Cultura

Anderson conmociona en la Mostra con su mirada a las sectas

  • Joaquin Phoenix y Philip Seymour Hoffman encarnan al discípulo y al amo en 'The Master', cinta ambientada en los años 50 e inspirada en los inicios de la Cienciología

Era la favorita o, al menos, una de las más esperadas y The Master, de Paul Thomas Anderson, desplegó en La Mostra un planteamiento tan agreste sobre el fanatismo y el sentimiento de pertenencia que ha dejado al público en un insólito estado de reflexión que sólo puede conducir a premio. The Master, el maestro o también el amo, explora, por una parte, la búsqueda de un sentido a la existencia y de domesticar a la bestia que nos convierte en inadaptados y, al mismo tiempo, describe con desazón cuán vulgar puede llegar a ser la arenga que llene ese hueco que a veces motiva y otras desestabiliza.

Paul Thomas Anderson, capaz de crear los clímax más duraderos del cine actual, al retratar ese rebaño del que forma parte el protagonista de The Master deja sin pastor al espectador, de la misma manera que no quiso ofrecer respuestas a esa parroquia que ayer abarrotó la rueda de prensa. Así, describió su filme con conceptos generales, como "historia de amor entre dos hombres, no tanto como padre e hijo o amo y esclavo, sino como casi el amor de sus vidas".

El protagonista, Joaquin Phoenix, es sobre la pantalla el placer más instantáneo e indudable, con una magistral interpretación que lo convierte en opción más que clara a la Copa Volpi al mejor actor, en el papel de un ex combatiente de la Segunda Guerra Mundial que no encuentra sitio ni satisfacción en momentos de paz. Es entonces cuando halla bálsamo en una secta y en ese amo interpretado por Philip Seymour Hoffman, que le guía y le da respuestas, que le libera del yugo del pensamiento. "Cada día nos levantamos y pensamos que nos gustaría no vestirnos, ir desnudos por la calle y tener sexo con quien nos apetezca. Pero no podemos hacerlo y por eso todos buscamos algo o alguien que nos domestique", explicó el ganador de un Oscar por Capote.

El director, que también ha contado para su película con Amy Adams, había retratado en su anterior película, Pozos de ambición, el capitalismo como una religión, y ahora recorre el camino de vuelta al entender el negocio de una secta cuya seña de identidad es la vulgaridad y volubilidad de sus preceptos. Anderson reconoció sin pudor que su inspiración fue el comienzo de la iglesia de la Cienciología, aunque matizó que no sabe cómo funciona en la actualidad. Y teniendo en cuenta su amistad con un miembro de esta iglesia, Tom Cruise, al que le dio un papel de fanático en Magnolia, la pregunta no tardó en llegar. "Sí, sigo siendo amigo de Tom y sí, le he enseñado la película, pero lo demás queda entre él y yo", dijo.

Ambientada en los años 50, la cinta puede tener una lectura atemporal, según el cineasta. "No tengo una bola de cristal ni hablo de una crisis espiritual inminente. Creo que la crisis espiritual nació a la vez que la espiritualidad", explicó. Técnicamente, Anderson evoluciona hacia la apariencia del cine clásico y el perfeccionamiento del plano secuencia (rodó en 70 milímetros), mientras las capas de su cine son cada vez más solapadas, hasta el punto de que The Master escapa a toda sentencia inmediata y pide una pausa introspectiva a un mundo que se resume en un tuit.

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