Cultura

Bernardí Roig lleva el autorretrato de la muerte de Picasso a su Casa Natal

El artista Bernardí Roig con una de sus piezas en el Museo Casa Natal Picasso.

El artista Bernardí Roig con una de sus piezas en el Museo Casa Natal Picasso. / Javier Albiñana (Málaga)

Cuando el artista mallorquín Bernardí Roig vio los dos últimos autorretratos que creó Picasso descubrió que, en realidad, el malagueño plasmaba en ellos su propia muerte, y por eso ha querido llevar esta imagen del final al lugar del origen con la exposición que inaugura este miércoles en la Casa Natal y que se podrá ver hasta el 28 de mayo de 2023.

"He visto esos autorretratos dos veces en mi vida. Picasso se pinta agarrándose a su última imagen, y puede que no sea el último autorretrato pintado por Picasso vivo, sino el primero que se pintó muerto, lo cual es una teoría disparatada", ha admitido Roig en la presentación de la muestra.

Esos dos dibujos están fechados con dos días de diferencia, el primero de ellos el 30 de junio de 1972, pocos meses antes de la muerte del creador malagueño en abril de 1973.

"De un dibujo al otro, Picasso se arranca la mitad del cráneo, se deja las órbitas oculares a la intemperie y es realmente un cráneo, un retrato de la muerte", resalta Roig.

Una de las piezas relacionadas con uno de los últimos autorretratos de Picasso. Una de las piezas relacionadas con uno de los últimos autorretratos de Picasso.

Una de las piezas relacionadas con uno de los últimos autorretratos de Picasso. / Javier Albiñana (Málaga)

Cuando empezó a concebir esta exposición incluida en los actos del programa internacional de conmemoración del cincuentenario de la muerte de Picasso, optó por "traer al lugar del origen la imagen del final, el rostro al que uno se precipita, el armazón óseo y descarnado en el que nos quedamos".

"Ese dibujo de Picasso es casi un cráneo despojado de toda carnalidad, es un cuerpo que se ha quedado sin sombra, y por eso cruje", añade.

Para Bernardí Roig, Picasso "no es una puerta que se abre ni una puerta que se cierra, sino que es un magma o una ciénaga para la mayoría de los artistas que se han ahogado en ella".

Asegura que lo único que tiene "en común" con el artista malagueño es que ambos sufrieron la escarlatina, pero nunca ha "dialogado" con él.

Autorretrato de Picasso de 1972, meses antes de su fallecimiento. Autorretrato de Picasso de 1972, meses antes de su fallecimiento.

Autorretrato de Picasso de 1972, meses antes de su fallecimiento. / Javier Albiñana (Málaga)

"Picasso forma parte de la adolescencia creativa de muchos artistas, que dura hasta los 30 años, y a algunos les dura toda la vida", apunta Roig, que complementa las obras instaladas en la sala de exposiciones de la Casa Natal con sendas instalaciones en el Centro Pompidou y en el Museo Ruso de Málaga.

Y es que subraya que, "si tienes la posibilidad de tener tres espacios, no te vas a conformar con uno", y así podía "no solo hablar de la última imagen de Picasso, sino también de qué significaba Picasso y por qué Picasso".

En el caso del Centro Pompidou, alberga El laberinto de luz y la cabeza del Minotauro, una instalación compuesta por veinticinco bloques de poliestireno expandido.

Explica que, cuando contempló en el Museo Arqueológico Nacional una cabeza de la cultura talayótica balear entendió que estaba en un territorio que no conocía, porque no nació "en el siglo V antes de Cristo", pero sí que "formaba parte de un aroma" y se sintió "con fuerzas y energía" para crear esta pieza basada en el Minotauro.

Dos fotógrafos retratan una instalación de Roig. Dos fotógrafos retratan una instalación de Roig.

Dos fotógrafos retratan una instalación de Roig. / Javier Albiñana (Málaga)

Por su parte, en el Museo Ruso se puede ver Shadow dancers, una instalación compuesta por cuatro pequeñas bailarinas de bronce cromado suspendidas del techo, y que aborda la relación de Picasso con Degas.

"Ambos nunca se conocieron. Vivieron cerca y compartieron modelos, pero Picasso le temía y nunca pintó bailarinas, porque le debía de dar pudor, y cuando lo intentó, le salió un Matisse", señala Roig.

El "hilo conductor" de las tres salas son los espejos. "En cada museo hay un espejo puesto a la altura de un rostro y con un rostro ya pintado. La exposición se completa con cada mirada nueva y se convierte en una imagen, que tiene la fuerza de convertirnos en ese que se va", explica el artista mallorquín.

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