Cultura

Bienvenidos a la jungla

  • 'Apocalypse Now' se mantiene, 35 años después de su estreno, como una lección clave de la narrativa cinematográfica, en lo que revela y lo que calla

La violencia gira en torno a todo lo gratuita que puede ser. El detalle que se halla en mostrarla ya la hace así. Pero es cierto que resulta casi imposible no recurrir a ella si lo que se pretende es causar impacto. A la atención mediática que sufrió Apocalypse Now, también se le podría sumar este elemento. Los rumores acerca de que la cinta estaba siendo un desastre en cuanto a producción alarmaron de tal forma a la prensa que se proyectaron algunas escenas en el Festival de Cannes, para que el público viera que lo que estaba pensado para ser una película de guerra, podía iba a ser algo más.

La película posee un tono artísticamente muy sobrio; en sí, cada acto de la película parece ir con un color atribuido, de más pálido a más oscuro, representado por un riguroso anticlímax. En ese aspecto, el filme está realizado de manera impecable; la plasticidad de lo vulnerable puede incluso llegar a palparse.

Pero Apocalypse Now es una travesía que va borrando el rastro de su camino. Es decir, no hay moral; la ética llora a un lado de un estallido de napalm. Básicamente, porque el viaje significa una revelación, porque el cambio no se nota en progresión ni en bagaje. El protagonista cambia radicalmente en el último tercio del filme; ahora es salvaje y despiadado, pero antes no. Y en medio, Brando, que en realidad está por encima. Hay horror en sus ojos, pero no sorprende en absoluto porque el espectador también la ha visto. La película posee detalles que, aunque no son estándares, son demasiado fáciles. Están a un nivel antes que lo subversivo, que es lo que en realidad explotaba la obra de Joseph Conrad (En el corazón de las tinieblas) en la que dice basarse, y de ahí a que su retrato de lo inhumano se convirtiera en un clásico. Lo que allí se buscaba era mostrar la violencia como implícita, no tergiversar lo físico para demostrar la base psíquica que hay detrás. Más allá del horror que no se conoce, no hay nada.

Allí están Robert Duvall, Dennis Hopper, Marlon Brando, todos artífices o artificios de la violencia que se consumo; pero todos están muy ausentes, ninguno parece muy pendiente de ella, como si se hubiesen mimetizado con ella. En El cazador es todo lo contrario. La violencia siempre genera horror y la insensibilidad a ella se logra al renegar de la propia humanidad. El horror resulta de la arbitrariedad de la violencia, y por eso se puede entrever.

En El séquito, se parodia de manera muy ácida la película con el rodaje de Medellín (película ficticia que relata la vida de Pablo Escobar), que simula la realidad en la que tendría que haber estado sumida la película de Coppola desde el principio, en cómo se estrella un filme pretencioso.

La cuestión es que Apocalypse Now retrata la crudeza de la guerra y la critica. Pero En el corazón de las tinieblas no la retrata. Realmente, la mejor forma de criticar algo es omitirlo, porque la novela parece querer decir: "Es tan duro que no lo podemos mostrar". Pero es en la película cuando la violencia resulta cruda en el sentido cinematográfico de la palabra. Es irónico que una película sea considerada antibelicista si necesita usar la guerra como vehículo para que sus participantes entiendan su horror.

Pero el tiempo y y la crítica la ha tratado bien. Posee algunas de las escenas más recordadas en las mentes de hoy en día, y también una de las interpretaciones más popularizadas de Brando. Su desastroso rodaje es hoy una anécdota detrás de un gran filme, aplaudido por la firma de su director bajo el título, porque al director de El Padrino no se le puede negar nada. Tendría que llegar El Padrino III para que la gente comenzase a atar cabos y vieran que su violencia ya no sorprendía. El hampa es un mundo hostil, ya quedó claro con las dos primeras entregas. Esta última moderniza el eslogan, admitiendo que el hampa sigue siendo un mundo hostil. Innecesaria como la parodia de una mala caricatura del Vietnam. El apocalipsis ya había llegado cuando Coppola plantó los trípodes en la jungla. Porque resulta que el principal problema de la cinta es que sigue, a modo de filosofía, aquello de lo necesario que resulta un grito para causar terror, cuando lo que realmente aterra es el silencio.

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