Afable tal vez, cubista no

Que nadie se lleve a engaño: el Léger de esta exposición no es el Léger cubista, sino un Léger postrero que poco o nada tiene que ver con la etiqueta que engañosamente se emplea en el título de la muestra que exhibe la sala Italcable.

Léger fue cubista mientras que hubo cubismo, mientras que éste tuvo vigencia como propuesta de vanguardia y hasta que fue noqueado por la irrupción del surrealismo en 1924 y definitivamente caído a la lona por la Exposición de Artes Decorativas en París en 1925. Después de su participación en el cubismo, poca huella quedó en sus obras de sus singulares aportaciones a tan trascendental lenguaje de vanguardia, lo cual no implica que experimentara otros derivados cubistas como el purismo de Le Corbusier y Ozenfat (un ejemplo de ello es la pequeña pieza de 1925, Femme au vase), hasta llegar a configurar un estilo último completamente figurativo, monumental y cercano (aquí afable tendría razón de ser) que, hasta cierto punto, resulta antagónico a las experiencias cubistas.

Ése es el caso de esta exposición compuesta por obras que, a excepción de los dibujos fechados en 1917 y 1925, fueron realizadas en los años cuarenta y cincuenta y, además, en el caso de los tapices (cinco piezas), resultan ser meras reproducciones textiles de obras del final de su trayectoria.

Dicho lo cual, y como el lector supondrá, esta exposición no ayuda a configurar una imagen certera ni del Léger cubista al que hace alusión, ni de otros légeres posteriores, si acaso, y muy parcialmente, del ulterior y de su entrega a la "socialización del arte" -eufemismo que oculta la seriación de su obra en tiradas cortas y la reproducción de la misma en distintos soportes-. Lástima que el conjunto no cuente con obras pictóricas de este momento final ni otros proyectos importantes como sus aportaciones al mundo de la vidriera, sólo tapices, bajorrelieves y cerámica seriada.

Comparando la Composition mécanique de 1917 con el resto de obras apreciamos cuán alejadas se hallan. Por desgracia, sólo apreciamos marginalmente algunas de las características de su cubismo -órfico para Apollinaire y tubismo para el crítico Vauxcelles, el mismo que dio nombre al fauvismo y al cubismo- en lo iconográfico, un mundo deshumanizado entregado a la mecánica y la técnica, rebosante de imaginarias estructuras de engranajes y otros componentes que llegan, como en el caso de esta composición, a metamorfosearse en estructuras bélicas propias de la Primera Guerra Mundial que le tocó vivir en el frente (extraordinariamente ilustrativa resultaría señalar la carta de 1915 de Picasso a Apollinaire en la que hablaba de que la maquinaria de guerra podría valerse de los logros del cubismo).

Formalmente, sus espacios son opresivos, con multitud de estructuras geométricas integradas (cúbicas y tubulares) que proponen una exploración táctil del espacio pictórico. El propio Léger afirmó en Estética de la máquina (1924) que "el hombre moderno vive más y más en un orden preponderantemente geométrico", extremo, junto al de la pasión por la mecánica, que apreciamos en su obra primera con optimismo, dudamos que con afabilidad.

Por su parte, los tapices (desde 1944 a 1954, un año antes de su muerte) muestran una figuración monumental y fluida que se recorta claramente sobre el fondo -alejadísima de lo antes comentado respecto al cubismo-, ofreciéndonos imágenes amables sobre temas usuales en el arte francés como el circo o las comidas campestres. Algunas cerámicas (también tardías) aportan algunas dosis de abstracción que rompen con la figuración, la afabilidad y la retórica imperante en estos lances finales.

Viendo estas obras, uno añora los postulados iniciales del artista recogidos en el texto citado: "Creo que la belleza plástica es en todo independiente de los valores sentimentales, descriptivos e imitativos. Todo objeto o cuadro tiene valor por sí; es estrictamente absoluto e independiente de lo que pueda representar".