Juan Campos, guitarrista omnívoro y albañil de la música

Abandonó la hostelería de Marbella para dedicarse al flamenco y experimentar después nuevos estilos con Antonio L. Gil de Danza Invisible

La princesa que esquivó las fiestas de Marbella y ayudó a los enfermos de sida

Grupo Jarapo.
Grupo Jarapo. / Archivo personal

Con 18 años era contable y tenía un buen sueldo. Su padre era maitre, su madre gobernanta y su tío jefe de cocina del Marbella Club. Su futuro parecía destinado a la hostelería. Entonces se planteó si quería verse a los cuarenta años trabajando en un hotel cercano a Puerto Banús.

–Hice primero de Economía y me engolfé con Tabletón (el grupo malagueño que en los años setenta fusionaba jazz, rock, reggae o blues con flamenco). Las clases de la facultad se impartían en distintos sitios porque no había un único edificio. Me apunté en la escuela de Comercio y con lo que aprendí empecé a trabajar en el hotel Fuentes del Rodeo, dice Juan Campos.

Su jefe era Andrés Hengge, el hostelero suizo que en 1964 había tenido bajo sus órdenes a Carlos Cano en el hotel balneario Bex-Les-Bain. El cantante granadino se ganaba la vida entonces en Suiza, sirviendo de camarero, chico de habitaciones o limpiabotas.

Con el cantaor Andrés Lozano.
Con el cantaor Andrés Lozano. / Archivo personal

–Con Hengge -que fue también presidente del club náutico de Marbella- llegué a tener una muy buena amistad, con él hablaba del poeta León Felipe. Un día le dije que dejaba el trabajo del hotel.

–En 1977, con dos años de paro me fui a dar clases de guitarra con Diego Montoya, que se había instalado en Marbella, donde tenía una novia. Me tenía para despertarlo por la mañanas, como si fuera su niño del tabaco. Diego Montoya tocó con los mejores cantaores del flamenco, en las ventas de los Montes de Málaga y en las salas de fiestas Las Terrazas o la Venta Guerrero. En Algeciras y Marbella tocaba en cuadros de baile. En los corralones de la calle Málaga de Marbella había muy pocos flamencos.

A El Güito, una leyenda en el baile flamenco, era el número uno, lo vi bailar en la Pagoda Gitana. Un tablao que había en el hotel Guadalpín y que luego se incendió. Era de un japonés que tenía una cadena de salas, entre ellas El Corral de la Morería de Madrid. Montoya para mi fue fundamental, luego aprendí nuevas técnicas con Antonio Morilla. Estuve una temporada en Granada con Tere Campos, 'la teleta', y su marido Raúl Tomba, luego importante manager, productor y promotor de Granada.

En los ochenta se creó un foco cultural en Marbella con la Universidad Popular (UP), Jesús Vega era delegado de Hacienda y de Cultura y tiró de Benito, el coordinador, que vino de Vigo, con la experiencia de lo que hacía allí. La UP llegó a tener 3.000 alumnos, por el taller de teatro pasaron Pepón Nieto, Inma La Bruja, Manuel Olarte o El Pelúo.

Juan Campos con Fernando Quiñones.
Juan Campos con Fernando Quiñones. / Archivo personal

–En San Pedro hubo muchos festivales de flamenco con la Paquera de Jeréz, excepto Camarón y Enrique Morente, pasaron todos los grandes. Entonces, en cada pueblo había un festival flamenco. En Andalucía se celebraban como 400, yo acompañaba a los flamencos contratados de teloneros, como Andrés Lozano o Pepe Lara. Estos, a su vez, me encomendaban a otros y tenía a ocho o nueve cantaores que me llamaban. Después de estar cinco años en un flamenco rancio, en el que si llevabas barba se consideraba una falta de respeto, quería hacer otra cosa.

En 1982 creamos Jarapo, un grupo que al principio era romanticismo. El disco de Jarapo Pájaros negros era vanguardia, como un ovni, resulta que nos habíamos adelantado en años. Hicimos dos o tres giras en las que recorrimos España, en el Pais Vasco tuvimos mucho éxito. Al final el grupo terminó regular, yo sobreviví, algún compañero no pudo seguir y otro se quedó enganchado a la heroína. Volví entonces con los cantaores, esperábamos en Málaga a que saliera un festival. Trabajé con Rafael Riqueni o Ricardo Pachón, que era el productor de El Sorderita, Diego Carrasco y El Niño Jero y organizaba minigiras con Nicasio Moreno y Antonio Molina. Joaquín Cortés nos quitó a Nicasio Moreno, era difícil encontrar un chelo que hiciera flamenco. Era un época mala, en la que el caballo hacía estragos.

–Mi madre fue guardesa de la Villa Cris de Fernando Soriano, un industrial, hermano de Ricardo Soriano, en la zona de El Rodeo. Fernando me regaló mi primera guitarra. Él nunca alardeaba de grandeza ni de títulos. Tengo el recuerdo que Ricardo tenía un velero, era un vividor y lo quemaba todo.

En El Rodeo había varios personajes que tenían casa, Antonio el Bailarín, en El Martinete, estaba también el bailarín El Greco o Edgar Neville y Conchita Montes en su casa Malibú. Tenían un televisor en un mueble muy grande, íbamos a su casa a ver Bonanza. Neville tenía un Ford Mustang rojo, descapotable, en el que nos llevaba a Puerto Banús cuando se estaba construyendo. Lo mismo lo hacía Antonio El Bailarín en un Fiat Spider. Un día mi madre nos anunció que Edgar Neville se iba, que había vendido su casa al agente 007. No lo creímos. Hasta que un día, jugando en la playa, vimos a Sean Connery saliendo del mar. Nos escondimos, el protagonista que habíamos visto en el cine lo teníamos ahí, con un bañador azul y envuelto en una toalla.

Izquierda casa Cris, derecha cuartel de la Guardia Civil, en El Rodeo.
Izquierda casa Cris, derecha cuartel de la Guardia Civil, en El Rodeo. / Archivo personal

A los 13 años tenía vocación por escribir poemas en la revista del instituto. En las fiestas con la pandilla tocaba canciones de Serrat o de Atahualpa Yupanqui. Me crié asalvajado en la finca de mis tíos abuelo en San Pedro Alcántara. A la escuela fui para la primera comunión. Los veranos los pasaba en El Rodeo.

Si omnívoro es un animal que se alimenta de toda sustancia orgánica, Juan Campos se define como un omnívoro de la música. A los 17 años se nutría de flamenco y de la música de los Beatles o los Rolling Stones, Camarón y David Bowie. El flamenco rancio y Led Zepelin: lo tradicional y la vanguardia.

El guitarrista y tecladista de Danza Invisitble, Antonio L. Gil, apostó por la música de Juan y produjo en los ochenta el primer disco de Cañadú en el primer estudio digital de Andalucía, Sonosur de Almería. El trabajo se presentó a lo grande en el teatro Romano de Córdoba de la mano de Carlos Herrera y se emitió por Canal Sur.

–Cañadú era un grupo acústico pero vanguardista. Para mí éramos los Astor Piazzolla del flamenco, siempre me plantee hacer algo nuevo, diferente. En los años noventa el grupo tenía mejor acogida en el extranjero que en España. Grabamos tres discos. Habíamos impresionado con el tema Aurora de Mercurio, pero no conseguimos vender la moto.

Antonio L. Gil, Juanjo Alcántara y Juan Campos.
Antonio L. Gil, Juanjo Alcántara y Juan Campos. / Archivo personal

Con motivo del centenario de Federico García Lorca hicimos una gira por Nueva York con el espectáculo Lorca en América. Con el ballet de Miguel Ángel Rojas añadimos a Cañadú un espectáculo de baile. Rojas se quedó impresionado por la profesionalidad del grupo.

Dimos diez conciertos en Nueva York, (dos representaciones de Federico) estuvimos de gira por Nuevo México, el Sur de Francia, la Semana de Andalucía en Londres o el Programa Cultural de la Embajada Española en El Cairo. En Nueva York nos fue de puta madre, actuamos en el festival de música clásica de Barcelona, en el de jazz, o en la bienal de Sevilla.

Pero el flamenco es siempre complicado. No nos sabíamos vender como un grupo de culto. Los mánagers flamencos no se manejaban bien, no sabían vender. Cada dos años cambiábamos de mánager como si fueran entrenadores de fútbol. Estabamos adelantados a nuestra época.

–He tenido muy buena relación con el percusionista Trevor Morais, que en los noventa montó en Benahavís el estudio El Cortijo, donde la cantante islandesa Björk grabó su álbum Hegemonic con Mark Bell, componente de LFO y Raimundo Amador. Morais venía a los actos de fin de curso de mis alumnos de guitarra. Tenía de amigo al músico electrónico Goldie, que hizo Saturn Returnz, con el que pasamos muy buenos ratos.

Morais había sido batería de la banda de Börjk y de Tina Turner en su sonado Better be good to me en 1984. En su estudio, al que luego se le unió el grupo Miloco, grabaron Britney Spears, Rammstein, Kylie Minogue o Sade. Allí también pudo grabar Juan Campos.

En 2000 Antonio L. Gil emprendió con Juan Campos un proyecto independiente al de Danza Invisible llamado La Carmen, una combinación de la guitarra flamenca y la eléctrica, con el que grabaron dos álbumes. En 2001 publicaron en el sello Warner el álbum Qué, con el tema Flamencos a volar con música house. La guitarra flamenca de Juan y la eléctrica de Antonio fusionaban el flamenco con la música bailable y la voz de Zuri. La Carmen era mucha energía en busca de un flamenco del siglo XXI.

Antonio L Gil y Juan Campos en el estudio.
Antonio L Gil y Juan Campos en el estudio. / Archivo personal

–Vendimos 15 mil copias que puede estar bien, aunque muy poco frente a siete millones de discos que vendía Alejandro Sanz. La clave del éxito es la suerte. Si la venta de discos fuera una apuesta segura, la música la harían los bancos. Porque si es difícil llegar arriba más lo es mantenerse, requiere mucha inversión, mucha pasta. Que todos los días se hable de Rosalía y que esté en los medios por su música, por su vida o su novio, que estén hablando de ella, eso cuesta mucho dinero.

Con un par de discos estuvimos a punto de caramelo, con Flamencos a volar y No quiero ná. Conseguimos estar el número cuatro en la lista por delante de Shakira y con Tengo que ganar dinero en 2008.

–El disco editado por la Warner era un terreno a explorar. No había nada de este estilo se trataba de fusionar el flamenco con ritmos actuales, no de recuperar el rock andaluz, que nunca me gustó, me sonaba mas a un Génesis de pueblo.

La villa andaluza de siete habitaciones, que fue el primer estudio de Miloco fuera del Reino Unido, cerró en 2013. Morais se llevó el equipo del estudio a un almacén en Estepona, donde se vendieron las piezas. Mariah Carey pasó su luna de miel en El Cortijo, que ahora se alquila como villa vacacional de lujo.

Guitarrista, compositor y estudioso del flamenco ha compuesto música para teatro y bandas sonoras de cine. Aún siendo flamenco se interesó por la vanguardia. Participó en decenas de festivales y en el 25 aniversario de Danza Invisible

–A veces podía haber frustración en la intención de vivir de la música, en el flamenco siempre vas mas o menos, hay mucho lerele, mucha fiesta. Soy un albañil de la música, he hecho muchas cosas, dirigí coros rocieros de San Pedro y Benahavís y los últimos años di clases de guitarra para el Ayuntamiento. Danza Invisible, a los que los conozco de antes que fueran famosos, triunfaron y se pudieron dedicar a su proyecto. Yo tuve que hacer muchas cosas, como un hombre araña, trabajando muchísimo para que la música me diera de comer. A veces me vi como un mercenario de la música, pero he podido vivir de ella.

He colaborado en discos de Danza Invisible, hicimos producciones, jingles. Sigo con Antonio en el estudio de grabación de su finca en Pizarra. Tengo voluntad de seguir escribiendo. Si me reencarnara en otra vida sería percusionista, no batería que es muy esclavo.

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