Festival de Teatro | 'Azaña'

El político que fue demasiado artista

José Luis Gómez, en la interpretación de Manuel Azaña.

José Luis Gómez, en la interpretación de Manuel Azaña. / Álvaro Serrano Sierra

Hoy que impera la inmediatez y el sensacionalismo, la opinión pública se ve a menudo desprovista de contexto. Nos vemos bombardeados por noticias que ponen el foco en los extremos y que sitúan al imaginario colectivo al borde de un abismo permanente. En esta sensación de peligro sempiterna, nuestra identidad se ve amenazada. Y nos convertimos en seres manipulables.

La única salida a esta vulnerabilidad es el conocimiento de aquello que realmente nos define. Una mirada al pasado para entender dónde se fragua nuestra identidad. Azaña, una pasión española, presentada en el Festival de Teatro de Málaga, realiza un ejercicio de redescubrimiento de la figura del gran político de la Segunda República, acercándonos a su pensamiento a través de sus propias palabras. Retazos de sus cartas, entrevistas y discursos dibujan a un hombre sobrio pero convencido, apasionado por el proyecto colectivo entendido como nación. Un “sentir español” que nos obliga a reflexionar y que es imposible no escuchar desde una perspectiva histórica. Un monólogo que se deleita en nuestro acervo lingüístico y nos conmina a recapacitar sobre nuestras elecciones y nuestra idiosincrasia.

Sobre José Luis Gómez todo se ha escrito ya, por lo que cualquier alabanza es monótona por reiterativa. Su manejo de la palabra es proverbial y el trabajo con el que el cuerpo del actor transmuta en el del político es envidiable. El personaje es tan fidedigno que tenemos ante nosotros a un Don Manuel docto y amante del lenguaje, parco en su expresividad y pausado en su composición. Una representación tan verosímil que roza más la ambición documental que la dramatúrgica, con un ritmo tardo fondeado en la historia de sus palabras. Palabras que brotan de papeles que se derraman, se estrujan e incluso arden para convertirse en los verdaderos protagonistas de la recreación, como el propio actor tiene a bien recordarnos.

Esta mirada al personaje político se hace pues necesaria para recordar ese contexto que nos hace libres. En palabras del mismo Azaña, nos encomienda una esperanza: “Confiemos en que habrá gente nueva capaz de entenderlo.”

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