Aroma a solera y mastranto

Antonia Contreras, al cante, y Chaparro de Málaga, a la guitarra, en un momento de su actuación.
Antonia Contreras, al cante, y Chaparro de Málaga, a la guitarra, en un momento de su actuación.
Lourdes Gálvez Del Postigo

25 de julio 2011 - 05:00

Lugar: Polideportivo municipal. Fecha: 23 de julio de 2011. Aforo: Lleno. Cante: Antonia Contreras, Tomás de Perrate, José Mercé, el Pele. Guitarras: Chaparro de Málaga, Antonio Moya, Diego del Morao, Antonio de Patrocinio. Baile: Carmen Ledesma.

De los festivales de la provincia, quizá sea éste donde se respire un ambiente especial, y no solo por el aroma a mastranto: hay un sentido de respeto hacia el flamenco y un contexto familiar. En un intento por hacerse más asequible, ha cambiado su anterior estructura en dos pases quedándose en uno más fin de fiesta. Aun así, es inevitable que haya ruido, que las personas comenten entre sí, que haya parte del público que no esté realmente interesado -quizá porque solo vienen a ver a un artista concreto-…si a eso le sumamos que el sonido no fue todo lo bueno que cabría desear -algo inexplicable tratándose de esta cita tan prestigiosa-, encontramos un conjunto de dificultades para que se pueda apreciar el arte. Pero, con sus pros y sus contras, pasamos una velada agradable en el cuarenta cumpleaños de este festival.

Con Manuel Curao como magnífico maestro de ceremonias, la noche la abrió Antonia Contreras por cantes de Trilla y tonás, valiente y poderosa, dispuesta a entregarse a un público y un festival que la acogían por primera vez. Continuó por soleá de la Serneta, ligando los tercios; malagueñas del Canario y de la Trini rematadas por rondeñas, todo ello rayando la perfección. En los tientos tangos se acordó de la Niña de los Peines y en los fandangos de Manuel Vallejo, del Pichichi y del Gloria puso la guinda, pellizcando con esa dulzura y señorío que la caracterizan.

Tomás de Perrate nos había enamorado con su voz la semana anterior en un recital en el Echegaray de Málaga, donde nos dejó con las ganas de escucharle por soleá y seguiriya. En el marco de un festival de esta solera sí que lo hizo, con el eco de generaciones de grandes artistas adherido a su voz, pero las condiciones de un festival hacen que ese duende se pierda y no pueda atravesarnos el alma como en un local cerrado. También hizo cantes del Piyayo, cantiñas del Pinini y bulerías de su tía La Perrata, demostrando su dominio del compás.

Carmen Ledesma brindó su majestuoso baile de gran señora, que sabe a patio del siglo XIX, a arte del que fluye en estado puro y es muy difícil aprender en academias. Delicadas las manos, racial y femenina en sus caderas y sus desplantes, elegante y descarada a un tiempo, su actuación fue un fenomenal derroche de jondura antes del descanso.

El esperado José Mercé vino muy emocionado, pues le faltaba su otra mitad artística, Moraíto, que pasa por un complicado momento de salud que le impidió estar en Casabermeja. Mercé le dedicó su actuación y cantó en general como ausente, perfecto pero sin alma. Hizo malagueñas del Mellizo, soleá de Alcalá, alegrías y bulerías, y ante la petición de sus incondicionales, fandangos.

El Pele fue capaz de levantar al público cuando ya eran más de las tres de la madrugada. Con esa garganta privilegiada que le permite hacer lo que quiere y esos flashes de genialidad que tiene, empezó doliéndose por zambra, acordándose de Caracol, siguió por soleá por bulerías, alegrías y cuplé por bulerías, delicioso, y ante la ovación del público en pie, consiguió ponernos a bailar por rumbas.

Todos los artistas se despidieron en un fin de fiesta cortito y sabroso que puso el punto y seguido hasta el año que viene.

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