Mijas

Un matrimonio mayor duerme en su coche desde hace 6 meses para reclamar un alquiler social en Mijas

  • Entre él y su mujer suman unos ingresos de unos 700 euros al mes, que consideran insuficientes para asumir los gastos de un inmueble

El matrimonio que duerme en un coche en Mijas

El matrimonio que duerme en un coche en Mijas / Elisa Moreno

Él tiene 67 años y, ella, 64. El matrimonio duerme en su coche desde hace seis meses en Mijas Costa, donde están empadronados desde hace casi dos décadas. Su prioridad es una vivienda de alquiler social. En el vehículo, un Mercedes verde esmeralda del año 81 que mantienen impoluto, guardan lo básico: una nevera con hielo, ropa, papeles y medicinas. Dentro apenas hay comida, para evitar que se descomponga. Se alimentan de bocadillos y se asean en casa de una vecina, la misma que, de vez en vez, les lleva un plato caliente y les lava la ropa. Para estar informados, han cambiado la televisión por el móvil. Para ir al baño acuden a un centro de salud, en cuyas inmediaciones pasan la noche.

Durante el día, tratan de refugiarse del calor que todavía asola en Las Lagunas bajo los techos de chapa de los aparcamientos de una cadena de supermercados. “Hemos pasado un verano de perros. Dejamos las ventanillas abiertas porque nos asamos. Cualquier día nos meten fuego. Ésta es la vida que llevamos, es la que nos ha tocado”, se lamenta José Machacón. La pareja asegura que seguirán malviviendo hasta que encuentren, remachan, una vivienda que se ajuste a su presupuesto.

Uno de los bocadillos en el vehículo en el que duermen Uno de los bocadillos en el vehículo en el que duermen

Uno de los bocadillos en el vehículo en el que duermen

El pago de una deuda que su hijo había contraído, además del crédito que tenían pedido para costear un implante, los llevó, subrayan, a la ruina. En total, unos 12.000 euros. “Íbamos pagando pero todo se torció cuando le dimos el dinero a mi hijo. Dijo que nos lo iba a devolver y no pudo. Eso lo desbarató todo”, recuerda el hombre.

El matrimonio dejó a deber ocho meses al casero del piso de alquiler en el que vivían y fueron denunciados. “Ya me sabía mal y le dije: ‘Toma las llaves’. Yo no quería hacer daño. Su abogado nos había puesto una denuncia para desahuciarnos y fuimos al juzgado a declarar”, relata.

Entre él y su mujer, Josefa Aragón, suman unos ingresos de unos 700 euros al mes, que consideran insuficientes para asumir los gastos de un inmueble. “Queremos algo pequeño. Un piso con una habitación, como antes. Pagábamos 390 euros, pero ahora el alquiler está por las nubes. Nos piden 480 euros por un estudio y tenemos que comer”, añade.

La pareja, en el vehículo La pareja, en el vehículo

La pareja, en el vehículo / M. H.

Ninguno se plantea marcharse a otro pueblo en busca de una vida mejor. Tampoco se plantean pernoctar en un albergue, aunque no les importaría compartir alojamiento con otras personas mayores. “Si fuéramos jóvenes no estaríamos aquí. Nos buscaríamos la vida en el campo. Aquí, en Mijas, tengo a mis médicos, a mi especialista del pulmón. “Uso mascarillas y aerosoles. Necesitaría usar una máquina pero no puedo enchufarla. Cuando me da el brote me voy a Urgencias. Me asfixio y no me puedo ni moverme. Intento cuidarme, no puedo resfriarme”, subraya José, que trabajaba como mecánico. Su mujer era carnicera. Sufrió un infarto y ahora está impedida.

Según su testimonio, tampoco cuentan con familiares que puedan ocuparse de ellos, aunque su hijo, guarda forestal en la provincia de Córdoba, les propuso buscar una casa junto a él. “Hay 70 kilómetros con curvas y hasta donde vive no llegan ni las ambulancias”, resalta el hombre.

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