Abajo todos los muros

Crítica de Música

Rubén Blades, durante su concierto en el Teatro Cervantes. / Daniel Pérez/Teatro Cervantes
Pablo Bujalance

09 de julio 2018 - 01:32

La ficha

'Rubén blades y la roberto delgado salsa big band' Festival Terral. Teatro Cervantes. Fecha: 8 de julio. Músicos: Rubén Blades (voz), Roberto Delgado (dirección musical, bajo y voz), Luis Enrique Becerra (teclados y voz), Marcos Barraza (congas y voz), Carlos Pérez-Bido (timbales y voz), Raúl Rivera (bongós y campana), Ademir Berrocal (batería), Juan López, Alejandro Castillo, Roberto Ruiz y Emaús Montero (trompeta), Francisco Delvecchio, Idígoras Bethancourt, Higinio Flores y Avenicio Núñez (trombón), Carlos Ubarte, Carlos Agrazal, Miguel Arauz, Luis Carlos Pérez e Iván Navarro (saxo) . Aforo: Lleno.

Para despejar todas las dudas, tras la presentación instrumental de la Big Band el concierto comenzó con Plástico. Directo al tuétano. "Pueden ustedes grabar y hacer todas las fotos que quieran", señaló Rubén Blades nada más pisar el escenario. Y sonó el clásico, rotundo, íntegro, en el que el sembrador pidió una Nicaragua sin Ortega y una Venezuela con esperanza "que tenga pronto algo que celebrar". El Teatro Cervantes se había convertido ya en la imagen perfecto de América Latina, con diferentes banderas pero un único corazón, firme y abierto. Teníamos grabado a fuego el concierto de 1999 en este mismo escenario, al que Blades hizo referencia en los primeros compases, y comprobamos que la magia se había conservado intacta. El de ayer volvió a ser un concierto para el que muy difícilmente se puede escribir nada. Plástico fue el preludio idóneo porque Rubén Blades y los magníficos músicos de la orquesta del gran Roberto Delgado derribaron, ladrillo a ladrillo, todos los muros que nadie haya levantado jamás. Málaga fue una casa en la cabemos todos, y América Latina una enorme fiesta que aún resuena.

Siguieron Decisiones, la María Lionza con el estallido venezolano y el recuerdo a Willie Colón, y Arayué. Rindió la formación homenaje a las grandes orquestas de jazz de los años 50 y Blades hizo suya The way you look tonight que popularizara Frank Sinatra, pero también Do I hear four y Watch what happens. Regresó la siembra, eso sí, con Ligia Elena y su infalible trompetista, y con la muy emocionante Amor y control (menuda manera la del panameño de llevarse el asunto del Descubrimiento a su terreno). Pero antes había prometido la noche más sortilegios y en Cuentas del alma subió a escena Chucho Valdés, en un mano a mano histórico, que el cubano resolvió al piano eléctrico derrochando virtuosismo y gracia con Irakere servido en cada envite. Todos vuelven habló, de nuevo, de esperanza bajo las imágenes de Lou Reed, Paco de Lucía, Tito Puente o Celia Cruz entre otros muchos (todo el concierto tuvo en las proyecciones el contrapunto idóneo a la querencia narrativa del autor), y Héctor Lavoe volvió también para no marcharse en El cantante. En el primer concierto de la gira española de Rubén Blades la orquesta sonó como un mecanismo de precisión repleto de hallazgos sutiles y bajo la premisa gozosa de la música dada en todo su esplendor. Ojos de perro azul evocó a García Márquez, y Sin tu cariño alumbró la balada perfecta. Luego, Mack the Knife de Bobby Darin sirvió de preludio a Pedro Navaja con un Cervantes en pie y a coro, La vida te da sorpresas. Si la música de Rubén Blades es un monumento contra el olvido, nosotros no olvidaremos esta noche.

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