografía, se sigue creyendo que se está haciendo bien, pero no es así. Se podría, si se gestionara bien, hacer una industria mucho más fuerte y rentable para todos. Algo se ha conseguido, pero podría ser mucho más.
Hay un problema de atraques, los que sí creyeron en esta industria han hecho más marinas y creado empresas de servicios por todos lados. Marbella no ha evolucionado nada, en el mundo de la náutica hay más lanchas de motor, pero veleros están igual que hace treinta años. En Puerto Banús puede haber 800 barcos de motor y quince de vela, en Sotogrande, más orientado a la navegación, un cincuenta por ciento; en el Puerto Deportivo de Marbella solo hay un treinta por ciento de vela.
La época estupenda de Puerto Banús fue en sus inicios, por sus valores increíbles, una marina hecha con mucho cariño, en que lo importante era cuidar a los barcos y a la gente que venía a bordo, hoy en día lo importante es el show off (presumir), las marcas caras que vienen al puerto a vender sus productos, ya no los navegantes, la gente que está en tránsito. Hay que mejorar las condiciones para la gente que viene porque es un puerto. Se ha perdido un poco el valor de lo que es una marina.
La incorporación de motos acuáticas en los puertos es un desastre absoluto. Hacen mucho daño. Hay gente, sin ninguna experiencia náutica, que normalmente va bebida, que lleva embarcaciones sumamente potentes y peligrosas, sin ser consciente de la velocidad y el peligro que genera para la gente normal. Los que nos dedicamos a la náutica no entendemos cómo sé es tan estricto con un velero, que va a diez kilómetros por hora, y llega el mundo sin ley de las motos acuáticas a las marinas, que salen a sesenta kilómetros por hora, con personas sin ninguna titulación, y aquí no pasa nada. Hay que cuidar el puerto, hay poca cultura por la gente que quiere estar en la marina. Cada vez hay mas motos de agua, que generan recursos para unos pocos, y peligro para el resto.
Hace una semana ganamos la regata Vuelta Costa del Sol, de cuatro días, que salió de El Candado, Málaga; fue a Sotogrande (Cádiz), a Marina del Este, (Granada) y regreso. Una prueba para dos navegantes. Iba con Fernando Retegui, dos en un barco de 14 tripulantes. Lo teníamos todo muy claro y estábamos preparados para no romper las velas y mantener el control del barco. Cuando me preguntan: con qué barco irías a una competición, yo digo que lo importante es con quién voy.
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