Cultura

Barrera corta una oreja a un bravo y noble toro de Cebada

  • El sevillano, por debajo de 'Trianero' · Sergio Aguilar, el más destacado de la terna, dio una vuelta en su primero · Urdiales, muy firme con el peor lote

GANADERÍA: Toros de Cebada Gago, bien presentados en su conjunto, muy astifinos, y de juego desigual, con el denominador común de la movilidad. Primero, bravo y noble; segundo, manso y con peligro; tercero, pronto y repetidor; cuarto, corto, acabó orientándose; quinto, parado y topón y sexto, con genio y muy peligroso. TOREROS: Antonio Barrera, de blanco y oro, con remates negros. Estocada algo caída (oreja tras aviso). En el cuarto, estocada (silencio). Francisco Marco, de azul y oro. Dos pinchazos y estocada (silencio). En el quinto, tres pinchazos y media (silencio). Sergio Aguilar, de azul y oro. Pinchazo hondo y un descabello (vuelta tras aviso). En el sexto, media caída (aplausos). Incidencias: Plaza de toros de Pamplona. Miércoles 8 de julio. No hay billetes.

Después de las exigencias del día anterior, con un Miguel Tendero al que le concedieron un trofeo tras una faena meritísima, ayer llegaron las rebajas de julio en la plaza de Pamplona. El afortunado: Antonio Barrera, que fue premiado con una oreja de escaso valor si se tiene en cuenta el gran juego que dio Trianero, un animal bravo y noble -con seriedad como toda la corrida-, que repetía y se entregó en todos los tercios y al que el torero sevillano realizó una faena que no pasó de discreta. El diestro cumplió en un saludo capotero a la verónica y se marcó un quite por gaoneras, rematado con una revolera. Con la muleta, arriesgado inicio en la larga distancia con dos muletazos por la espalda. Pero en el toreo fundamental, faltó calor y color en una la labor basada en la derecha, de escaso calado, en la que faltó ceñirse más en los muletazos. Cerró el trasteo con un circular y unas manoletinas. Como rúbrica, una estocada hasta la mano, algo caída. Barrera se justificó ante el cuarto, un animal muy complicado, que se quedaba corto por el pitón derecho, no tuvo un muletazo por el izquierdo y que incluso llegó a orientarse.

El madrileño Sergio Aguilar, que cerraba plaza, fue el torero más destacado de la terna. Importante actuación que no fue refrendada por el público como se merecía. Se jugó la vida como un perro. Y suponemos que lo vieron y lo vivieron así los buenos aficionados. Dio una vuelta al ruedo en su primero, tras despachar a un encastado cebadagago, pronto y repetidor, muy exigente, con el que realizó una faena presidida por la seriedad, aunque resultó desigual. Los momentos más brillantes llegaron en el toreo al natural. Con el sexto, un animal con genio, estuvo muy decidido, jugándosela en cada muletazo.

El riojano Diego Urdiales, que contó con el peor lote, se mostró muy firme. Con su primero, manso y peligroso, se la jugó sin alharacas. Y ante el quinto, parado y topón, expuso en una labor en la que el astado le propinó un leve pitonazo en el muslo derecho en el epílogo de una tarde de contrastes, en la que saltaron toros encastados, desde el noble primero hasta el geniudo sexto. Un encierro de Cebada con muchos matices, que propició el espectáculo.

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