El logos revisitado

Los inicios de la filosofía en Grecia | Crítica

Maria Michela Sassi revisa los comienzos del pensamiento racional en la antigua Grecia, poniendo de relieve su deuda con el repertorio mítico y el influjo de otras disciplinas

Ruinas de Mileto, ciudad natal de Tales, el llamado padre de la filosofía.
Ruinas de Mileto, ciudad natal de Tales, el llamado padre de la filosofía.
Ignacio F. Garmendia

01 de enero 2022 - 06:00

La ficha

Los inicios de la filosofía en Grecia. Maria Michela Sassi. Trad. Paula Caballero. Siruela. Madrid, 2022. 344 páginas. 29,95 euros

Sin ser incierta, la habitual atribución a los griegos de la invención de la filosofía –en rigor de la filosofía de Occidente– admite importantes matices que ponen en cuestión tanto la completa originalidad de la nueva disciplina como el momento en que habría tenido lugar su desarrollo, asociado a la constelación de los presocráticos –la denominación se debe a un pensador y teólogo alemán de la edad neoclásica– entre los siglos VI y V antes de la Era. Los reparos parciales vienen de antiguo, pero pocos libros hemos podido leer en los que aparezcan tan claramente expuestos como Los inicios de la filosofía en Grecia de Maria Michela Sassi, originalmente publicado en 2009 y disponible ahora en castellano gracias a la pulcra traducción de Paula Caballero para Siruela. Se trata de una cuestión compleja, pero no completamente inaccesible a los legos, que tiene hondas implicaciones no sólo para entender los orígenes del mundo clásico y la aurora del pensamiento, sino el modo en que la tradición occidental ha evaluado la contribución de los precursores que de acuerdo con el relato habitual renunciaron a las explicaciones sobrenaturales para inaugurar el camino de la ciencia.

La Grecia preclásica no se aleja mucho de los parámetros de otras sociedades arcaicas

Como señala la estudiosa, la idea de que Tales de Mileto, primero de los físicos en el canónico recuento de Aristóteles, fue el "padre de la filosofía", es fruto de una teorización posterior que no se sostenía en testimonios directos –ninguno de sus escritos, si los hubo, se ha conservado– sino en la lectura y tal vez la reformulación que la escuela del Liceo hizo de la tradición presocrática en general, en buena parte heredada por los ilustrados y los filólogos modernos. Fruto de un enfoque antropológico e histórico-comparativo, trabajos pioneros como los de Eric R. Dodds y Francis M. Cornford, ya a mediados del siglo XX, o más recientemente los de Walter Burkert, han puesto de manifiesto, al incidir en los aspectos irracionales de la cultura griega y en el perdurable ascendiente de los mitos y ritos heredados, una visión de la Grecia preclásica que no se aleja mucho de los parámetros de otras sociedades arcaicas. Por otra parte, cabe preguntarse hasta qué punto los sabios presocráticos, cuyas investigaciones se extendieron a distintos órdenes, hicieron filosofía o fundaron la disciplina como una actividad intelectual independiente de otros campos del conocimiento. Sassi no lo niega, y asume de hecho algunas claves de la interpretación aristotélica, pero su recorrido –un "viaje de exploración"– ensancha con creces las nociones más extendidas sobre los iniciadores del pensamiento racional.

Sin el "estadio mitológico del pensamiento" no se entiende la irrupción de los presocráticos

A este respecto, frente al planteamiento progresivo, de índole aristotélica y hegeliana, que presenta la evolución del pensamiento como el paso del mito al logos, de acuerdo con el célebre título de la obra de Wilhelm Nestle, Sassi continúa la línea de los autores mencionados y otros al hablar de un logos racional y un logos mítico, que de hecho conviven y no se oponen en términos absolutos, así como de la relación entre el pensamiento filosófico primitivo y la religiosidad, en su vertiente olímpica o en la de los cultos mistéricos como el orfismo, también en lo que se refiere a sus connotaciones soteriológicas o relativas a la salvación de las almas. Como sostuvo Cornford, puede constatarse un "estadio mitológico del pensamiento" sin el que no se entiende la irrupción de los presocráticos, que fijaron su mirada en la naturaleza y dejaron al margen, aunque no del todo o no siempre, las cuestiones éticas y políticas.

Los primeros filósofos se sirvieron de una tradición literaria que adaptaron a otros fines

Además del citado Tales, inquisidor de los principios y las primeras causas, investigadores de la naturaleza tan dispares como Anaximandro y Anaxímenes de Mileto, Heráclito de Éfeso, Jenófanes de Colofón, Parménides de Elea, Pitágoras de Samos o Empédocles de Agrigento, analizados aquí en sus contextos respectivos, con encomiable atención a sus circunstancias particulares, sentaron las bases de lo que sería la filosofía, pero lo hicieron inmersos en una tradición literaria –Parménides y Empédocles se sirvieron del hexámetro, el metro de la épica; otros fundaron una prosa específica, precisa, sin adornos– que adaptaron a otros fines. En este sentido, Sassi destaca asimismo la relación de la temprana filosofía con disciplinas en principio ajenas, pero traspasadas por inquietudes a veces similares, como la misma épica o la lírica, la tragedia, la historia o la medicina. A la inversa, encontramos uno de los primeros testimonios sobre el propósito de la ya denominada filosofía en un tratado hipocrático donde el autor se refiere a quienes "han descrito desde el origen qué es el hombre, cómo llegó a existir y de qué fue formado", de un modo que opone la reflexión literaria a la praxis de la ciencia. Se trató, hasta cierto punto, de una ruptura con la anterior concepción del mundo, pero el nuevo orden cósmico no buscaba enfrentar el mito, sino expresar sus contenidos de otra manera.

Fragmento de 'Paisaje de la Grecia antigua' de P.H. de Valenciennes.
Fragmento de 'Paisaje de la Grecia antigua' de P.H. de Valenciennes.

Otras tradiciones

Aunque los logros de su civilización sigan moviendo al asombro, no cabe hablar ya del "milagro griego" que acuñara Renan, pues ni aquellos surgieron de forma espontánea ni podemos aislarlos del todo de los ocurridos, durante la era que Jaspers llamó axial, en otras sociedades que alumbraron en Asia, desde Israel hasta el extremo Oriente, doctrinas sapienciales de largo recorrido e indudables implicaciones filosóficas. Está documentado, por ejemplo, el influjo de las cosmogonías mesopotámicas o, en el propio ámbito mediterráneo, el de Egipto, por cuya cultura, para ellos exótica, sentían los griegos un fascinado respeto. Rastrear los inicios de la filosofía en los presocráticos, concluye Sassi, equivale a buscar las raíces de una tradición occidental más o menos contemporánea a la irrupción del Buda en la India y la de Confucio o Lao-Tse en China, más la probable de Zoroastro en Persia, cuyas novedosas contribuciones han sido comparadas por los especialistas en una línea que no pretende disminuir la aportación de los griegos, sino situarla en un contexto más amplio que deja muy atrás las ensoñaciones raciales. Frente al riesgo de idealización, siempre presente en los estudios clásicos, se impone el análisis pormenorizado de las fuentes y la permanente revisión de las ideas heredadas.

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