Sonia Téllez, la profesora alpinista de Marbella y campeona de marcha nórdica

La niña que escondía la equipación de fútbol entre la ropa de baile flamenco cambió Telecomunicaciones por Educación Física y fue mujer de trono de la Cofradía de Santa Marta

Pellicer matiza lo del último baile: ''Esto mismo lo dije el año de Primera RFEF...''

Sonia Téllez en L´Aguille du Midi del Macizo de Mont Blanc.
Sonia Téllez en L´Aguille du Midi del Macizo de Mont Blanc. / M.H.

A principios de mes Sonia Téllez acometió su última escalada en Kirguistán. Se propuso hacer cumbre en el pico Lenin, de 7.134 metros, una de las cimas del país asiático aislado por su geografía montañosa y encrucijada del itinerario de la Ruta de la Seda. El mal tiempo le impidió el ataque final a la cumbre. Por esos días, en otra montaña de Kirguistán, el pico Pobeda, 7.439 metros -forman parte de las cinco cimas más altas de la antigua Unión Soviética, que concedía el premio Leopardos de las Nieves a quienes las coronaban- una alpinista rusa se fracturó una pierna durante el descenso y no pudo ser rescatada. Uno de sus compañeros de expedición, que intentó asistirla, murió después de sufrir un edema cerebral y congelación.

-He echado de menos mi vida, hemos pasado penurias, pero estoy muy feliz de lo conseguido.

Para que estéis orgullosos de vuestra Cabrilla", escribió a su familia desde la montaña la profesora alpinista del colegio Vicente Aleixandre de Marbella.

Lo hago porque me siento libre, para mí es un reto, un llamado a estar ahí. Es una necesidad de escalar. No descarto hacer otros siete mil, siempre que tecnicamente no me suponga un riesgo. Y el que te pase algo siempre está ahí, un accidente te puede suceder en cualquier ámbito de la vida.

Desde niña Sonia se apuntó al deporte. Fue jugadora de fútbol juvenil en uno de los primeros equipos femeninos de Marbella. Cambió la carrera de Ingeniería en Telecomunicaciones por la de Educación Física, que le llevó a dedicarse a profesora de educación física, infantil o matemáticas. Ha coronado dos cimas de seis mil metros, tres de cinco mil e incontables de cuatro mil, fue subcampeona con la selección de España en Marcha Nórdica y por dos veces ganó la Copa Andaluza en esa práctica deportiva de resistencia.

Campeona Copa de Andalucía de Marcha Nórdica.
Campeona Copa de Andalucía de Marcha Nórdica. / M.H.

-A los cinco años mi madre me apuntó a gimnasia rítmica y luego a clases de flamenco y bordado. El bordado me vino muy bien en la Universidad, me fue muy útil en la asignatura Artes Plásticas, donde tuve que hacer macramé. Al baile le ponía mucho corazón, el mismo a la hora de bailar unas bulerías que a una malagueña. Vestidas de gitana, nos llevaban al hotel Don Miguel a tocar las palmas para los turistas extranjeros. Y ahí estábamos, como también en todos los tablaos de las ferias de Marbella.

Escondida entre las ropas de baile flamenco de la academia de Paquita de Jesús, Sonia llevaba la equipación de fútbol para jugar en el equipo del pueblo. Su afición por este deporte le vino de su padre y de su hermano. Sin embargo, sus padres no veían con buenos ojos que una niña jugara a un deporte más propio de chicos.

-De la paga que me daban iba ahorrando una parte hasta que pude reunir lo suficiente para comprarme un par de botas con tacos de fútbol en la tienda de Moñi.

En COU obtuve matrícula de honor, era muy buena alumna y me aconsejaron en el colegio que siguiera alguna ingeniería. Ingresé en telecomunicaciones pero no me gustaba ese ambiente". "Al lado estaba el pabellón de deportes de la carrera Educación Física y veía cuando hacían las clases prácticas en la piscina o en la pista de atletismo. Miraba lo que hacían. Ahí quiero estar yo, me decía. Estuve un cuatrimestre en Telecomunicaciones hasta que anulé la matrícula y lo dejé, no era para mi. Mi padre se enfadó muchísimo conmigo y dejó de hablarme por un tiempo, creía que no iba a volver a estudiar a la Universidad.

Seguí jugando al fútbol sala durante los años de la Universidad, luego en los de oposición a magisterio empecé a hacer cursos de buceo y escalada. Muchas escaladas y espeleología con buceo, y más cursos avanzados de escalada. En Sierra Nevada participaba en maratones de tres miles, barranquismo, escaladas y la liga ultra trail por montaña.

En el equipo de fútbol.
En el equipo de fútbol.

Realicé cursos de aeróbic, step, clases de gimnasios y di clases como maestra en colegios privados, estuve trabajando en colegios de Sevilla y Almería, seguí haciendo montaña, seis años hasta que conseguí sacar adelante la oposición y volver a Marbella.

-Siempre que veía Sierra Blanca cuando viajaba en el coche con mis padres, les decía: quiero subir a la cara del señor tumbado, que era como yo veía a la montaña. Con quince o dieciséis años iba a andar al paraje de Puerto Rico y volvía a casa con los arañazos de los zarzales. O iba a dormir en un saco en la montaña. Los senderos de la sierra entonces estaban cerrados, no existían las veredas. Para llegar de Puerto Rico a Juanar era una odisea. A los diecisiete años subí sola a la sierra, cuando estaba en lo alto una pareja que estaba allí me increpó: ¡qué haces aquí, tú sola!

En alguna ocasión subiendo al Juanar me quedé frita por el camino. Nunca he tenido miedo. Iba sola al campo con mi mochila, siempre he sido muy andariega. Mi grupo de amigas no se atrevía a seguirme pero eso no me ha limitado. Entendía que uno tiene que hacer lo que quiere. Yo quería ir ahí y me hacía ilusión. Cada vez tenía más motivación por escalar. Mi abuelo de Periana, era muy tranquilo, cuando, con unos once años iba a visitarlo, salía con él a andar por el campo de olivos.

Como miembro de la Hermandad Santa Marta.
Como miembro de la Hermandad Santa Marta.

Ya como profesora, después de la muerte de mi padre, abandoné el fútbol, al ver que en los partidos que se jugaban en la escuela salía lo peor de cada alumno. A veces se aplicaban hasta con violencia. Me dí cuenta que al ser el deporte en el que se miraban, se sentían como si estuvieran jugando en un equipo de la Champions League donde juegan los jugadores que admiran, sus ídolos. Alguna vez me preguntaron en clase ¿quién era mi ídolo?. Mis padres, les respondí. Se quedaron mudos.

Por entonces para mí desapareció todo vínculo con un deporte súper completo, al que lo encontré falto de valores. Por eso se prohibió jugar al fútbol en los recreos de la escuela. Esa violencia, curiosamente, no se da cuando se practican otros deportes, como el baloncesto, por ejemplo. Cuando yo jugaba al fútbol, en los partidos también había agresión por parte de la gente de la grada. Me tiraban del pelo para que no siguiera adelante con el balón, también había patadas y balonazos.

Durante dos años fui mujer de trono de Santa Marta (la cofradía de los hosteleros) y capataz de la hermandad otros cuatro años. En el trono portado por mujeres y me pase mucho tiempo preparando, ensayando los pasos. Lo hice por mi padre, que durante cuarenta años había sido camarero del bar Salduba y del restaurante Los Martínez, que estaban en la carretera principal, frente a la Alameda. Le gustaba las hermandades y la tradición. De pequeña me llevaba a ver las procesiones, las seguíamos desde la escalerilla frente a la puerta de Ronda, la tribuna de los pobres. Era muy creyente, antes de dormir tocaba a todos los santos que tenía en casa y eso nos lo ha inculcado. Había llegado a Marbella de un pueblo de la Axarquía en los años sesenta, cuando empezaba el turismo, porque no quería quedarse a cuidar los animales y los olivos. Conservo la medalla de la hermandad de Santa Marta que el conde Rudi (factótum del hotel Marbella Club) le dio a mi padre.

En la hermandad no había distinciones de clases sociales, estabas mezclada con los aristócratas. Yo salía porque íbamos con la cara tapada. Lo dejé porque en Semana Santa no podía, siempre me pillaba el fin del segundo trimestre del curso escolar y el fin de semana con alguna competición deportiva.

-La montaña es mi afición, una forma de vida, después de muchos años dedicados al alpinismo y a preparaciones de montaña en Sierra Nevada. En ocasiones, hacer una cumbre de cuatro mil es más difícil que una de cinco mil, porque es más técnica.

En 2016 hice expediciones al Mont Blanc (4.810) y al año siguiente repetí con una carrera de montaña para competir escalando. En 2017 hice un curso de marcha nórdica, se me daba bien y me gustó. Me invitaron a una competición en Sevilla y ganamos. Compaginaba la montaña con la marcha nórdica. Lo hice durante tres años hasta que sufrí una lesión grave en la montaña. Gané el ultra trail (carrera de montaña de ultrafondo) provincial por montaña y fui cuarta en la ultra trail de montaña rondeña.

Durante cuatro años viajé sola con mi furgoneta a Benasque, en los Pirineos, o a Chamonix, la base del Mont Blanc, en la frontera de Francia, Suiza e Italia. Fui a practicar media montaña, la ascensión en solitario de 4.000 metros de altura. Hace dos años cogió la furgoneta rumbo a la localidad francesa de Argentiere, a unos 1.900 kilómetros de Marbella, para coronar siete cumbres de cuatro mil metros del macizo Monte Rosa en los Alpes. Lo que en realidad siempre me ha gustado es correr, la escalada de alto rendimiento, el entrenamiento físico de fuerza, potencia y resistencia, las carreras de montaña. Cualquier deporte competitivo no es saludable. He estado mucho tiempo compitiendo, he realizado carreras de noche de 130 kilómetros. He dejado la gran competición en segundo plano, tengo una vida familiar completa, vivo en el campo. Disfruto haciendo lo que me gusta. La marcha nórdica te impone una competición cada quince días, que implica tener cuidado por si te lesionas, muchos viajes de fin de semana, alimentación, entrenamiento y yo quería también hacer montaña. Me apetecía compaginar mi vida con la alta montaña para hacer lo que quiero, como participar en la prueba 101 kilómetros de Ronda o la ultra trail del Valle del Genal y tener el tiempo para seguir escalando. No descarto volver a intentar a hacer otro siete mil.

Posee el título de monitora de la Escuela de Carreras por Montañas que le faculta a dar clases a niños de la Escuela de Escalada de Marbella, donde además de haber organizado una edición de la carrera por montaña Rangers Sierra Blanca, trata sobre todo de inculcarles el amor por la naturaleza.

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