Marbella

La princesa que marcó una época en Marbella

La princesa Ira Fürstenberg y Alfonso de Hohenlohe el día de su enlace matrimonial en 1955.

La princesa Ira Fürstenberg y Alfonso de Hohenlohe el día de su enlace matrimonial en 1955. / EFE

Tan atractiva como inmadura, tan excesiva como fascinante. Así se presentó en sociedad Ira, una bella adolescente de 15 años con cuerpo de mujer, hija de Tassilo von Fürstenberg, un aristócrata austrohúngaro, y de Clara Agnelli, nieta del fundador de la Fiat, cuando su flamante esposo, Alfonso de Hohenlohe se disponía inventar la Marbella turística.

Se habían conocido en una boda en el castillo que tenían los Fürstenberg a orillas del Danubio. Un año después, en 1955 se casaron en Venecia en una fiesta que reunió a lo más de la aristocracia centroeuropea. En los medios de comunicación la boda se celebró como un extraordinario cuento de hadas. Hace 68 años nadie cuestionaba que un hombre de 31 años se casara con una menor.

En su lustro de matrimonio la pareja se convirtió en la viva representación de la jet set y el precedente de los años dorados que viviría Marbella. La joven de mirada inocente parecía encajar bien en ese escaparate de glamur. “Marbella era una fiesta salvaje de la que entrabas y salías con personas distintas. Una noche podían ser los Franco o los Bismarck. Otra Cayetana de Alba”, confesaba Ira en una entrevista.

Hohenlohe vivía pendiente de sus negocios entre México, Suiza y Marbella. Ira no era feliz, se sentía abandonada y decidió separarse de su esposo. Alfonso nunca lo superó

A los veinte años Ira se fue a vivir con el empresario y plaboy Francisco Baaby Pignatari, un rico industrial italo-brasileño con el que se casó en 1961 en Nevada (EEUU) tras anular su matrimonio con Hohenlohe. Maruja Torres retrataba a Pignatari como el más loco y desinhibidos de los play boys “que multiplico su fortuna familiar con sus fábricas e inventos metálicos que patentó el corte de carne cuadrado e mandril a la brasileña - y más jugoso que le argentino- y fue uno de los fundadores de la moderna Sao Paulo”.

Tras la separación, el juez acordó la custodia compartida de los dos hijos del matrimonio, que vivirían seis meses con su madre en Brasil y otros seis con su padre en España, hasta que éste desobedeció la sentencia y en uno de las estancias en Marbella no los volvió a enviar con su madre.

El segundo matrimonio de Ira tampoco funcionó, en 1964 se divorció para no volver a casarse. La prensa rosa presentó a Rainiero, el príncipe de Mónaco, como su amante más conocido, quien incluso le habría pedido matrimonio tras la muerte de Grace Kelly.

Sofisticada, elegante y vivió múltiples vidas. En el cine trabajó bajo la dirección de Franco Nero y compartió cartel con Alfredo Landa en la película No desearás al vecino del quinto. Incursionó en el mundo de la moda, fue portadas de Vogue y se convirtió en amiga de Karl Lagerfeld. Trabajó también para Valentino y Chanel. Años más tarde se dedicaría al diseño de objetos de arte. Sus creaciones, artesanales y exclusivas, que iban desde joyeros a centros de mesa, se exponían en París, Londres o Nueva York.

El golpe más duro de su vida fue la muerte de su hijo mayor, Christoph, que falleció a los 49 años en una cárcel en Tailandia, en circunstancias que nunca se aclararon. Ira jamás se recuperó de esta pérdida, que le valió para unirla más con su otro hijo Hubertus, con el que compartía su parte de su tiempo en Marbella. Desde el Marbella Club se la recuerda como una mujer curiosa, emprendedora y elegante por naturaleza, una muerte que marcó una era en el hotel que fue su casa. Su viejo amigo, el conde Rudi Schoenberg, escribió: la echaremos terriblemente de menos.

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