literatura Un clásico muy cercano

Aventuras de Leopold Bloom en Ronda

  • El mundo celebra hoy el 'Bloomsday' en homenaje a la monumental novela de James Joyce 'Ulises' (1922), cuyo último e incomprensible capítulo, 'Penélope', transcurre en buena parte en la Serranía

La mañana del 16 de junio de 1904, Stephen Dedalus y Buck Mulligan miraban a la bahía de Dublín desde lo alto de la torre de Martello mientras Leopold Bloom, un publicista medio judío, preparaba el desayuno en su casa. Así ocurría en el universo de ficción que James Joyce tejió en su monumental novela Ulises (1922), posiblemente la más influyente del siglo pasado, adorada por muchos, leída en su totalidad por algunos menos, admirada por Ernest Hemingway y Carl Gustav Jung y denostada por Virginia Woolf y George Bernard Shaw. Todo ese cosmos exagerado, brutal, irreverente y repleto del más instintivo sentido del humor se desarrolla a lo largo del 16 de junio, así que esta efeméride es celebrada cada año en la fiesta del Bloomsday. Ya saben: los dublineses salen a la calle vestidos según la moda de comienzos del siglo XX y visitan los lugares del Ulises, mientras el resto del mundo inventa a cada convocatoria una manera más original para sumarse al empeño (este año vía twitter, con una reproducción completa de las 267.000 palabras de las que consta el libro en los pertinentes tweets de 140 caracteres; los interesados pueden echar un vistazo y participar en el trending topic #bloomsday). En Málaga, como es tradicional, las comunidades irlandesas de la Costa del Sol rendirán hoy sus particulares homenajes (en Fuengirola se ha organizado una lectura a partir de las 8:00 de esta mañana, la hora en la que arranca la acción del Ulises), aunque lo cierto es que el asunto merecería un parangón mucho mayor ya que la provincia es parte misma de la novela. De hecho, su final transcurre nada menos que en la Serranía de Ronda, un hallazgo que sólo quienes han tenido la paciencia de llegar al final después de más de mil páginas de aluvión y verborrea han podido saborear.

Se trata de un colofón digno de promoción por la mismísima Diputación provincial. En las últimas líneas del último capítulo, Penélope, que a su vez cierra la tercera parte del Ulises, titulada El Nóstos y escrita sin un solo signo de puntuación, Joyce visita diversos enclaves de la Serranía, desde la misma Ronda hasta Algeciras. Se trata de un tránsito bucólico y nostálgico, en el que de alguna manera reinventa (parodiándolos y a la vez dando señales de una profesada admiración) a los escritores románticos europeos que tan prendados quedaron de las estampas rurales andaluzas. Sirva como ejemplo el siguiente fragmento: ... "y Ronda con las viejas ventanas de las posadas los ojos que espían ocultos detrás de las celosías para que su amante bese los barrotes de hierro y las tabernas de puertas entornadas en la noche y las castañuelas y la noche que perdimos el barco de Algeciras el guarda haciendo su ronda de sereno con su linterna y oh ese horroroso torrente profundo oh y el mar el mar carmesí a veces como el fuego y las gloriosas puestas de sol y las higueras de los jardines de la Alameda sí y todas las extrañas callejuelas y las casas rosadas y azules y amarillas y los jardines de rosas y de jazmines y de geranios y de cactos".

Este último capítulo contribuyó de manera decisiva, por su inaccesibilidad, a que el Ulises fuera rechazado por una veintena larga de editoriales. Aunque el principal obstáculo fue el tono obsceno con el que Joyce describía borracheras, encuentros sexuales y las más diversas formas de inmoralidad. De hecho, su publicación en EEUU fue prohibida por decisión de un tribunal tras un juicio por escándalo público, aunque, paradójicamente, tras el levantamiento de la censura una editorial pirata lanzó una edición ilegal que tuvo un notable éxito y que ocasionó cuantiosas pérdidas al derrochador Joyce, quien acudió de nuevo a los tribunales de los EEUU para pedir amparo (en una acción que contó con el apoyo, expresado por escrito, de numerosos escritores europeos, entre ellos Unamuno y Gómez de la Serna). Sylvia Beach, la propietaria de la librería parisina Shakespeare & Company, tampoco entendía una jota del último capítulo, pero depositó la confianza necesaria y fue la primera en publicar el Ulises, con una tirada inicial de mil ejemplares. El resto es historia. Y mucha, mucha literatura.

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