Volar con las alas rotas

Crítica de Teatro

Rosalía Gómez

28 de abril 2018 - 02:34

La ficha

'Blackbird' Carlota Ferrer / El Pavón Teatro Kamikaze / Festival de Otoño a Primavera de la Comunidad de Madrid / Calle Cruzada. Autor:David Harrower con traducción y versión de José Manuel Mora. Dirección: Carlota Ferrer. Intérpretes: Irene Escolar, José Luis Torrijo y Alba de la Fuente. Escenografía: Mónica Boromello. Vestuario: Ana López Cobos. Iluminación: David Picazo. Audiovisuales: Jaime Dezcallar. Lugar: Teatro Central. Fecha: Viernes 27 de abril. Aforo: Casi lleno.

Es muy difícil afrontar -hoy especialmente- el tema de los abusos sexuales, en este caso de una menor, dejando a un lado los terribles ejemplos que salen día tras día a la luz. O lo que es lo mismo, dejando en la puerta del teatro las convenciones morales.

Pero ése es el reto que asumió el autor escocés David Harrower al aceptar el encargo de escribir esta pieza: dejar que los protagonistas de un hecho terrible que sucedió hace quince años hablen, se expliquen, se desnuden para que un público de seres humanos, igualmente vulnerables, no puedan alejar las dudas.

Un público que no respira durante hora y media porque el texto funciona y porque los actores que nos van haciendo partícipes de la historia hacen un trabajo impresionante que los emociona y nos emociona.

No vamos a tomar partido (eso lo hará cada espectador, si puede), pero sí decir que las cartas están muy bien presentadas. Ella tenía 12 años y él era un adulto, pero el autor trata de redimir la culpa con el amor ("yo te quería, quería que fueras mi novio", dice ella) y de aliviar los corazones heridos con la palabra, con la necesidad de escuchar al otro. Así se produce un combate verbal demoledor psicológicamente. Menos mal que Ferrer, la directora, afloja la cuerda con una pequeña coreografía, con una canción... Porque los Beatles ya decían en su Blackbird (Mirlo): "coge estas alas rotas y aprende a volar...".

En cualquier caso, el dolor de él está redimido socialmente por la cárcel, etiquetado para que no moleste en su huida hacia adelante mientras que el de ella -la más vulnerable, la más destruida- sólo se conjuga en presente porque no ha dejado de manar. Y aunque alivien, no son las palabras las que la pueden curar.

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