Ah, la realidad insoportable
Crítica de Teatro
Ni un clavo más para tus putos tendonesHHHHH
Festival de Teatro. Teatro Echegaray. Fecha: 8 de febrero. Dirección: Macarena Pons. Texto: Laura Velasco. Reparto: Alba Gallego, Carla Rayala, Irene Márquez, María de Chaves y María Luisa Tomás. Aforo: Unas 250 personas (casi lleno).
Cocinado por jóvenes talentos recién curtidos en la Escuela Superior de Arte Dramático de Málaga, y ganador el año pasado del primer premio MálagaCrea, Ni un clavo más para tus putos tendones es un buen ejemplo del daño que ha hecho Angélica Liddell al teatro español. Liddell creyó encontrar en Thomas Bernhard la excusa perfecta para hacer del teatro un mero expositor del yo y, de paso, un desagüe en el que escupir su rabia. Con semejantes mimbres, por otra parte no precisamente novedosos, creó su escuela y a la vista está que acólitos no le faltan. El público es aquí una cuestión meramente accidental, aunque, eso sí, todo adquiere la forma de un sermón indigesto respecto a la realidad insoportable y el tormento de la existencia. Los parlamentos están trufados de esa retórica hueca que pretende hacer pasar por conceptos filosóficamente (uf, cuidado) profundos el yo esto, yo lo otro y yo lo más allá. El primerizo regusto nietzscheano tiene su gracia, pero armar tanta marimorena para mandar a Dios a freír espárragos delata un exceso de catequesis y además de mala conciencia (justo lo que, por otra parte, le sucedía a Nietzsche). Que sí, que todos hemos tenido menos de treinta años y hemos considerado la reivindicación del yo por encima de las cadenas religiosas toda una heroicidad, e incluso algunos hemos tenido la osadía de verter esto en tostones infumables que aspiraban a parecer obras de arte. Pero el problema aquí es el público. Y no me refiero a un teatro comercial, sino al pobre espectador que decide ir al teatro por una vez a ver qué encuentra y termina sometido a una tortura de tal calibre. Se puede decir exactamente lo mismo, y hasta ser mucho más contundente, sin tener que parecer desagradable ni, lo que es peor, más pesado que una vaca en brazos. Por mucho que parezca el no va más rezar el Padrenuestro en arameo y darse correazos en la espalda, vale la pena considerar que, de nuevo según Nietzsche, cada uno tiene, ni más ni menos, lo que se merece. Y que la existencia es consecuencia, por lo tanto, de lo que uno hace, no de lo que a uno le pasa.
Dicho esto, Ni un clavo más presenta una puesta en escena interesante y reveladora especialmente en su dimensión plástica, con una eficaz paleta de colores distribuida entre el vestuario, la iluminación y los elementos escenográficos. La evocación de Frida Kahlo no aporta mucho al invento, pero crea un imaginario reconocible. Salvo algunos problemas de dicción, el reparto reviste solvencia dramática. Valores hay, por tanto, para un próximo espectáculo que juegue (ay) a favor del público.
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