Las excavaciones del yacimiento fenicio Cerro del Villar, situado en la desembocadura del Guadalhorce, han arrancado en la mañana de este lunes con tareas de limpieza, desbroce y acondicionamiento. Aunque no será hasta la jornada del martes cuando los investigadores comiencen a profundizar bajo la superficie.

Según declara el director del proyecto y profesor del Departamento de Ciencias Históricas de la Universidad de Málaga, José Suárez, los vestigios aún tardarán unos días en salir a la luz: “Es fácil que esta semana no lleguemos a los niveles arqueológicos, a partir del lunes que viene seguramente comenzarán a verse algunas estructuras”. Las labores de sondeo continuarán hasta el próximo 23 de septiembre. 

Las primeras edificaciones que se descubran servirán para contrastar las prospecciones geomagnéticas y vía georradar realizadas durante la pasada primavera y que ya arrojaron algunos datos claros sobre la orientación del asentamiento, el denso del urbanismo o sus propios límites espaciales -unas 9 hectáreas, de las cuales 4,5 serían accesibles-. 

A través de los estudios previos también ha sido posible desvelar el "buen estado" del que el lugar goza, toda vez que "es uno de los asentamientos fenicios mejor conservados del siglo VIII a.C. en la Península Ibérica", en palabras de Suárez.

En adelante, la labor de los investigadores se centrará en dilucidad los usos y costumbres de la población asentada en el lugar: su aprovechamiento de recursos, la integración de las comunidades locales y foráneas y otras características internas. Un análisis que asimismo se llevará a cabo con el estudio de otros materiales recabados de anteriores excavaciones. Por el momento, en términos estrictamente económico-industriales, se conoce que las principales actividades de la población fueron la comercialización de uva y vino, así como de conservas de pescado. 

Algo que refrendan los restos hallados de otras culturas, dado que en la zona sur también aparecieron meses atrás, como demuestran las prospecciones, unas estructuras correspondientes a la época romana y, en concreto, destinadas a la fabricación de garum -o salazón-.

Aunque el yacimiento llevaba sin excavarse como tal -es decir, sin levantamientos en el terreno- desde el año 2003. En aquel momento las labores fueron encabezadas la Universidad Pompeu Fabra y contaron con la colaboración de la UMA. Esta vez, sin embargo, será la institución malagueña la que esté al frente con la ayuda de una dotación investigadora de la Universidad de Chicago. Está previsto que, en conjunto, trabajen 36 personas entre estudiantes, profesores y otros profesionales de apoyo. 

A partir de ahora, tal y como explica Suárez, la idea es volver a excavar todos los años de la mano de un gran grupo de la UMA que pueda ser apoyado por otras, además de por las administraciones públicas.