arte

'Arrebatadoramente' cruel

  • Marcel Dazma exhibe en el CAC Málaga 'Con razón o sin ella' que concita horror y elegancia, violencia y sutileza con la danza y el ajedrez como hilos conductores

Hace apenas unas horas, en la ciudad mexicana de Nuevo Laredo, han aparecido nueve personas ahorcadas y catorce decapitadas. Una más de las luchas entre cárteles que vuelve a manifestarse con la iconografía del terror y de la barbarie humana a la que nos tienen acostumbrados. Esa misma iconografía es la que hace doscientos años Goya reflejó en muchas de las estampas de Los desastres de la guerra (ahorcados, ajusticiados, decapitados y mutilados atados a árboles). Y ésta, o aquélla, es parte de la que Marcel Dzama emplea en sus atractivos y elegantes dibujos. Sí, horror y elegancia o violencia y sutileza se concitan en su obra, arrebatadoramente cruel y deliciosamente perturbadora tanto como perturbadoramente deliciosa y cruelmente arrebatadora.

Su personalísimo universo, por más que parezca trufado de surrealismo, sea producto de una derrochadora imaginación tanto como de una sofisticada y vasta cultura visual (en especial del arte de vanguardia europeo) o se halle animada por un irrefrenable encanto infantil, no deja de ser un reflejo tanto del mundo contemporáneo como de algunos aspectos inalterables de la condición humana, como todo lo concerniente a la violencia, la guerra o el erotismo.

La exposición, que tiene como hilos conductores la danza y el ajedrez -característicos en su obra última y que lo acercan respectivamente a Duchamp y, gracias a muchos de los personajes que pueblan su obra, al Ballet Triádico que Oskar Schlemmer desarrolló en la Bauhaus- demuestra el delirante, desbordante y desmesurado universo del creador canadiense, articulado en multitud de disciplinas (cerámica, dibujo, pintura, escultura, objetos, collage, vídeo) y en soluciones singulares, como sus enormes dioramas de cerámica y los mínimos pero densos y apabullantes dioramas de papel.

Su heterogéneo mundo está conformado por materiales descontextualizados provenientes de multitud de fuentes (el cómic, la Historia del Arte, autores fetiche para él como Goya y Duchamp, los mass media, el carnaval y la mascarada, los cuentos populares, la Historia, los relatos mitológicos tanto grecolatinos como de las tribus indígenas que poblaban su Winnipeg natal, el mundo de la ilustración de los cuarenta y, como prueban muchas de las piezas expuestas, lo español de la mano del flamenco, la tauromaquia, Lorca o el Quijote) que acaban por igualarse, por homogenizarse, estilísticamente a pesar de lo insospechado de esos encuentros. El propio Dzama señala cómo la mitología tiene un papel esencial en la conformación de su imaginario.

Los relatos mitológicos son, en esencia, una explicación del ser humano y de su condición, y en ellos no se ocultan los espacios más oscuros de éste, en los que el sexo y la violencia son ingredientes consustanciales. No es de extrañar, por tanto, la presencia de escenas cargadas de una turbadora y a veces anómala sexualidad, en las que seres de distinto orden yacen y se entregan obviando sus distintas naturalezas, así como episodios de desmedida tortura.

Lo metamórfico y la hibridación humano-animal, tan usual en él, puede provenir de ese sustrato mitológico. No así la mixtificación de lo humano con lo mecánico, que ofrece seres caprichosos o directamente artificios mecánicos que en la mayoría de los casos poseen un simbolismo sexual; este particular comunica a Dzama con la tradición dadaísta, una de sus más queridas fuentes, en la que, por influjo del texto de Raymond Roussel Impressions d'Afrique (1912), se incorporaron extrañas máquinas de funcionamiento simbólico, conocidas como máquinas célibes, que inundan la producción de Picabia o Duchamp. Pero, del mismo modo, lo comunica con el uso de las super-marionetas en algunos episodios vanguardísticos, como el teatro y las danzas bauhausianas anteriormente señaladas.

Si con anterioridad señalábamos cómo su obra es una suerte de metáfora de lo actual y de lo eterno, esa imaginería en aluvión y ese mundo inflacionario y desordenado que vemos en muchos de sus dibujos son, a su vez, reflejos o productos de la sociedad de la hiper-información visual en la que vivimos.Esa idea de lo eterno y lo actual resulta esclarecedora al concitar en su obra tropas históricas, colonizadoras y represoras (ejércitos del Antiguo Régimen o la Policía Montada del Canadá) con personajes con estética terrorista y paramilitar asumida como cotidiana (pasamontañas, guerrilleros de Chiapas o encapuchados con chapelas).

En relación a lo que de especular tiene su obra a pesar de tanta imaginación que parece escapar de lo explícito sorteando la insoportable evidencia de la realidad, Dzama alude a la difusión, la obscenidad y la espectacularización de la violencia. De ahí que suelan ser habituales las imágenes en las que sucesos violentos o escenas sexuales se encuentran rodeadas del aparataje de la televisión (focos, cámaras, personajes retransmitiendo); que sus dioramas acentúen la sensación del rol de espectador que desempeñamos; y que en el vídeo A game of chess, en el que una multitud de grotescos personajes asisten y jalean una partida de ajedrez a vida o muerte, convirtiéndose todas ellas en metáforas de nuestros papeles en la vida. Esto es, de una parte como felices y consentidores consumidores de violencia -quién escapa de ella, pocos son los ermitaños y muchos quienes la infligen y más los que la sufren- y, de otra, tal como ocurre con el personaje central del relato fílmico, una bailarina que es obligada a jugar una partida de ajedrez en forma de baile a vida o muerte, con innegable influencia de la danza macabra(este filme se rueda en México, donde el culto a la Santísima Muerte es uno de los pilares de la religiosidad popular), nuestro rol como simples peones a sacrificar en una estrategia que nos supera y es ideada por los poderosos.

Aquí, Dzama desliza una crítica dirigida a cómo el poder y el terrorismo manejan la imagen y el caudal informativo sobre el horror y la amenaza de la violencia. El terrorismo, cual sofisticada y calculada coreografía a través de los medios para crear ese estado de terror, mientras que los Estados para sumirnos en la indefensión que permita que su paternalismo crezca hasta un nivel en el que "por nuestro bien" se tomen las medidas que el dirigente, el establishment y los lobbies consideren oportunas y ventajosas para sí mismas.

Hay, por tanto, además de ese testimoniar la condición humana, una crítica al uso interesado de la violencia que nos suma en un estado de miedo, pero también, ese empleo -¿cabría hablar en ocasiones de manipulación?-, puede perseguir -y esto es una opinión del que esto escribe- la comprensión de cualquier acción que se tome como respuesta. Es decir, responder a la violencia con más violencia.

'Con razón o sin ella' CAC Málaga. Alemania, s/n. Málaga. Hasta el 17 de junio.

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