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Cultura

Autorretrato sin retoques

  • La editora y narradora Esther Tusquets culmina su ciclo de memorias con unas confesiones inusualmente sinceras que completan el relato de una vida intensa

Fue una autora tardía, pero desde que debutó, pasados los 40, con El mismo mar de todos los veranos (1978), ha publicado otras cinco novelas, dos libros de relatos -recién recopilados por Fernando Valls en Carta a la madre y cuentos completos-, una colección de ensayos y tres libros de memorias. De Esther Tusquets (Barcelona, 1936) no puede ya decirse que es una editora que ha escrito algunos libros. Como recalca el propio Valls, que lo pone en relación con el de Juan Marsé, su mundo literario tiene la suficiente consistencia para equiparar, cuando menos, su faceta creadora a la estrictamente profesional, dado que en ambas ha brillado a la altura de los mejores de su generación.

Como ella misma ha explicado, la organización de sus libros de memorias, en parte porque su publicación no ha seguido un plan preestablecido, es un poco caótica. El primero, Confesiones de una editora poco mentirosa (2005), fue escrito a requerimiento de su hija Milena, a cargo entonces de una pequeña editorial -RqueR- con la que el entorno familiar intentó repetir "el milagro de Lumen". Era un volumen relativamente breve en el que Esther Tusquets repasaba su carrera como editora, pero desde un punto de vista "benévolo y respetuoso en exceso", es decir, sin tratar de temas polémicos ni hacer demasiada sangre. En el segundo, Habíamos ganado la guerra (2007), de corte muy distinto, la autora dejaba de lado su itinerario profesional y se centraba en describir el entorno familiar del que procede, la burguesía catalana colaboracionista con el franquismo. De mayor enjundia narrativa que el anterior, el relato atendía no tanto a las vivencias personales de la niña o la adolescente de pasado falangista como al ambiente social en el que creció, formado por un número no pequeño de familias afectas al régimen que sostenían esa casta privilegiada, "bienpensante y pacata" sobre la que el catalanismo ha proyectado un olvido piadoso e interesado.

Esta nueva y última entrega vuelve a los terrenos por los que transitó la primera, esto es el largo y fecundo itinerario profesional de la editora, pero lo hace con la intención de contar lo que entonces calló, a propósito no sólo de algunos señalados episodios y personajes del mundo del libro, sino también de su vida íntima. Sin pudor ni eufemismos ni pelos en la lengua. "Las viejas damas indignas en cuya cofradía me gustaría ingresar no mienten casi nunca", dice Tusquets, y fiel a ese principio vuelve a ensayar un relato en gran parte conocido al que añade importantes matices, como los referidos a las semblanzas de Carlos Barral o Carmen Balcells, dos gigantes cuyos indudables méritos son compatibles con defectos no menos indudables. En el contexto de los años 60 y 70, los tiempos de la mitificada gauche divine en cuyos márgenes dice haber vivido Tusquets, la trayectoria de la editora es paradigmática de esa generación de hijos de familias acomodadas que arremetieron contra el orden establecido por razones políticas y estéticas, sin evitar siempre la hipocresía que censuraban en sus padres. Pero al contrario que otros, Esther Tusquets tiene la lucidez y la honestidad suficientes para no idealizar una época de claroscuros, por ejemplo a la hora de hablar del amor libre.

En lo profesional, asistimos de nuevo a los inicios de Lumen, una empresa familiar que se convirtió, sin dejar nunca de ser una editorial pequeña, en uno de los referentes de la cultura española contemporánea. Al episodio de la ruptura con su cuñada Beatriz de Moura, que se tradujo en la fundación de Tusquets Editores. A los grandes éxitos que supusieron la contratación de la serie de Mafalda y las novelas de Umberto Eco. A la marcha de la editorial cuando Lumen fue vendida -tras la muerte del padre de la editora, figura fundamental (como en otro sentido la madre) en su trayectoria- a un conglomerado multinacional. Tampoco se pasa por alto el reciente episodio de la "censura moral" que los familiares del ex presidente de la Generalitat impusieron a las autoras -Mercedes Vilanova y ella misma- de una biografía de Pasqual Maragall que apareció convenientemente expurgada de los pasajes más escabrosos.

Pero no sólo se habla de libros, autores y editoriales. Más allá de las confidencias relacionadas con su labor editorial, y de los ajustes de cuentas con algunos de sus coetáneos, la gran contribución de estas memorias tiene que ver con el retrato humano de una autora que comparte sus perplejidades con el lector y repasa una por una las relaciones amorosas más importantes de su vida, el fotógrafo Oriol Maspons, el primer marido Jordi Argente, el padre de sus hijos Esteban Busquets, el poeta Pere (entonces Pedro) Gimferrer, el editor José Batlló o su último amor "de invierno". De todos ellos -y de alguna mujer innominada- traza retratos de gran profundidad, que dan lugar a reflexiones sobre la moral sexual o la inevitable caducidad del amor. En estos pasajes, de una sinceridad apabullante, encontramos lo mejor de este recuento postrero. El autorretrato sin retoques de una mujer libre que confiesa que ha vivido con pasión y rememora sus días sin nostalgia.

Esther Tusquets. Editorial Bruguera. Barcelona, 2009. 382 páginas. 19,50 euros

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