La promesa de un encuentro

Salir al cine

En Canal Arte puede verse en abierto el documental ‘Hasta el viernes, Robinson’, en el que Jean-Luc Godard y Ebrahim Golestan entablan una particular y testamentaria correspondencia audiovisual.

Jean-Luc Godard (1930-2022) en una imagen del filme.
Jean-Luc Godard (1930-2022) en una imagen del filme.
Manuel J. Lombardo

13 de octubre 2022 - 07:00

En su casa de Rolle (Suiza) con las ventanas cerradas y las persianas siempre bajadas, Jean-Luc Godard (1929-2022), sobran las presentaciones. En su mansión-palacio en el exilio de oro de Wykehurst Place, en Sussex, Inglaterra, Ebrahim Golestan (Teherán, 1922), escritor, productor, documentalista y cineasta iraní (Ladrillo y espejo, 1964; Los secretos del tesoro del Valle del Jinn, 1974), figura clave detrás de uno de los filmes más hermosos y sobrecogedores de todos los tiempos, La casa es negra (1962), de la malograda poeta Forugh Farrojzad.

Entre ambos, la joven cineasta iraní Mitra Farahani, instigadora, mediadora, observadora y mensajera de un experimento epistolar que busca poner en contacto y hacer dialogar a su manera a dos ancianos sabios recluidos y achacosos en sus respectivas islas mediante una correspondencia puntual enviada cada viernes por la noche a lo largo de 29 semanas.

Hasta el viernes, Robinson, disponible hasta diciembre en Canal Arte (con subtítulos en castellano), nos presenta y retrata a dos figuras esenciales del arte, la literatura y el cine del siglo XX en sus horas crepusculares, dos personalidades no necesariamente afines que han compartido sin embargo una misma época, sus avatares y batallas, dos auténticos resistentes, el primero casi nonagenario, el segundo casi centenario, dispuestos a participar en un particular espejo de soledades y un juego intelectual del gato y el ratón con resultado incierto.

Godard, filmado en su intimidad hogareña en el que será sin duda su testamento visual, manda e-mails con una imagen de un cuadro de Goya (Saturno devorando a sus hijos) o de Matisse, un extracto de una novela de Dashiel Hammett, un texto de Elias Canetti (“Nunca estamos lo suficientemente tristes como para que el mundo sea mejor”) o cualquier otro de sus enigmáticos y provocadores juegos de palabras. Al otro lado de la pantalla del ordenador, en su gran mansión en la campiña filmada casi como si de un caserón fantasma se tratara, Golestan lee y contesta desde la perplejidad, la sobriedad y la ironía, intentando descifrar los mensajes ocultos o el jeroglífico propuesto por Godard para darle una respuesta en una prosa algo más clara aunque igualmente poética.

Se trata al fin y al cabo de un lúdico pulso imaginario y creativo donde se proyectan dos personalidades y la propia dificultad de establecer un diálogo de ideas en la distancia, a pesar de lo cual, Hasta el viernes, Robinson no deja de tener un aire crepuscular, emocionante y testamentario de quienes, entre enigmas, bromas y malentendidos, son ya plenamente conscientes de su ocaso y su legado.

También ambos se siguen escribiendo y enviando fotos desde el hospital cuando se recuperan de las respectivas dolencias e intervenciones que los hermanan aún más si cabe en su condición. Filmado en su mayor parte durante el año 2015, Godard ya adelantaba aquí esa idea del suicidio asistido como final para sus días, como así ocurrió hace apenas unas semanas. Golestan va a cumplir 100 años la semana que viene. Nunca llegaron a conocerse personalmente.

El sonido de 007

Entre los numerosos eventos en torno al 60º aniversario del primer Bond cinematográfico, aquel Dr. No estrenado en 1962, el pasado fin de semana llegaba a Amazon Prime el documental The sound of 007, de Mat Whitecross, dedicado a la mítica música de la saga más longeva del cine moderno que cuenta ya con 25 títulos. Una música que forma parte, como el diseño de títulos de crédito, los distintos actores que han encarnado al agente, las chicas Bond o los gadgets de estreno, de la identidad sólida e inconfundible de la franquicia.

El sonido de 007 recorre la historia musical de la saga desde los orígenes, donde Monty Norman y John Barry compartieron los honores (y royalties) de la creación conjunta de un tema ya icónico en su potencia rítmica y sus arreglos jazzísticos y rockeros, hasta una última entrega con sabor a fin de ciclo y punto de inflexión, en la que el popular Hans Zimmer ha compuesto la música incidental con guiños explícitos a la herencia barryana sin renunciar a particular sonido bombástico, y Billie Eilish la canción de títulos en una nueva modalidad susurrada lejos de aquellos memorables truenos vocales de Shirley Bassey en Goldfinger o Diamonds are forever.

Por el documental desfilan también otros compositores que se sumaron a la saga como Marvin Hamlisch, George Martin, David Arnold o Thomas Newman, encargados de la modernización y actualización de aquellos sonidos fundacionales; legendarios letristas como Don Black, directores como Sam Mendes, expertos como Jon Burlingame o Neil Brand que ponen todo en contexto y, sobre todo, algunos de los más conocidos intérpretes de los temas como la propia Bassey, Lulu, Matt Monro, Tom Jones, Nancy Sinatra, Louis Armstrong, Paul McCartney, Carly Simon, Tina Turner, Duran Duran, A-Ha, Sheena Easton, Garbage, Adele, Jack White y Alicia Keys, Sam Smith o unos Radiohead que se quedaron por el camino con hasta dos canciones listas.

El estreno de la semana: ‘Cerdita’

Cerdita (2018), de Carlota Pereda, era ya uno de los cortos más premiados y exitosos del último cine español, también el preámbulo de este debut en el formato largo que prolonga su personaje, su historia y ese tono entre el costumbrismo, el cine de género y el mensaje político que lo hizo tan original y atractivo. Protagonizado por Laura Galán, el filme nos trae una historia de abusos y humillación reconvertida en empoderamiento vengador y orgullo de carnes.

Trailer CERDITA
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