Marbella

El último ‘playboy’ de La Virginia

  • Jurgen Vig Muller, uno de los personajes históricos de la Costa del Sol, ha muerto a los 86 años

  • Durante medio siglo coleccionó aventuras y amores

Jurgen Vig Muller y su amiga desde hacía años María von Plomgren, en una imagen reciente tomada en una vivienda de La Virginia, en Marbella.

Jurgen Vig Muller y su amiga desde hacía años María von Plomgren, en una imagen reciente tomada en una vivienda de La Virginia, en Marbella. / E. Higueras

El príncipe de los chulos de la Costa del Sol, el rey del caviar. Así retrató a Jurgen Vig Muller su amigo Juan Manuel Figueras, promotor de la urbanización La Virginia, en Marbella, y fundador de Lookout, la primera revista turística y literaria de habla inglesa de Málaga. El principal arquitecto de este núcleo, Donald Gray –premio Rafael Manzano de arquitectura–, siempre recordaba que en la tienda de La Virginia, donde se despachaba sal, azúcar o vino a los vecinos, había sendas botellas de whisky con el nombre de “todos los playboys, que estaban matándose con alcohol lo más rápido posible”.

Jurgen, que tuvo la suya, era el último ejemplar. Danés de nacimiento y malagueño de vocación acumuló tantos amores como aventuras. Murió días atrás, con 86 años, y con la misma discreción de la que hizo gala toda su vida.

Desde hace casi medio siglo vivía en su pequeña casa de paredes encaladas y tejas árabes, a la que bautizó La Choza, que en realidad era su barco al que presumía gobernar. Cada mañana se asomaba por la ventana de marco verde inglés que da a la Plaza de la Alcaldesa para perderse en el paisaje de Sierra Blanca, que tantas veces pintó, y las casas color ocre que le recordaban a la Cerdeña italiana.

Tenía siempre abiertas las puertas de su casa a los desconocidos. A todos invitaba a pasar para contarles la historia de este mágico enclave, ofrecerles una taza té caliente y enseñarles su hogar. La casa de sencillo y exquisito gusto que él mismo había levantado, fotografiada por más de una revista de decoración, y que contaba con una pequeña y seleccionada biblioteca.

Llegó al incipiente Torremolinos a finales de los años 50, en su vida ejerció de electricista, marinero, camarero, actor, modelo y pintor. Tenía el don de gente preciso para no desencantar a los representantes de la nobleza inglesa y al mismo tiempo ser reconocido como Paco, el gitano rubio, en las calles de Marbella, cuando vivió en la Plaza del Santo Cristo y contaba con El percha por vecino.

Se codeó con la aristocracia europea a la que frecuentó en los saraos de Marbella

Fue encargado de Pedro’s, el bar de moda de los Torremolinos de los 60, al que su dueño, Peter Kent, le dejó en la estacada tras vender el local a dos compradores distintos y largarse a Tánger antes de caer en manos de la justicia. Al menos en una ocasión el alcohol le salvó la vida. Trabajaba en la discoteca Lali Lali del millonario aristócrata Tim Willoughby, el Lord de Eresby, hijo de los condes de Ancaster, cuando éste le invitó a pasar una jornada de toros y de mucha juerga en Pamplona.

Jurgen fue incapaz de levantarse a la mañana siguiente para poner rumbo a Biarritz y tomar el vuelo a Niza para salir a navegar en el nuevo yate de Tim y un tercer compañero de juerga. El barco partió de la Costa Azul antes de desaparecer para siempre entre Saint-Jean-Cap-Ferrat y la isla de Córcega en 1963. El aristócrata sólo contaba con 28 años. Mucho se especuló sobre una supuesta operación para deshacerse del heredero de una de las más grandes fortunas del Reino Unido, que fue protector de la música pop y promotor de Los Beatles.

Jurguen fue su vecino en el Bajondillo –playa de Torremolinos en la que Willoughby era dueño de la casa el hombre que baila sobre el volcán- donde recibió la visita de Christine Keeler, amante del ministro de Guerra de Gran Bretaña John Profumo y de un espía soviético a la vez, que desató el mayor escándalo sexual de la política inglesa en plena guerra fría.

De la mano de Rafalito, hijo de Edgar Neville y por tanto Conde de Berlanga de Duero, Jurgen se fue a Cerdeña para levantar el Puerto Rafael de su amigo en la isla italiana primero y el de Mogán en las islas Canarias, después. En Cerdeña conoció al Aga Khan, promotor del exclusivo Porto Cervo en la Costa Esmeralda, y en Saint-Jean-Cap-Ferrat, entre Niza y Montecarlo, a Francine Weisweiller, la mecenas de Jean Cocteau, para el que alquiló la casa de Anna Von Bismarck en Marbella. Se codeó con la aristocracia europea a la que seguiría frecuentando en los saraos de Marbella de los setenta.

No faltaban las fiestas que se organizaban en la finca La Pimienta, en la que podía toparse con un elefante como motivo de atracción, o cruzarse al propio Arturo Rubinstein paseando por La Virginia, para la que Jurgen pintó el cartel de su Festival Internacional de Música, que hace 45 años reunió al cuarteto de cuerdas de Praga a la soprano Victoria de Los Ángeles o al cantaor José Menese.

Su amigo Figueras –que tuvo al escritor y fotógrafo Peter Townend como compañero en su revista y por la que Manuel Fraga, ministro de Información y Turismo, felicitó por su promoción de la Costa del Sol, pese a no tener ninguna relación con el Régimen franquista– loó a Jurguen: “Oh rubio escandinavo despilfarrador, querido compañero de borracheras” .

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