espectáculo Málaga se rindió el jueves al preciosismo visual y sonoro del Circo del Sol

'Alegría', otro mundo (sin gravedad) es posible

  • Más de seis mil personas acudieron a la llamada de un circo que sigue rompiendo moldes con atletas que no parecen humanos y una estética donde prima la belleza

Imagínense un reino donde el virtuosismo sea moneda común y sus habitantes no sientan el peso de la gravedad sobre sus pies. Donde los jóvenes tengan el poder y lo transformen en un instrumento para generar belleza. Ese mundo es posible. Se llama Circo del Sol y con Alegría ejerció su primer mandato hace 17 años. El pasado jueves abrió las puertas de su gobierno a más de seis mil invitados y les mostró su primer hogar, un despliegue de sensaciones visuales y sonoras con las que generar aplausos continuados durante dos horas.

Puede que Alegría no posea la espectacularidad de Dralion ni las cotas poéticas de Quidam pero igualmente consigue que el público olvide por unos instantes que la vida no es fácil y se crea que los sueños se pueden casi tocar con los dedos. Porque desde el momento en que dos trapecistas dan la bienvenida columpiándose a doce metros de altura ya nada es imposible. Dejan de ser una pareja de virtuosos acróbatas para transformarse en aves del paraíso. Y si encima el sonido que ambienta este particular reinado -a medio camino entre una escena de Alicia en el País de las Maravillas o un fotograma de Tim Burton- lleva como portadora a la Cantante Blanca uno piensa que el cielo no está tan lejos. No es de extrañar que Malika Alaoui y la espectacular banda de seis músicos sean los culpables de que el cedé de Alegría sea el más vendido de todos los espectáculos de la compañía. Su capacidad para acompasar los sones operísticos con el aliento de los acróbatas rozaba la perfección.

Al escucharla daba la sensación de que una muñeca de porcelana había abierto la caja de música para dejar salir los ecos de un mundo mejor. Su exquisito vestuario, como el de los más de 50 artistas que la acompañaban invitaba a participar en una estética barroca y preciosista de la que costaba despedirse. Porque en el Circo del Sol el artista comparte protagonismo con el vestuario, la música en directo y la escenografía. Un triunvirato destinado, por méritos propios, a hacerse con el poder.

En Alegría -como en cualquier genialidad de la casa- también tiene espacio la sonrisa en estado puro, la que vio nacer al circo primigenio y la que funciona como eficaz engranaje en los distintos números atléticos. Esa pareja de clown que hace del mimo y la expresión corporal un lenguaje propio y que con su dialéctica visual se lleva siempre la sonrisa cómplice de quien les observa.

Y entre menudas atletas de contorsiones imposibles, hombres que sobrevuelan el espacio, y osados gladiadores que no temen la danza del fuego, se cuelan ninfas, vagabundos, viejos pajarracos y hasta un jorobado malhumorado que ejerce de cicerone. Todos ellos consiguen la alquimia de un montajeque probó suerte en el Martín Carpena y salió más que airoso del intento. Todo un Palacio de Deportes convertido en el palacio del júbilo, en la casa de la Alegría. Mañana repiten.

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